Capítulo I: La Gran Advertencia

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Publicado el 19 de Agosto 2017, Editado el 20 de Diciembre 2019.

No había noche alguna en la que no recordara lo que Hugo Strange me hizo a través de sueños.

Era como si lo estuviera viviendo otra vez, sólo que yo estaba como observadora—igual que en los presentimientos—; con la diferencia de que podía sentir aquél dolor como si fuera la primera vez.

Lo odiaba, lo repudiaba, lo detestaba.

De la nada, estaba en el techo del edificio donde Bruce, Lucas, Selina y yo nos reunimos la última vez. Allí fue cuando sentí que estaba cayéndome de ahí, ya sentía que me iba a estrellar contra el suelo.

Mi vida estaba por acabarse, un segundo más y ya mi cuerpo estaría estrellado contra el pavimento.

—¡Elena*! —Abrí los ojos al oír la voz de Bruce—. Elena, ya llegamos. Ya llegamos a Gotham.

—¿En serio? No me digas, pensé que llegamos a tu chalet en Suiza—bromeé.

—Es gracioso ahora que lo dices porque-

—Sólo vamos, Bruce.

Cuando Bruce accedió a mi petición de "darnos un tiempo" hace seis meses por todo lo que ocurrió, pasé una gran parte de esos meses con Agatha, Silver y Nina—en especial con Nina, ya que a pesar de todo Silver sigue dándome una mala espina—en mi chalet en Londres.

Estuve allí al menos hasta una semana antes de mi cumpleaños, allí Alfred me envió una carta diciendo que Bruce me extrañaba y que quería verme; y como yo también lo hacía me encontré en Suiza pocas horas después.

Si se lo preguntan, Bruce aún me gusta, aún lo quiero de esa manera en especial, pero sigo sin estar lista. Desde que me enteré por Alfred que por accidente maté al asesino de mi familia empecé a cuestionar toda mi existencia y, de hecho, también pensé por mucho tiempo que estaba loca.

Durante los seis meses lo hice, pero luego pensé en lo que Alfred, Lucas y Bruce me dijeron yo recapacité, pero aún así me arrepiento de aquella acción por más que haya sido en defensa propia.

—¿Sigue pensando en eso, Elena? —Alfred puso una mano en mi hombro.

Por fin dejó de decirme "señorita Elena" luego de mucho tiempo; al menos en privado, con Bruce y con los que me conocen de verdad.

—Desgraciadamente sí, Alfred. Sabes que Barnes me odia. Si se entera de que yo maté a alguien, inmediatamente trataría de ponerme en Blackgate o en la correccional para luego transferirme a esa penitenciaría cuando tenga 18. O posiblemente a Arkham, ¿quién sabe?

Alfred se sorprendió, y segundos después su cara cambió a una de arrepentimiento. Intenté usar una de mis nuevas habilidades, la telepatía, y así saber en qué piensa.

"¿Qué fue lo que hice? ¿Y si ella confiesa? Obviamente ella ya no puede más, Alfred, ella cree que... Oh vaya", fue lo que pensó. Se había interrumpido a sí mismo.

¿Que cómo sé cuáles son mis nuevas habilidades y, en el caso del más singular, poderes? En estos seis meses, he practicado un poco con las chicas y Agatha, con un poco de suerte no me desmayo al usar la telepatía, recuerdo cuando casi incendio la cocina de lo enojada que estaba...

... Con mis poderes. 

A veces mis emociones los manipulan mejor que yo misma.

—Elena, ¿está bien? Se encuentra algo pálida.

—Sí, Alfred, estoy bien. No comí antes de ir al avión, ni sé cómo fue que dormí—mentí.

La verdad es que esa es la única consecuencia de usar ese poder, y la más ligera comparada con las del uso de los otros. Allí fue cuando me fui con Bruce al auto y luego de unos minutos llegamos a la mansión Wayne y trajimos todas las maletas.

Gotham Cittá: El AscensoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora