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Cuando levantó la vista, vio a TaeIl corriendo hacia él. El chico pequeño avanzaba con la carpeta de AVEN entre sus manos. La preocupación era tan obvia en su rostro, que Johnny se sintió mal de haberlo hecho sentirse de ese modo. Sin embargo, congelado en su lugar, tuvo que ver como el mayor llegaba frente a él. Su falta de aliento se mezclaba con el vaho que rodeaba cada una de sus respiraciones. 

  — ¡Te estuve buscando por más de tres horas!— exclamó, apoyando sus manos sobre sus muslos, intentando recuperarse de la corrida que se había mandado. 

Johnny prendió su teléfono y, efectivamente, se encontró con miles de llamadas de todo su grupo de conocidos, pero específicamente de TaeIl y se sintió incluso peor. Pero había necesitado tanto desconectarse del mundo un rato, que no se dio cuenta que podría preocupar a alguien. Ni siquiera sabía cómo había dado con él. 

— ¿Cómo me encontraste?— preguntó, temblando ligeramente por el frío. No esperaba estar hasta tan tarde en la calle. 

— Fui hasta tu departamento y ahí me encontré con Mark, él me dio la dirección de tu padre. Como no estabas allí, él me dijo que probablemente habías venido aquí— respondió, mirando a su alrededor, apreciando la pequeña plazita. 

— Cuando vine a Corea del Sur vivía a un par de calles de aquí— comentó, sintiendo como el mayor se sentaba a su lado. Su mirada perdida en la calle que había transitado tantas veces.— Desde hacía años que no venía— añadió, anonadado por lo mucho que había cambiado el vecindario. Se giró un poco para ver al mayor.— No quería preocuparte, lo siento. 

— No, no— TaeIl sacudió su cabeza suavemente.— Entiendo que hayas necesitado tu tiempo. Fue un poco loco lo que sucedió. 

— ¿Tú lo creías?

— ¿Mh? ¿Qué cosa? 

—  Que te engañaba.  

TaeIl miró sus pies, bastante avergonzado de la línea de pensamientos que había tenido.

— No. Pero pensaba que no te gustaba realmente. Y, ya sabes, lo entendía porque siempre pongo mi carrera primero antes que cualquier cosa. Siempre estoy ocupado y no soy una persona muy divertida con la cuál pasar el tiempo. No serías la primera persona que se aburriera de eso. Quizá no sea esto que aquí se describe— señaló la carpeta.— Y aunque he pasado ese tipo de situaciones dónde la gente se aleja corriendo, no puedo ni imaginarme cómo te debiste sentir este tiempo. 

— Creo que debí decírtelo antes... Pero realmente tenía mucho miedo de que decidieras que no valía la pena—. Suspiró pesadamente, aún sin atreverse a mirarlo.— Siempre me dije a mí mismo que no debería ocultar quién soy, pero me acobardé. 

TaeIl movía sus pies de adelante hacia atrás, sin saber qué decir. No era muy bueno para esas cosas y lo único que tenía en mente era abrazar al muchacho alto a su lado, pero eso se vería raro dado que estaban en medio de una plaza.

— Creo que podríamos seguir hablando de esto en mi casa, ¿no?— preguntó, con su rostro absolutamente rojo. Johnny sonrió y asintió. 

El camino en taxi al departamento de TaeIl fue el trayecto más largo de toda su vida. Cada uno sentado sobre la ventanilla, escuchaban en silencio la música que la radio del taxista reproducía. El enorme espacio entre ambos parecía más enorme conforme se acercaban a su destino. El corazón de Johnny latía sobre su garganta, no conocía la casa del mayor. De algún modo, por razones del destino, había permanecido lejos de aquel sitio. 

Como cualquier otro estudiante, vivía en un pequeño departamento en esos edificios de escaleras largas que él encontraba particularmente pintorescos. La arropante calidez del interior de la casa los recibió luego de haber estado mucho tiempo expuestos al frío. Pronto, el mayor prendió la calefacción y le ofreció algo para tomar. Ambos decidieron tomar té. Sus abrigos y zapatos quedaron desparramados en el pequeño hall ubicado justo en la entrada. 

A Johnny le pareció gracioso que alguien tan diligente, fuera tan desordenado. Aunque en el caos que era el sitio (y lo tierno que lucía TaeIl avergonzado por el desorden), él podía leer cierto orden que no le pertenecía. Sentados en el piso, junto al ventanal que daba a la mejor vista que se podría conseguir en medio de la bulliciosa capital, el cielo nocturno obstruido por otros edificios se abría ante ellos.   

Se dedicaron a hablar sobre muchas cosas; respondió cada una de las preguntas de TaeIl quién tenía el entusiasmo de un niño que ha descubierto algo nuevo. Sorprendentemente, YoungHo también hizo muchas preguntas y se encontró a sí mismo teniendo la primera charla honesta y madura respecto a la sexualidad con alguien en quién tenía un interés amoroso. 

La calidez de la taza entre sus dedos pronto fue reemplazada por los brazos del mayor que lo atrajeron contra él, su cabeza descansó en su hombro y se sintió tranquilo. Una de las manos de TaeIl acariciaba con parsimonia su cabello. Era una posición bastante graciosa porque estaba seguro de que el mayor no había tomado consciencia de que era notoriamente más pequeño que él y por lo tanto había terminado medio recostado; pero, incluso con lo extraño que resultaba aquello, era increíblemente cómodo. 

—... Y lo más divertido es que creo ser alguien bastante afectuoso, pero siempre me ha dado nervios mostrarme así porque no quiero que mis acciones se malinterpreten— siguió contando, motivado por la confianza y la sutil fuerza que las caricias sobre su cabellera le daban.

— Creo que soy malo siendo afectuoso. No lo sé, me siento como cuando juegas Tetris y no sabes dónde poner cada pieza, sólo que con mis extremidades. ¿Es el momento de abrazar? ¿Es el momento de darle un apretón en el hombro? Realmente nunca lo sé— confesó, entre risas.

— Creo que me estoy dando cuenta de eso— se rió Johnny.

TaeIl lo miró, luego observó bien la posición chueca en la que el menor se encontraba. Así que lo soltó, tapando su rostro con sus manos.

— ¡Por Dios, no me di cuenta! ¡YoungHo! ¿Por qué no me dijiste que estabas todo incómodo?— exclamó, terriblemente avergonzado. 

— Porque no lo estaba— murmuró, manteniendo una sonrisa en su rostro.   

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