Capítulo 12 | Se lo tenían merecido

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Pregunta: ¿Quién le tiró un balde de agua fría a Abby?


—Se lo tenían merecido —comentaba Dylan mientras se limpiaba las lágrimas causadas por la risa

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—Se lo tenían merecido —comentaba Dylan mientras se limpiaba las lágrimas causadas por la risa.

—Claro que sí. Nathan no tendría que haberme tirado un cubo de agua fría ayer por la mañana, ni Jason y Evelyn deberían haberle seguido la corriente —no podía dejar de reír al recordar la cara que pusieron luego de ver la broma que les habíamos jugado con Dylan.

Resulta que nos pasamos toda la tarde de ayer ideando un plan para poder molestarlos. Tuvimos varias ideas, algunas muy buenas, sin embargo, no contábamos con los elementos necesarios para poder llevarlas a cabo y otras muy malas.

Nos habíamos decidido por: mientras ellos dormían en las carpas durante la noche, nosotros nos encargaríamos de colgar sus pertenencias en los árboles. Sus bolsos colgaban de las copas de varios mientras que sus ropas interiores colgaban de las ramas más bajas.

En total habíamos cubierto tres árboles, uno por cada bolso. Confirmábamos que los colores de sus prendas le daban un toque divertido a la naturaleza.

La mejor parte de nuestra noche fue encontrar una prenda íntima de Nathan. Era como una especie de tanga roja por detrás, pero por delante salía un elefante, y en la trompa de este iba colocado su amigo funcional; llamado por él: "Nathanator".

Debo admitir que al principio me dio mucha vergüenza encontrar eso, en especial porque es mi primo y saber que usa esa ropa interior no era una de las cosas que yo debería o quería saber, aunque al instante esa vergüenza se esfumó gracias a que Dylan empezó a bromear sobre las cosas que Nath seguramente hacía con la prenda. Tuvimos que controlarnos mucho para no despertar al resto de las carcajadas que largábamos.

Esa prenda nos encargamos de colgarla en una de las ramas de una manera que no pase desapercibida por nadie.

—Lo mejor de todo, fue ver la cara de Nathan cuando vio que habíamos descubierto su prenda más preciada; y más cuando todos empezaron a bromear sobre ella. Tendríamos que hacer equipo de bromas más seguido Abbs.

Asentí. Mi risa me impedía poder hablar.

Nathan se había puesto rojo como un tomate, aunque no sabíamos si era debido a la vergüenza, al enojo o por ambas cosas. Supongo que nunca hubiera pensado que alguien podría llegar a revisarle el bolso y encontrar entre su ropa una prenda digna de un sex shop. Mi pregunta es: ¿para qué la habrá traído?

Tal vez, debería ir a disculparme luego con mi primo, pero primero quiero torturarlo un poco más. Eso se llama amor de casi hermanos.

Dylan y yo estábamos sentados en un tronco cercano a las carpas. Al rato de calmar nuestras risas, le pregunté:

—¿Crees que nos la devolverá y se vengará?

—Sinceramente, no. No creo que quiera que lo vuelvas a humillar en algún tiempo cercano.

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