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Había un grupo de personas amotinadas y en el medio, un chico. Chittaphon estaba en el medio, contando una de sus anécdotas en su país natal y todos sus compañeros de cursos estaban fascinados escuchando el cantarín acento que se mezclaba con las palabras coreana.

Por otro lado, el grupo de iljin que YoonOh había llamado así, habían desaparecido. Pero sí Johnny veía por la ventana, podía verlos fumando en el callejón que estaba a la vuelta. YoonOh estaba sentado en su banco, haciendo alguna tarea. Mientras tanto él, estaba escuchando música con los auriculares puestos al mismo tiempo que intentaba resolver los ejercicios.

Nunca se había imaginado a sí mismo haciendo tareas en su tiempo libre, pero tenía que aprovechar que tenía a YoonOh al lado que parecía entender más las cosas que él. Pero no era el único, había muchos estudiantes haciendo lo mismo que ellos así que no se sentía como un bicho raro.

La mueca extraña que puso YoonOh en el rostro, hizo que se quitara los auriculares.

Entonces, mirando en dirección hacia dónde su guía estaba mirando, prestó atención a lo que Chittaphon estaba contando. Pero el ruido de las chicas chillando era más fuerte que la voz suave del chico.

—... Por eso nunca deberían salir con un japonés — les aconsejó, entre risitas. En eso llegó el profesor y todo el grupo se dispersó, volviendo a sus asientos.

Johnny ladeó la cabeza, sin entender del todo, pero teniendo una ligera idea de lo que había pasado.

De alguna forma, Chittaphon era increíblemente popular. En el almuerzo la gente se empujaba para sentarse a su lado y el simplemente se reía. Todos decían que era realmente interesante, aparte de que su origen extranjero le daba cierto aire exótico.

Pero YoonOh se había mantenido tan alejado como pudo, incluso si el chico intentaba sacarle plática cada dos por tres. Si era para pedirle un resumen o para que le explicara un tema, o si no, era para que le contara el significado de alguna palabra que no entendía.

Había cruzado en par de palabras con Johnny pero él no quería meterse en el centro de la atención paseando por ahí, hombro con hombro, con el chico que robaba todas las miradas. Así que se limitaba a darle los buenos días con una sonrisa de cuando en cuando.

— Un día sus historias lo harán chocar su nariz contra el piso — comentó YoonOh, mientras guardaba sus cosas en su mochila.

— ¿Chittaphon?

YoonOh asintió, con pesadumbre.

— Por el momento, el destino debe quererlo mucho. Pero si los chicos del fondo se enteran que hay un homosexual en nuestro salón, no lo dejarán tranquilo — ordenó su silla y salió. Johnny caminó a su lado.

Era cierto que quizá lo atractivo de Chittaphon era que era abiertamente homosexual y no tenía problema en contar miles de anécdotas en diversas tonalidades. Así que los recatados alumnos coreanos parecían fascinados con la forma tan sencilla que tenía de encarar la vida.

A Johnny también le resultaba interesante su resolución, pero no podía evitar pensar en las palabras de sus padres, sumadas a las de YoonOh. Todo parecía indicar que tanta atención no podía ser buena.

Dejó caer los palillos suavemente, estaba cenando junto a sus padres. Si lo pensaba, su progenitor no era tan viejo y la sociedad coreana no había cambiado tanto. Los pensamientos seguían dando vuelta en su mente.

— Papá, ¿cuando ibas a la escuela habían chicos abiertamente gay? — preguntó, intentando que no se notara la enorme curiosidad que sentía.

Su mamá miró a su papá, ellos se miraron como recordando sus años de secundaria.

— No habían — comentó, echándose hacia atrás en su silla. — Probablemente alguno era así en secreto, porque a ningún padre de esa época le hubiera hecho feliz enterarse de eso y en la escuela todo se transmite rápido. Además, si sus padres no los castigaban, seguramente lo harían algunos chicos de la escuela.

— ¿Te acuerdas de SunHee? — preguntó la mujer a su esposo — Su hijo tuvo que terminar la escuela en casa por lo abusivos que eran y eso que eso sucedió hace un par de años nada más — su mamá sacudió su cabeza, con un gesto grave, no estaba de acuerdo con todo eso.

— ¿Por qué lo preguntas, John? ¿Tienes un compañero así?

— Sí, tengo un compañero gay, papá.

— No te juntes mucho con él — los ojos de Johnny se abrieron mucho ante la sentencia de su padre. — No quiero verte llegando con el cuerpo lleno de moretones y cortadas sólo porque se te ocurrió hacerte el héroe.

aDonde viven las historias. Descúbrelo ahora