En el hospital

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La novela ha sido editada, por lo que las escenas en cada capítulo varia, en esta parte encontrarás los que solían ser los capítulos -13/14- De ante mano, una enorme diculpa por las molestias que esto puede llegar a causar.

Cualquie duda con gusto la repsonderé.

-¿Tu madre vendrá?- me preguntó la enfermera Dian.

Hace dos horas que había llamado a mi madre y ella todavía no aparecía, pensé en que lo había olvidado, y no estaba muy equivocada, pero me gustaba creer que tenía mucho trabajo o que estaba en una situación importante, casi de vida y o muerte.

-Dijo que tardaría- le contesté.

Yo todavía me sentía sin fuerzas, pero no lo admitiría, me gusta fingir ser fuerte, no me gusta causar lástima, tampoco me agrada que crean que estoy indefensa o cosas así.

Dian miró al suelo, como si comprendiera que no llegaría, no la culpo, realmente no llegaría.

Me sentí como una idiota al pensar que mi  madre se tomaría un segundo de su tiempo para preocuparse por la seguridad de su hija, me pregunto ¿Por qué la gente tiene hijos si luego no los van a querer? Una pregunta triste ¿No?

La primera vez que me plantearon esta pregunta fue cuando visitamos un kínder, me había ofrecido como voluntaria para ayudar a las maestras, no se confundan, sui únicamente porque mi padre dijo que me aseguraba una buena universidad.

Era una escuela infantil para niños de “alto prestigio” como yo, y mientras platicaba con un niño de unos cuatro o cinco años me preguntó eso, muchos creen que los que tienen la vida más difícil son las personas “pobres” como muchos los llaman, pero no es así, también personas como yo conocemos el sufrimiento, tal vez aún más que otros.

Dian, abrió el almacén de medicinas, buscó una cajita demasiado pequeña, luego tomó una botella de agua natural, se acercó a mí.

-Toma- me dijo –Calmará el dolor-

Me tomé la pastilla sin dudar, una pastilla muy pequeña de color amarillo, que colores tan peculiares para un medicamento ¿No?

En fin, me metí la pastilla a la boca y me quedé como estatua por un momento, no pude moverme hasta que la medicina se deshizo en mi boca y me dejó ese mal sabor que provocan ganas de vomitar.

Traté de quitarme ese sabor y me tomé la mitad de la botella, no funcionó, por suerte siempre llevo unos chicles o mentas a la escuela, pues odio el mal aliento que deja la comida después de almorzar, así que jamás salgo de casa sin algo que mejore mi aroma.

Repito, me importa mucho la higiene, siempre verás en mi bolso mentas, desodorante y perfume, claro está el celular, el labial, el espejo, etc. Pero siempre con algo para mejorar mi olor; por suerte tenía unas pastillas de menta y eso mejoró el sabor de mi boca.

-Llamaré a mi tía- dije ya rendida, más para mí misma que para Dian.

Vida de una suicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora