Capítulo 11

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Abro los ojos, justo después de una pesadilla. Lo primero que veo es un techo, limpio y antiséptico, al parecer lo tienen bien cuidado. Me duele horriblemente la cabeza, siento como me palpita lentamente. Hago un esfuerzo y miro a mí alrededor; estoy en una habitación iluminada y limpia, con muebles y ventanas. En el techo hay una bombilla la cual emite una fuerte luz blanca.

Respiro profundamente llenando mis pulmones de aire puro, comprobando que funcionen a la perfección. Llevo mi mano al cuello, y con un simple toque siento un dolor horrible. Observo a mí alrededor y veo que estoy en una camilla, rodeada de apartaos médicos.

Es entonces en que una mujer, vestida de blanco y de baja estatura, entra por la puerta. Lleva consigo una bandeja con un vaso de agua y lo que parece ser un pudding. Deposita la bandeja en mi cama y se va por donde vino, así sin más.

Sin pensármelo dos veces, bebo el agua de un solo trago, casi ahogándome. El pudding me lo devoro, y mientras lo hago, entra un hombre alto vestido parecido a la mujer anterior. Este si me habla.

—Buenos días, Abigaíl —dice mientras revisa los monitores, su voz es agradable —. ¿Cómo te sientes?

—Confundida —consigo decir, después de tragarme el último bocado del pudding.

—Es normal, no te preocupes —hace una pausa para seguir —. Tu familia estuvo muy preocupada por ti.

—No recuerdo a mi familia. —confieso.

—Sí, ese es un problema —afirma. —Pero escúchame, tengo que contarte todo lo que te ha pasado estos últimos días. Será difícil de entenderlo y asimilarlo, pero necesitas saberlo, ¿de acuerdo?

Asiento. Y después de un buen suspiro, lo escupe todo.

—Tu nombre es Abigaíl Parker. Hace exactamente cuatro días, desapareciste sin dejar rastro alguno. Bueno, ahora sabemos que no desapareciste, que te secuestraron. Se sospecha que es un hombre con trastornos psicópatas buscado por el FBI desde hace años, quien es sospechoso de secuestro y homicidio. Sus instalaciones, de donde se cree que mató a sus víctimas, se encuentran en donde estabas atrapada. Tú, de alguna manera que aún no sabemos, pudiste escapar y salvar tú vida de ese hombre. Estas viva y a salvo, aquí, en el Hospital de New York.

Siento como toda la información se me atora en la garganta, imposible de digerir.

— ¿Lo atraparon? —consigo decir, con voz ahogada.

—Lo siento —dice en tono de lamento —, la policía está haciendo todo lo posible para encontrarlo.

Respiro hondo, haciendo todo lo posible para guardar los sentimientos confusos que tengo dentro. No sé si llorar, enfadarme, o asustarme.

— ¿Es posible recuperar mi memoria?

—No sabemos todavía. Esta persona te metió un químico muy complicado a tu sistema. Tal vez con el tiempo podrás recordar algo, aunque no es seguro.

En ese momento, entra una mujer al cuarto. Estoy segura que no es ninguna enfermera ni nadie del personal del hospital, porque está vestida sencillamente con un suéter marrón y unos pantalones negros. Se ve algo exaltada y cansada.

Veo sus ojos cafés; tristes y machacados. Me recuerdan a algo, aunque no lo sé.

Luego una luz de recuerdo se enciende en mi cabeza. Es la mujer de mis sueños, la de los ojos cafés.

Con una voz desgastada, la mujer habla.

— ¿Abby?

Y yo contesto.

— ¿Mamá?

Obsesión Anónima ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora