Las consecuencias de escribir sobre una misma...

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El libro salió un miércoles.
Nerea fue la primera en terminarlo. Me escribió un mail el jueves a las doce de la noche
dándome la enhorabuena. Le había gustado mucho, aunque quería aclarar algunas dudas sobre su
personaje.
“¿En serio soy tan estirada? Voy a tener que soltarme la melena. Y, vaya, Val, debes quererme mucho
porque no soy ni de lejos tan guapa como cuentas en tu libro.”
Sonreí. Al menos ella se lo había tomado con humor y había pasado por alto los comentarios no
siempre bienintencionados que yo había vertido sobre la educación que le había dado su familia.
Nerea no quería enfadarse conmigo por algo que, no obstante, hacía mucho tiempo que sabía. Nunca
he tragado demasiado a su madre y es algo que no consigo disimular.
Y así, en su correo electrónico, se despedía dándome las gracias y confesando lo importante que la
hacía sentir ser el personaje de una novela publicada.
“Lo más emocionante será que nadie sabrá que soy yo, como si fuera una súper heroína.”
Lola fue la segunda. Lo leyó de un tirón. Había acabado el libro a las seis de la mañana y no
había ido a trabajar con la excusa de que no había pegado ojo. En realidad, había pasado la noche
muerta de la risa. Por Lola no debía preocuparme, pero en su conversación, antes de acostarse a las
ocho de la mañana, me dijo que iba a tener que tratar ciertos temas con más cautela cuando la sucia
periodista estuviese delante. Creo que la sucia periodista, en este caso, era yo. Lo cierto es que le
había encantado verse a sí misma en su papel de mujer fatal y que además recordara siempre sus
respuestas ingeniosas.
Carmen y Borja hicieron una competición para ver quién acababa antes el libro. Ganó Borja.
Estaba muy emocionado con el hecho de que en mi imaginación fuera una suerte de Bogart y no
pareció importarle que Nerea le juzgara en un primer momento cómo lo hizo. Borja era un chico
maduro y estaba de vuelta de todas estas cosas.
Carmen, sin embargo, se sintió un poco más molesta, pero no por su papel; le había gustado mucho
poder verse a sí misma con los ojos con los que las demás la veíamos. Se sintió fuerte, pero me
confesó en un mail que había ciertas cosas que preferiría que Borja no supiera de ella. Supongo que no
lo diría por su “inconfesable” pasión por Facebook, porque de eso Borja seguro que ya se había dado
cuenta.
Carmen para sus cosas era muy suya y no es que me moleste. Al contrario. Me sentí algo culpable.
¿Qué derecho tenía yo de airear sus historias amorosas por ahí? Sin embargo, no se enfadó. Me
reprendió, lloriqueó y después me prometió salir aquella noche con nosotras y, de paso, traer el libro
para que lo firmara.
Ya había vendido, al menos, 4 ejemplares. Esperaba que no fuesen los únicos, porque me había pasado
por el banco a actualizar mis dos libretas, la de mi cuenta corriente y la de ahorro, y había tenido
ganas de tirarme bajo las ruedas del primer coche que pasase por la calle. Alguien se iba a tener que
apretar el cinturón muy mucho o… buscar otro trabajo.
Adrián y Víctor me preocupaban incluso más que mi penosa situación financiera. El hecho de
que describiera con pelos y señales mis encuentros sexuales con Víctor podía dolerle a Adrián como
un disparo en pleno estómago. Sin embargo, incluso barajando la posibilidad de que aquello le cayera
fatal y decidiera no volver a verme en su vida, había una parte de mí que se resistía a arrepentirse de
ello. No estaba segura de si se trataba de mi venganza personal, pero la Valeria más chulita me daba palmaditas en la espalda y me convencía de que no había ninguna mentira en aquellas páginas. Si
Adrián no quería saber la verdad de las cosas, que cerrara los ojos o se pusiera de cara a la pared.
Pero… ¿no era un poco cruel por mi parte haber aireado los detalles del final de nuestro matrimonio
de aquella manera? ¿No significaba aquello que yo aún estaba demasiado dolida?
Escrito o no, seguiría sin saber si él mentía con el tema de su relación con Alex. Y es que, lo
que yo había escrito en mi libro era, solamente, lo que yo imaginé que había pasado entre ellos. La
verdad es que el resultado de aquel viaje de Almería pudo ser el primero, el último o uno de tantos
polvos en una relación mucho más consolidada de lo que creía. No sabía más y además, debía
resignarme. Adrián no publicaría un libro con todos sus sentimientos para que yo pudiera
comprenderlo. Tendría que hacer el esfuerzo por mi cuenta.
Aun así, tranquila al seguir teniendo a Carmen, Nerea y Lola de mi parte, me preparé para salir
aquella noche a celebrar que si funcionaba como tocaba, tendría una secuela que escribir y vender y…
seguir tirando.

Valeria en el espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora