/9/ Eres como mi otra mitad.

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Narra Becca.

Me recargué en la mesa que estaba en el cuartito donde se guardaban las cosas de deporte mientras acariciaba mi vientre.

Ya estaba cansada porque tenía mucho tiempo esperando cuando escuché unas voces acercándose y me enderecé.

—Tú te llevas los conos —dijo Terrence—, mientras yo me llevo los cascos.

—Bien, ¿tienes las llaves? —ese era definitivamente Justin.

—Sí, espera —escuché un tintineo y después el sonido de la cerradura abriéndose—. Pasa, el interruptor está a la derecha.

Cuando se encendió la luz vi a Justin frente a mí y a Terrence aún afuera. En cuanto Justin notó mi presencia se quedó estático por un momento y luego volteó a ver a su amigo.

—¿Qué es esto?

Terrence sólo sonrió maliciosamente y entonces Justin intentó salir pero el chico fue más rápido que él y cerró la puerta en su cara.

—¡Necesitan hacer las paces! —gritó y luego se escucharon sus pasos. Justin me miró nuevamente y suspiró.

—Perdón —dijimos los dos al mismo tiempo. Nos sonreímos y él volvió a suspirar.

—Perdón por lo que sea que haya hecho —le dije.

—No hiciste nada, soy un idiota, perdóname por alejarme así.

—No puede ser que  te hayas enojado por nada —me crucé de brazos—. Dime qué te molestó.

—De verdad, no tiene importancia —sonrió—. Sólo que no quería que pensaras que me estaba aprovechando de ti —dijo rascándose la nuca—. Me ayudas en todo, me alimentas —rió—, no sé, haces todo por mí y creí que estabas cansada.

—Sí eres un idiota —reí y me miró feo—. ¿Cómo me voy a cansar de ti? —tomé sus manos y me acerqué a él—. Sabes lo importante que eres para mí, te he dicho que eres como mi otra mitad y me dolió mucho que no estuvieras conmigo, no me gusta que te enojes, aún menos cuando ni siquiera sé por qué.

—Lo siento, otra vez —me sonrió—. Ven aquí —me abrazó fuerte y yo puse mi brazo frente a mi estómago discretamente—. Te adoro.

—Yo te adoro más.

—Bueno pues ahora que todo está arreglado,salgamos de aquí.

Salimos del cuartito y nos tomamos de la mano para caminar por los pasillos. En nuestro camino vi el cartel que anunciaba el partido del viernes y recordé mi deuda.

—Oye, hay algo que tienes que hacer como recompensa por abandonarme durante dos semanas.

—¿Qué quieres? —sonrió y besó mi mejilla.

—Que entres al equipo de Hockey y juegues el viernes.

—No se diga más, mañana regreso al entrenamiento, pero ¿y si gano? ¿cual será mi premio?

—Te quedas a dormir en mi casa. Mi mamá te extraña también —reímos—. Habrá helado y palomitas.

—Trato hecho.

Yo soy el papá | J.B |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora