Capítulo 03

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Miedo, es lo que ahora siento. Aunque no hay que ser un genio para saber que tuve que enfadarme para romper la mesa y tomar la llave, siento que esta persona tiene todo fríamente calculado.

Abby, ¿ese es mi nombre? Aunque lo pronuncie una y otra vez, no aparece ningún recuerdo de mi pasado. ¿Qué diablos hizo este hombre para olvidarlo todo?

Mi conciencia no tiene la suficiente energía para procesar todo esto, así que me limito a comer y beber un poco. Me recuesto en la fría y húmeda pared, abro una de las bolsas y saco una especie de barra de cereal. No termino de masticar cuando la suave masa de la barra se esfuma de mi boca; como si fuera aire. Me como la otra barra y bebo la mitad de la botella, el agua sabe extraño, aunque no recuerdo un sabor normal. Después de un rato a la deriva del silencio, me duermo.

Siento que han pasado años cuando me despierto, tengo la espalda helada de frío, estoy temblando, y mucho.

Pero el temblor se desvanece cuando me quedo paralizada por un momento, al ver que los restos de la mesa han desaparecido, pero no por arte de magia, sino que alguien entró a limpiar mientras yo dormía.

Perturbador.

Me arrastro lentamente por el suelo, y veo que hay una nota descansando justo en el centro. Levanto mi cabeza y miro a mí alrededor; no hay posibles salidas o entradas. ¿Cómo él hace esto? Antes de leerla, me preparo mentalmente para lo que se viene.

Te veías hermosa mientras dormías, me tentabas, pero me resistí.
Necesito un favor preciosa, quédate ahí quieta, tranquila, sin romper nada. Necesito planear algunas cosas para ti.

Mi respiración falla. No sé qué hacer, no sé qué pensar, no sé nada.

Quisiera poder no leer los sobres, pero, ¿Qué otra opción me queda? Tengo que salir de aquí, y esa es la única forma de lograrlo.

Me empiezan a doler mis músculos, me siento sucia y débil. La poca comida que logré conseguir no bastó, porque vuelvo a tener hambre.

Miro detenidamente la bombilla, que emite una débil luz, y pienso que podría ser el sol. Ojalá fuera el sol. Quisiera poder ver la cálida luz del día, recostada entre campos de interminables flores y plantas.

—Déjame ir, por favor —susurro con los ojos caídos.

—No —escucho.

Obsesión Anónima ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora