Capítulo 7 | Necesito ese diario.

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Pregunta: ¿Quién duerme en la misma cama que Abby?


—Nathan —lo intercepté apenas se levantó de la cama —, ¿has visto el diario de mi madre? —mi voz aún sonaba ronca y desgastada

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—Nathan —lo intercepté apenas se levantó de la cama —, ¿has visto el diario de mi madre? —mi voz aún sonaba ronca y desgastada.

—No. La última vez que lo vi fue cuando te ayudé a cerrar la valija en casa. Estaba ahí dentro.

—Lo sé, sin embargo, no lo encuentro por ningún lado.

Poco a poco comenzaba a desesperarme. Nathan es el único que sabía de la existencia del diario de mi madre; él y nadie más, y, aun así, el diario no aparecía.

Se preguntarán porque mi primo era el único que sabía sobre la existencia del diario y no también mi tía. Resulta que, si mi tía se enteraba, iba a querer deshacerse de el como hizo con casi la mayoría de las cosas de mi madre. Decía que solo iba a hacerme más mal de lo que la realidad ya me hacía.

Nathan fue quien lo encontró y quien pensó que me gustaría tenerlo, que algún día iba a necesitar las palabras de mi madre.

—¿Por qué lo buscas? —me preguntó intrigado.

Debería contarle mi pesadilla, pero, por algún motivo que desconozco, las palabras no salen de mi boca, así que esquivé su mirada antes de responder:

—Por simple curiosidad. Supongo que me va a hacer bien despejarme un rato de todo lo que está ocurriendo aquí y pensé que leyendo el diario de mamá iba a poder hacerlo. Ya sabes, en estos casos me gustaría tenerla aquí a mi lado y pensé que la sentiría conmigo si leía alguna de sus palabras.

No era del todo incierto lo que dije, tenía su punto de verdad.

—Lo sé —me miró consternado —. No te preocupes Abby. Ya lo encontraremos.

Se acercó a abrazarme.

—Gracias primo.

—Cuando quieras, ¿sabes que eres mi todo no? Sos más que una prima para mí, sos mi hermana y voy a estar en todo para ti, sean problemas, dolores o risas. Voy a protegerte siempre —asentí.

El resto del día transcurrió tranquilo. No había ni una sola nube en el cielo y no corría ninguna brisa, por lo que hacía muchísimo calor.

A la tarde decidimos todos hacer un picnic en la orilla del lago. Al llegar allí, luego de colocar la comida y las mantas a un costado, nos metimos todos al agua. Esta estaba increíble, a temperatura ambiente, por lo que estuvimos ahí dentro unas cuantas horas, jugando y riéndonos como nunca.

Me encantaba ver como mis piernas se veían a través del agua, porque sí, el agua del lago era totalmente transparente, de modo que no salí hasta que mis dedos estaban del todo arrugados. Aun así, no quería irme, pero también me había empezado a agarrar hambre y una Abby con hambre puede ser feroz.

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