VI.

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Desde aquel día mamá dormía conmigo todas las noches, papá jamás le reclamó nada, ella decía que era suerte de ella, pero no era así. Mamá procuraba no salir de mi habitación.

— ¿Por qué no me quieres decir? — cuestionó Asa mientras le daba una calada a su cigarrillo, tenía unos minutos que habíamos salido de la escuela. Estábamos sentados en la acera, fumando.

  — Porque no tiene importancia. — contesté, mientras exhalaba el humo. Asa había insistido en que fuésemos a Dirty Dreams, pero le había dicho que no quería volver a ir allí.

  — ¿No hizo lo que querías? — se burló y yo negué. — Son rameras Shawn, dales dinero y te darán todo. — rió. Y yo lo miré mal.

   — No las llames así. — le dije enfadado.

  — Pero si eso son, duh. — rápidamente golpeé su mano y su cigarrillo salió volando.
 
  — Vete a la mierda Asa. — tomé mi mochila y me alejé de él, bastante molesto por sus palabras.

¿Cómo podía ser tan imbécil?

Caminé más rápido mientras escuchaba sus llamados.

Llegué a la calle de mi hogar y caminé un poco más deprisa, escuché gritos de nuevo.

Corrí rápido en cuanto escuché a mamá gritando mi nombre, saqué las llaves, mis manos temblaban a más no poder, eso ocacionó que las llaves resbalasen de mis manos, las tomé y abrí lo más veloz que pude.

   — ¡Shawn! — gritó mamá sollozando desde la parte de arriba. Subí tropezando en las escaleras.

Mamá estaba arrastrándose en el suelo, mientras papá le pegaba con su cinturón en la espalda y partes de las piernas. Lloraba y lloraba.

   — ¡Basta Manuel, te lo suplico! — lloró mamá. Mamá me miró y me suplicó con la mirada. Mis dientes estaban apretados al igual que mis puños, sentía como el coraje y la impotencia explotaba en mi cuerpo. — ¡Shawn! — mamá alzó su mano hacia mí.

Ignorando mis pensamientos de golpear a papá; tomé la mano de mamá y la jalé hacia mí. Ella sollozó en mi pecho.

  — ¡Eres una zorra! — le gritó. Ya no pude más con eso. El coraje tomó mi cuerpo y lo manipuló a su antojo.

Puse a mamá detrás de mí y le quité el cinturón a papá.

  — Vamos hijo — se burló — sabes perfectamente que tu madre es una ramera, dime, ¿a cuántos se tira mientras yo no estoy? — le coraje me controló y le di un golpe en el rostro, sus gafas salieron al aire y cayeron al suelo, le di otro golpe justo en la boca del estómago.

  — ¡No! — gritó mamá.

  — No vuelvas a llamar así a mi madre. — mi voz era severa.

Papá se enderezó y rió.

  — Es hora de que aprendas de que todas las mujeres son unas perras, — reaccioné demasiado tarde cuando me golpeó, caí al suelo. — no ve vengas con esas mierdas hijo, — pateó mi estómago. — cualquier mujer, — otro golpe a mi rostro, era inútil intentar defenderme. — la que sea, — otra patada, escupí. — sin importar de dónde sea, — la sangre salía de mi nariz y de mi boca. —es una maldita ramera. — me tomó de la playera y me alzó.

  — ¡Manuel para, es tu hijo! — la voz átona de mamá no lo hizo reaccionar.

  — ¡Siempre fue así! — me gritó y me tiró al suelo.

Mamá se acercó a mí y me tomó del rostro.

— ¡Eres una monstruo! — le gritó, mamá se puso de pie, con intenciones de golpearlo pero la tomé de la blusa, evitando que lo hiciera y terminara igual o peor que yo. Papá bajó al primer piso y encendió la televisión.

Heroine | Shawn Mendes©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora