Capítulo 14

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Nunca me he tomado el tiempo de preguntarme quién soy en realidad. Sé prácticamente nada de mi familia, amigos o inclusive de mí. Siento que todo se desmorona cada vez más, de que el miedo que habita en mi mente permanecerá para siempre.

El miedo de volver a ver esos ojos oscuros que me observaban desde la penumbra.

Al instante recuerdo todo ese dolor que sufrí en aquél lugar; la angustia, tristeza, impotencia, desesperación, todo. En aquél momento supe que estaba destrozada, que nada ni nadie podría devolverme la seguridad que alguna vez tuve, el problema es que ahora no solo corro riesgo yo, sino mi familia.

Y eso es lo que de verdad temo.

—Joven, su jugo —informa la enfermera.

—Disculpe, ¿cuándo saldré de aquí? Necesito ver a mi familia.

—Le preguntaré al doctor —dice mientras sale por la puerta.

Ya no aguanto el ambiente antiséptico de este lugar, todo es tan blanco y neutro, con esas odiosas máquinas que no paran de emitir sonidos no podré soportarlo por mucho más.

Además tengo miedo de estar sola, otra vez.

—No haré nada estando aquí —murmuro para mí misma—. Tengo que salir.

Me levanto cuidadosamente de la cama, con sigilo voy hasta la puerta y verifico que nadie esté cerca. Al parecer el hospital está algo vacío, miro el reloj de la pared y observo que es algo tarde. Me doy media vuelta y lo confirmo mirando por la ventana, es de noche.

La luna es gigante, su brillo resplandece todo el estacionamiento. A su alrededor hay enormes nubes oscuras, ni una sola estrella a la vista. La leve brisa nocturna entra sin permiso por la ventana provocando que mi cuerpo se erice.

Me inclino a la ventana y procedo a subir una pierna por arriba del marco, luego la otra. Estando ya por encima de la ventana le doy un vistazo al estacionamiento, por lo que se ve hay pocos vehículos, la basta luz de los lejanos focos no me dan una muy buena visión.

Pero hay algo que se destaca en la penumbra más lejana, algo ileso pero con una forma definida.

Una figura humana.

Entrecierro los ojos, intento enfocar en la dirección donde se encuentra ese contorno, parece ser una persona.

—¡¿Pero qué...?! —oigo cuando la puerta de la habitación se abre.

A consecuencia de eso me doy un sobresalto y pierdo el equilibrio, cayendo desde el primer piso del hospital directo al suelo.

Obsesión Anónima ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora