A veces, cuando piensas que todo ha acabado tienes esa fuerte sensación de fortaleza que te hace querer vivir. Más allá del sufrimiento en el pasado, más allá del daño, del llanto y la tristeza, uno todavía tiene esperanzas de vivir.
Porque eso es exactamente lo que nos hace seguir adelante, la esperanza.
Pero cuando te das cuenta de que nada ha acabado, de que todo sigue igual, de que pasarás por lo mismo una y otra vez, a veces tienes la idea de acabar con todo. De acabar con tu vida.
Eso me hace volver al presente, volver a donde creí que todo había terminado.
Abro los ojos. Una fuerte luz brillante encandila mis pupilas. Al instante siento un fuerte dolor muscular en todas las partes de mi cuerpo, además de un horrible dolor de cabeza.
Escucho un leve silbido de máquinas, algunos pasos fuera de la habitación y un silencio que odio, el silencio de lo desconocido. Ese que hace el tiempo más y más lento, el silencio del que no puedes escapar.
Por un momento siento estar en aquellas habitaciones sucias y oscuras, en donde no podía hacer nada más que sufrir. Pero luego, escucho una puerta abrirse.
—Abigaíl, otra vez por aquí.
Abro mis ojos de golpe y cuando mi vista se adapta a la luz, mi corazón vuelve a su ritmo normal.
—¿Doctor? ¿Qué hago aquí? —mi voz es un aliento sin vida, casi como un susurro.
—Al parecer te desmayaste en tu casa, los análisis muestran algunas lesiones en tu cabeza. Tienes suerte de estar consiente.
Es la segunda vez que este hombre me dice ser afortunada, ¿en realidad lo soy? Yo creo que tengo la peor suerte del mundo.
—Sólo para saber, el desmayo fue por...
—La policía hace todo lo que puede para buscarlo, estas segura aquí Abby.
Seguridad. Creo que nunca he sentido ese sentimiento, y creo que nunca lo sentiré.
—¿Y mi madre? —inquiero —¿Mi hermano?
—Ellos están en la comisaría, todo está bien.
—Nada está bien.
—Abby, lo que necesitas en este momento es tranquilizarte lo más posible.
—¿Cómo quiere que lo haga sabiendo que un asesino está ahí afuera acosándome?
Él no dice nada, intenta pensar que decir o hacer, pero no puede. Claro que no.
—Dígame, ¿cómo lo hago?
Las agujas del reloj avanzan y el tiempo se agota. La presión sube y sube.
—¡Dígame! —grito, no lo puedo aguantar— ¡¿Cómo lo hago!? —Mi garganta arde cada vez más, pero quiero que responda.
—No lo sé.
—No, no lo sabe.
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Obsesión Anónima ©
Mystère / ThrillerAbby despierta desorientada y confundida en un lugar completamente desconocido. Presionada por su vida, tendrá que descubrir quién es ella, por qué está ahí y sobrevivir ante los desafíos mortales preparados por su observador anónimo.