Prólogo

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Desde mi lugar observaba cada movimiento, cada risa, cada gesto que sus amigos producían en él. Era hermoso, sin duda alguna. Me sentía como una psicópata por estar acosándolo a cada segundo, pero me resultaba incomodo no mirarlo por mucho tiempo.

Me encontraba recostada en un árbol a una distancia prudente de la cafetería esperando que suene la campana y entrar a clases.

Una de las chicas que estaban sentadas a sus alrededores se sentó sobre sus piernas. Inmediatamente tuvieron contacto físico sentí una rabia recorrer mi cuerpo. Me alejé para no explotar, sabía que no podía sentirme así, ni siquiera me conocía pero sentía que a pesar de aquello, tenía alguna conexión conmigo.

Me tomé el resto del tiempo que quedaba antes de entrar a clases a solas, no busqué a Sophia en ningún momento, sabía que sospecharía que sería por Javier pero no me importaba.

Me dirigí a mi clase. Entré con el grupo y ya Sophia tenía un asiento reservado para mí. Sophia fue mi mejor amiga desde la infancia, era una de las pocas personas que me entendían, era especial para mí aunque no se lo decía muy a menudo.

—Hola Nathy —dijo mientras señalaba mi lugar —te busqué antes de entrar a clase. ¿Donde estabas?

—Fui por unos papeles —frunció el ceño.

—¿Cuáles papeles si se puede saber?—conservé silencio y me limité a mirarla —Nathalia...

—Está bien. No salí a eso—Bajé la mirada.

—Fue por Javier. ¿Cierto? —me puse nerviosa al escuchar su nombre. La miré a los ojos, me miraba atenta esperando mi respuesta. Asentí. — Lo imaginé —suspiró y tomó mi mano. —Nathalia, debes dejar eso. Quizá si supiera que existes te hablaría y trataría de ser tu amigo. Quizá luego algo más.

—¡No! —todos voltearon hacia nosotras. Mi corazón empezó a palpitar con mayor rapidez.

—No pasa nada —Anunció Sophia cuando notó que todos en el salón nos observaban. —Nathy —dijo volviendo a poner su atención en mí. —Sabes que sólo quiero ayudarte —ésto último lo dijo con un tono suave el cual me tranquilizó un poco.

—Sophia —suspiré —Sabes que pienso acerca de eso y no voy a ceder, prefiero estar alejada de él. No tengo tiempo para chicos.

—Vamos a un terapeuta, podrás superar todo esto y estarás mejor, estaremos mejor...

—No estoy enferma. ¿No entiendes? ¿Cuántas veces lo repetiré? ¿Cuando dejarás de insistir?—dije con hastío.

Antes de que pudiera responderme, llegó el profesor y enseguida comenzó su clase.

***

Sonó el timbre, llegó la hora de salir. En realidad me sentía cansada, no fue mi mejor día—aunque nunca tenia días buenos —sólo quería llegar a casa y recostarme un rato.

—Oye, deja el aburrimiento, casi no salimos por tu miedo. ¿Que tal si vamos a la playa?

—No quiero Sophia, estoy cansada—contesté.

—Vamos por favor, sólo un rato—dijo con una pizca de ruego en su tono.

—Está bien. Vamos.

—Paso por ti a las siete—me dio un beso en la frente y me dirigí a casa.

Al llegar, me tiré en la cama y en cuestión de segundos o quizá minutos me quedé dormida.

***

Me desperté de golpe por el sonido de mi celular. Era Sophia, me había enviado un mensaje.

"Ya salí para allá"

¡MIERDA! entré a toda prisa al baño y me duché lo más rápido posible. Me puse unos vaqueros, un jersey color negro y unos vans blancos. Justo cuando iba a soltarme el pelo sonó el timbre. Sabía que había llegado. Bajé las escaleras y abrí la puerta.

—¿Lista? —preguntó Sophia

—Si —dije soltándome el cabello. Por suerte mi cabello no me daba muchos problemas, así que lo solté, cayendo a mis hombros.

Nos dirigimos a su camioneta, subimos y en varios minutos ya habíamos llegado a Miami Beach. Por suerte no vivíamos tan lejos, eran minutos desde Downtown. Sophia sacó del maletero una manta. Nos sentamos cerca de la orilla. En realidad me gustaba la playa; el aire fresco, el ruido de las olas y la paz que ésta transmitía... En fin, me encantaba.

Duramos unos minutos en silencio, en realidad fue un silencio agradable. Mayormente me sentía vulnerable y débil, en ese momento fue diferente. Sin pensar bien lo que diría, pregunté sin más.

—¿Crees que algún día seré una persona normal? —Sophia me miró y sonrió

—Ser normal aburre, tu eres única. No vuelvas a pensar eso, sólo que en ocasiones necesitamos ayuda y no lo reconocemos. Tú por ejemplo.

Recordé su propuesta de ir con un terapeuta, sentía una confusión en mi cabeza y no me era capaz de tomar una decisión correcta, Sólo que, el miedo me hacia flaquear.

—Quizá tengas razón. Quizá no. Lo pensaré.

Cuando era pequeña mis padres me llevaron con un terapeuta pero yo me negaba a verlo. Dijo que tenía trastornos que asemejaban al de una persona Neurótica, aunque no era precisamente esa, dijo que mi caso es especial.

—Nathy —dijo Sophia esfumando mis pensamientos.

—¿Qué? —contesté

—Mira quien está allá —me di la vuelta y allí estaba él, con su pelo lacio mojado al igual que su cuerpo provocador. Salía del agua junto a uno de sus amigos, Austin. Aunque no había tanta claridad podía notar el brillo de sus ojos verdes con la luz de la luna reflejada en ellos. Inmediatamente lo observé mi corazón se aceleró y me sentí asustada. Como si algo malo podría pasar. Estábamos muy cerca...

—Vayámonos por favor —le dije a Sophia un poco desesperada. Abrió bien los ojos.

—¿Pero que pasa Nathalia? ¿Acaso viste al mismo demonio? Ya deja eso por favor.

—No quiero estar aquí —Vi como Javier iba en dirección a nosotras y me puse más nerviosa. Quería salir corriendo de allí. Cuando hice impulso con las manos para salir corriendo Sophia me agarró por la muñeca y me sentó de golpe.

—¡Nathalia! Tranquila por favor, respira, te dará un infarto —mi respiración se normalizó un poco al ver que Javier tomaba otra dirección. Iba a su grupo de amigos.

—Lo siento —dije y enseguida las lágrimas comenzaron a correr por las mejillas. Me abrazó y no pude evitar pensar en que sólo sería una rara, una débil que no puede ser como una chica normal de diecisiete años.

Desasociego. [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora