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Cuando vivía en Estados Unidos, estaba bien tener la idea de que a lo largo de la preparatoria dejaría de ser virgen. Después de todo, todas las series de televisión (que no fueran de Disney) mostraba que era de lo más normal tener relaciones sexuales en ese período, sobre todo si era con una porrista. Y si para el día de su graduación no había tenido sexo con alguien, sería un fracasado. Así de simple. No era algo que se dijera, era algo que únicamente se sentía. 

Pero cuando -durante el verano de sus dieciséis años se mudaron a Corea del Sur. Se dio cuenta pronto que las reglas de juego habían cambiado y que no podía seguir comportándose como un niño norteamericano en el pequeño país asiático. 

La única charla relacionada al tema que tuvo con su padre fue cuando lo tomó de su brazo y le susurró medio apurado. Nada de ideas raras, nada de comentarios raros, nada de novias, nada de nada hasta que te vayas a la universidad. Así funciona la vida aquí

Seguramente su padre suponía que en alguna clase de su antigua escuela le habían explicado como funcionaba su escuela. Pero Johnny, quien ahora se llamaba YoungHo, no quería preguntarle más cosas porque parecía un tema demasiado tabú. Nadie lo había dicho, pero así como su anterior idea sobre el fracaso, era una cosa que se podía sentir en el aire. 

Mientras en Estados Unidos era toda una osadía robar cervezas de la heladera de tus padres, en Corea del Sur estaba mal visto que los jóvenes fumaran o tomaran alcohol. Pero aun así había adolescentes locos a los que no parecía importarle nada y lo hacían de todos modos. Así que Johnny pensó que si estaba mal tomar un vaso de cerveza, acostarse con alguien siendo menor de edad debía ser alguna clase de pecado capital. 

Extrañamente, quitar aquella presión de sus hombros fue algo que lo alivio. Porque si era sincero consigo mismo, Seo YoungHo todavía no tenía ni el más mínimo interés en esas cosas. 

Se habían mudado al país natal de sus padres por la única cuestión que hace a los adultos moverse: un tema laboral. Había salido una muy buena oferta para su padre y tanto su esposa como su hijo tuvieron que dejar toda la vida que tenían en Chicago y aceptar sin rechistar.

  — ¿Por qué me tengo que cambiar el nombre? — preguntó Johnny, caminando como un pollito que sigue a su madre por toda la cocina. A él le gusta llamarse John y le gustaba que le dijeran Johnny. Era parte de su esencia. 

 — Así como nosotros nos cambiamos el nombre al ir a trabajar a EEUU. Es para... No desencajar tanto. Tú no estás acostumbrado porque no has vivido aquí nunca, pero aquí la gente es un poco... cerrada en cuanto a muchas, en serio muchas, cosas— comentó su madre, en un tono bajito, seguramente para que su esposo no la escuchara. Acomodó con dulzura el cabello de su hijo.— No quiero que la pases mal aquí. Así que intenta no llamar mucho la atención en la escuela, tal vez no, pero podría atraer cosas malas. 

YoungHo estaba por comenzar su preparatoria y hacer la equivalencia de materias había sido toda una batalla para que le reconocieran sus conocimientos. Y aunque podría iniciarlo como todos los demás, sabía que tendría que esforzarse un poco más que los demás. No para sobresalir, si quiera para estar al corriente. 

Miró a su mamá por sobre su hombro, ella movió su mano desde dentro del coche, a modo de despedida. Johnny pensaba que si ni siquiera sabía como ir desde la escuela a su casa sin perderse todavía, tenía pocas posibilidades pasar desapercibido como su madre quería. 

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