Amelia esponjó la almohada debajo de mi cabeza.
— Gracias — susurré haciendo una mueca, tenía mi labio roto.
— No hables. — me susurró besando mi frente. — Te haré un té — susurró y salió de la habitación.
Suspiré, gemí al sentir el dolor el mis costillas.
Pero a pesar de dolor físico, estaba jodidamente feliz. Amelia cuidaba de mí, le entregué mi corazón con aquellas palabras a las que ella accedió.
Observé que los espejos de mi habitación estaban cubiertos, fruncí el ceño sin comprender.
Logré enderezarme sobre la cama sin dolor.
— Aquí tienes — me tendió la taza, la tomé entre mis manos y bebí.
Amelia no paraba de observarme, lo cual ponía un poco rosadas mis mejillas.
— Debes prometerme algo — musitó cerrando los ojos y tocando su nariz como siempre lo ha hecho.
— ¿Qué cosa? — cuestioné, dejando la taza en la mesilla. Ella mordió su labio.
— No hacerme daño... — susurró apenas audible. Fruncí el ceño.
— Jamás lo haría — negué.
— Debes prometerlo Shawn — pidió, observé sus ojos cristalizarse.
— Lo prometo — respondí con velocidad. Ella soltó el aire en sus pulmones. Se sentó a mi lado, tomó un brazo mío y lo hizo pasar sobre sus hombros y se recargó en mi pecho.
Lo que me hizo sonreír.
— Jamás te haría daño y jamás permitiría que te lo hicieran — susurré besando su cabeza, ella suspiró, aferrándose a mi débil cuerpo.
Bostecé, tallando mis ojos.
Amelia no se encontraba en la habitación, ya estaba anocheciendo de nuevo.
Mi cuerpo se sentía en completo descanso, aún tenía dolores, pero no fuertes.
Bajando las escaleras vi a Amelia en la cocina y en el comedor un rico pan tostado con mermelada y leche.
Hambriento, comencé a comer todo. Amelia me miró con una sonrisa.
— ¿Te quedaste aquí la noche? — pregunté. Ella asintió con una sonrisa. La observé con más detenimiento.
— Dormiste casi un día completo, ¿estás mejor? — yo asentí, mientras continuaba comiendo. Su falda estaba al revés, su labial salía de poco más de su perfecto corazón de sus labios y su delineado estaba más largo que el otro. Fruncí el ceño, entonces recordé aquel día en su hogar.
— ¿Puedo preguntar algo? — ella asintió, rápidamente tomé la leche y limpié mi boca. — ¿Por qué todos mis espejos están cubiertos? — Amelia pareció tensarse.
— Lo siento, no creí que te molestara... — susurró.
— No soy tonto Amelia, ¿por qué no te miras al espejo? — ella me miró atónita y permaneció callada. — Tienes la falda al revés, ¿lo sabías?. El labial sale de tus labios y el delineado no está del mismo tamaño, ¿te habías percatado? — la miré a los ojos, sus ojos se cristalizaron. — El único espejo que tienes en tu hogar jamás lo miras, mantienes la vista gacha, ¿por qué? — ella tragó en seco.
— Tengo que trabajar. — murmuró con voz trémula. Tomó su chaqueta y su bolso.
— Espera — la tomé del brazo. — Ya no quiero que trabajes
allí, no perteneces allí, ninguna mujer pertenece allí, creo que eso no te hace bien. — articulé. Ella se soltó de mi agarre con brusquedad.— Tú no sabes nada sobre mí. — susurró con voz severa.
— Claro que sí y quiero hacerlo aún más. — exigí, ella tragó en seco, velozmente salió de mi hogar, azotando la puerta.
Pateé la puerta furioso.
Lo que menos quería era que se enfadara.
Salí corriendo de la casa de Shawn, mis pies se movían con rapidez lejos de ahí, sentía las lágrimas en mis ojos, pero me negaba a llorar.
Mis pies se enredaron entre sí y caí al pavimento. Raspé mi rodilla.
Fue cuando lloré sin piedad de mi maquillaje.
¿Cómo me había descubierto tan rápido?
¿Cómo rayos lo había hecho?
Roger tiene cinco años conociéndome y hasta la fecha no se ha percatado.
Entoces llega él y en menos de tres meses sabe mucho de mí.
Me levanté aún llorando, miré mi rodilla y esta sangraba.
Tomé un taxi y me llevó a Dirty Dreams.
Hice una mueca al intentar quitar la sangre de mi rodilla.
— ¿Dónde estaba? Roger está como loco. — me dijo Abigail. Giró su rostro hacia la izquierda, fruncí el ceño.
— Cariño, mírame — ella negó con un sollozo, la tomé de la barbilla y la hice mirarme. — Santo cielo, lo lamento tanto. Ahora mismo iré a ver a ese imbécil — acaricié lentamente el moretón en su ojo.
— Está en su oficina — susurró con voz áspera.
Me dirigí allí y entré sin avisar.
— Agh — cubrí mis ojos al verlo follarse a Alondra. Ambos se vistieron, mascullando entre dientes.
— Siempre en el mal momento. — escupió Alondra.
Yo blanquee los ojos, Alondra se sentó en el sofá negro.
Sin importarme su presencia, inmediatamente tiré su botella de whisky al suelo.
— ¿Por qué mierda golpeaste a Abby? — pregunté severamente.
El me miró sumamente enfadado, podía jurar que temí de él.
— ¿Por qué le golpeé? — preguntó jocoso. — ¡Porque la muy idiota te pasó el teléfono con el imbécil la otro lado! — esquivé una botella que quería lastimarme. Bajó de su silla y tiró de mi cabellera. — No me creas tan imbécil Señorita, ese muchacho se está metiendo por tus venas — susurró cerca de mi rostro, plantó un golpe en mi mejilla. — Puedo verlo en tus ojos. — tiró más fuerte de mi cabello y se hizo caer sobre mi rodilla herida, me quejé. Golpeó mi rostro con su palma y con su puño. Lloré. — ¡Y no voy a permitir que eso pase! ¿me oíste mujerzuela? — gemí muy bajo y asentí. — ¡No te escucho zorra! — sollocé cuando volvió a golpear mi rostro.
— Sí Roger. — musité con voz débil.
— Siempre tan estúpida Amelia— se burló Alondra. Limpié mis lágrimas.
— Sabes que no puedes llamarme así. — le amenacé. Ambos rieron en mi cara.
— Conoce a la nueva Señorita. Bellísima, ¿cierto? — me miró. Tragué en seco. — Ya no serás más Señorita, ahora largo. — me indicó. Asentí y salí de su oficina, todas las chicas me miraron. Abby me miró con la tristeza sobre sus ojos.
— Señorita, permítame curarla. — se me acercó Abby.
— Detente ahí Abigail. — escuché detrás de mí la voz de Alondra. — Amelia ya no es más la Señorita. — rió. — Diles quién es. — masculló.
— Alondra ahora es la Señorita.— susurré con dolor en mi rostro. Todas intercambiaron miradas.
— ¡A trabajar putas! — gritó y todas comenzaron a hacer lo suyo. Pasando a mi lado me empujó.
— ¿Se encuentra bien? — me miró Abigail. Desmoroné en llanto, cayendo obre mis rodillas sin importarme el dolor de una de ellas.
Ahora sí se viene lo chido xdxdd 💔
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Heroine | Shawn Mendes©
Fanfiction"Heroína, mi pecado más dulce." Las prostitutas no siempre son tan malas como el desarrollo las cataloga. Esa mala costumbre del humano de generalizar todo. Es como los drogadictos; tal vez sólo se perdieron en el camino y tomaron las decisiones equ...