Había pasado una semana desde que volví aquella tarde. Asa me dijo que su abuela había enfermado y había tenido que salir cuanto antes y no ha vuelto desde entonces. Tuve que entrar a mis clases sin él, el profesor de física me hizo hacerle un ensayo de cuatro mil palabras acerca de las propiedades de la materia.
Por suerte se lo había entregado en tiempo y forma y no hubo necesidad de mandar a llamar a papá y a mamá.
Ahora estaba en clase de Álgebra avanzada, miré el pizarron mientras la profesora explicaba. Supuse que las matemáticas y las mujeres no se llevaban. Era evidente su mal humor.
Los días iban de lo peor en mi hogar, como la mayoría del tiempo. Ver a mi madre maquillarse los golpes para no levantar sospechas de mis familiares y algunos vecinos, pero no podía ocultar el dolor en sus ojos. Nadie puede ocultar nada, porque los ojos son el reflejo del alma.
Y el alma de mamá estaba rota, y eso reflejaban sus tristes ojos.
Papá se había convertido de todo, desde aquellos años de dolor para la familia entera y ese dolor aún prevalece. Atormentando la consciencia de mamá, de papá y la mía.
La escuela continuó aburrida, como siempre. Llegando a casa subí por mi salida y entrada de emergencias y subí al tejado de la casa.
No tardaría en anochecer, prendí un cigarrillo y fumé.
Miré mi mochila que estaba a un lado, con el cigarrillo entre los labios, abrí esta y saqué aquel estuche negro.
Después de haber fundido el polvo y haber llenado la jeringa, até de nuevo la liga a mi brazo e inyecté la vena. Solté la liga y dejé las cosas a un lado. Estaba agotado y solo.
Miré el cielo naranja, precioso.
Di la última calada a mi cigarrillo y lo tiré lejos. Cerré los ojos y descansé un par de horas. Lo necesitaba.
*
— Vamos linda, sube.— escuché a lo lejos la voz de un hombre, junto el sonido del motor de un carro.
— No puedo primor.— contestó la otra voz, que pude identificar inmediatamente.
Miré mi reloj, eran las 3:45 de la mañana. Me enderecé sobre el tejado y miré hacia abajo. En efecto.
Era Amelia, con sus diminutas ropas y con auto siguiéndola. El auto se detuvo y se bajó un hombre.
— Será rápido, lo prometo.— la tomó de las caderas, pero ella puso su mano en el pecho del hombre.
— Te he dicho que no puedo, mi jefe no me lo permite.— le dijo ella, entonces pareció que el hombre se enfadó.
— Vete a la mierda, maldita zorra. Iré a Pink Palace allí hay mejores putas que tú.— la empujó, subió a su auto y se marchó, haciendo rechinar las llantas. No hablé y sólo me dispuse a verla.
Quedó unos segundos de pie ahí mismo, pude ver de lejos lo tenso que estaba su cuerpo. Suspiró, se relajó y continuó caminando moviendo sus bellas caderas.
Me hubiese encantado brindarle un buen puñetazo a aquel bastardo, eso es lo que era; un bastardo.
La miré caminar hasta que comenzó a perderse en medio de la oscuridad de la calle.
Me abracé a mí mismo por el terrible frío que sentí y bajé a mi habitación.
Me quité mi ramera y me puse mis pantalones y mi playera de dormir. Y me eché a la cama, me sobresalté cuando sentí un cuerpo debajo del mío, me levanté con rapidez e intenté encender la luz.
— No...— susurró la frágil voz de mamá.
— ¿Qué haces aquí?— pregunté, jamás había estado en mi habitación por tanto tiempo.
— Tu padre no se ha encontrado bien estos días...— susurró. De nuevo me acerqué para encender la luz. — Por favor no la enciendas...— pidió sollozando. Tragué salida, armándome a mí mismo de valor y la encendí.
Mamá sollozó más y se cubrió el rostro con sus brazos, me senté en la cama, a un lado de ella, suspiré y me giré hacia ella, la tomé de las muñecas y las quité de su rostro, mamá sollozó cuando la miré. Su bello ojo izquierdo morado, su pómulo derecho color morado mezclado con verde, sus labios inflamados y el inferior con una cortada, marcas de dedos en su blanco cuello que descendían más y más. Cerré los ojos sintiendo constante golpes en mi estómago, sintiendo como este se revolvía con repulsión hacia aquel hombre, capaz de golpear a una indefensa mujer. Lo único que supe hacer fue presionar a mamá contra mi pecho, mientras masajeaba su espalda y hombros, ahogando sus sollozos en mi playera de dormir, mientras apretaba esta entre sus puños.
Sentí como mi corazón se hacía cada vez más pequeño.
Mamá no merecía estar aquí.
Era mucho más alto que ella, por lo que la sostuve en mis brazos, apagué la luz y la acosté sobre mi pecho, ella mientras lloraba hasta que se cansara y yo mirando el techo sin sentir sueño y menos ahora con mamá tan mal. Temía que él pudiese entrar y arrancarla de mis brazos.
Fue cuando sus sollozos disminuyeron y finalmente durmió. En cambio yo, me mantuve en vela toda la noche.
Casi lloro con este cap </3 ;(
-Val🌈
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Heroine | Shawn Mendes©
Fanfiction"Heroína, mi pecado más dulce." Las prostitutas no siempre son tan malas como el desarrollo las cataloga. Esa mala costumbre del humano de generalizar todo. Es como los drogadictos; tal vez sólo se perdieron en el camino y tomaron las decisiones equ...