Observo cómo algunos zapatos caminan desprevenidos por la hermosa luz del día. Algunos pies por aquí, otros por allá..., todos con un propósito.
Y yo aquí, luchando por mi vida.
Corro rápidamente a la ventanilla que está pegada casi al techo, me subo en un mueble cubierto por una sábana blanca y rápidamente golpeo el cristal para que alguien afuera me escuche. La luz del día me sega por un momento, pero después me adapto a través del cristal.
Hay algunos que pasan sin siquiera mirar. Y, otros, me observan por un instante para luego acelerar el paso y no regresar. Sigo golpeando con desesperación el cristal, gritando por mi vida. Escucho el chillido de las ratas con más intensidad; la habitación se llena. Sigo golpeando.
En ese momento, en donde siento que ya me doy por muerta, aparece un ángel; un ángel por la ventana.
Es una chica, joven, morena y de pelo negro con unos ojos muy grandes y saltones, debe de estar sorprendida a lo que está viendo. Su cara es de miedo y sorpresa a la vez, y un poco de confusión. Se recuesta en el césped y acerca la mirada a la ventanilla, para observar con más detalle la escena.
— ¡Llama a la policía! —grito, pegada al vidrio.
No me importa si mi morboso observador me escucha, mi vida depende de esta chica, que parece no entenderme. El vidrio es demasiado grueso y pequeño.
— ¡P-O-L-I-C-Í-A! —repito, con lentitud y más clareza.
Y, en ese momento, la pequeña comprende el mensaje. Se le iluminan los ojos y los abre aún más, sorprendida. Asiente decidida y se echa a correr. Por un momento pienso que me abandona, pero luego veo que cruza la calle y llama a lo que parece ser su madre con exaltación y nerviosismo.
Un alivio se hace presente en mi cuerpo, no puedo creer que esto haya funcionado. Puedo salir con vida de aquí. Todo gracias a esta niña pequeña, que no me ha ignorado, sino que me ha salvado.
Pero entonces, una horrible sensación de picazón y cosquilleo me hace volver a la realidad. Los roedores ya cubren casi todo el suelo, y algunos se han subido de alguna forma por el mueble hasta llegar a mis pies.
Tengo que encontrar una salida, pero no quiero dejar a la chica. Es mi única esperanza y me quiero aferrar a eso todo lo que puedo.
Sin embargo, a veces hay que tomar decisiones que no queremos.
Visualizo una puerta de madera oscura, al otro lado de la habitación. Me preparo para salir corriendo a través del mar gris de roedores. En un segundo, salgo disparada a toda velocidad.
A medio camino, mientras pisoteo los roedores, me encuentro con un pequeño cuchillo oxidado encima de una mesa inundada de polvo. Lo tomo sin pensarlo dos veces y me lo guardo en la cintura.
Cuando llego a la puerta, la abro, cruzo por ella y la cierro en un solo segundo.
La oscuridad se apodera otra vez. Doy unos pasos inseguros para avanzar, pero me tropiezo con algunas cajas y herramientas esparcidas por el suelo. Veo algunas delgadas líneas de luz que se filtran por el techo de madera. Mi visión se vuelve a adaptar y me doy cuenta de que estoy en un lugar más grande que una simple habitación de cuatro paredes.
Todo está viejo y polvoriento. Algunos muebles por ahí, cajas por acá, sabanas cubriendo cosas... ¿qué es este lugar?
Mientras le doy vueltas al asunto, escucho una puerta rechinante abrirse. Luego, unos pasos descienden varios metros a lo lejos. Hay una escalera. Entrecierro los ojos, para después verlo ahí, entre la nube polvorienta.
Un hombre, derrotado por los años, se interpone en mi camino a la única salida de este horrible lugar. Veo sus arrugas en el rostro, inexpresivo, y con el cabello oscuro de donde salen algunas pocas canas. Luego, sus ojos se cruzan con los míos.
A pesar de la poca luz y la distancia, puedo verlos a la perfección.
Son negros puros.
Los pocos segundos que trascienden son una eternidad, siento como mis músculos se congelan con la presencia del sujeto.
Pero esa eternidad se rompe cuando los dos vemos la pistola encima de un escritorio.
Antes de dar un paso hacia adelante, él ya salió disparado y está a mitad de camino hacia mí. Es entonces que toma la pistola y me tira al suelo de un fuerte movimiento.
El impacto me deja inmóvil. Se lanza sobre mí y con una mano me sostiene por el cuello, mientras que con la otra se encarga de apuntarme con el arma. Yo apenas puedo forcejear.
El aire me empieza a faltar y todo se comprime lenta y dolorosamente.
Sus labios tiran hacia arriba y dejan ver una siniestra sonrisa.
Siento como todas mis esperanzas se van por el desagüe.
—Preciosa... —dice con una profunda y ronca voz.
Se coloca la pistola en la cintura y con la mano ya libre se ayuda a seguir asfixiándome. La visión se me hace borrosa. El arma en su cintura es mi única salvación, pero es imposible quitársela. Está demasiado lejos. Cintura, cintura, cintura...
¡El cuchillo!
Con la poca conciencia y fuerza que me queda, saco el cuchillo que tenía en mí cintura y lo clavo con todas mis fuerzas en su abdomen. Él deja escapar un grito de dolor, a la vez que yo dejo entrar un aliento de aire.
Se desploma por el suelo, con sus dos manos cubriendo la herida. Yo no me puedo levantar, apenas puedo respirar. Siento cómo todo se ennegrece, apenas soy consciente de lo que pasa.
Escucho como las sirenas de la policía se estacionan en la superficie. Han llegado.
Mi visión se torna borrosa, como la vez de la explosión en la habitación. Giro mi cabeza para ver al hombre que se ha levantado y está tambaleándose. Luego, el sonido de una puerta romperse en la superficie hace eco en mis oídos.
Me vuelvo a caer al suelo, y lo último que logro escuchar antes de desmayarme es una oleada de gritos y disparos.
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Obsesión Anónima ©
Mystery / ThrillerAbby despierta desorientada y confundida en un lugar completamente desconocido. Presionada por su vida, tendrá que descubrir quién es ella, por qué está ahí y sobrevivir ante los desafíos mortales preparados por su observador anónimo.