Capítulo 8

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— ¿Estudiaste para el examen de matemáticas? —pregunta Sophia mientras nos sentamos en los asientos de nuestra próxima clase.

— Es en tres días avisé  

  — Eso lo sé — contestó

 — Si, ya lo hice— dije poniendo mis libros sobre la mesa

  — Bien  — contestó. Mi celular sonó. Era un mensaje. Lo tomé enseguida. Nunca en mi vida me había puesto tan ansiosa por un simple mensaje. Los nervios comenzaron a atacarme y el miedo regresó. Sophia notó mi nerviosismo— ¿Pasa algo?— Miré los mensajes y sí. Era él.

  — Javier respondió mi mensaje. —Dije

  — Déjame ver — Dice haciendo un movimiento rápido inclinando su mesa hacia la mía. Hice caso omiso a sus palabras y guardé el celular.

  — Ahora no — Respondí. Estaba nerviosa. Por algo tan simple. Sophia bufó y retomó su postura.

   El profesor de matemáticas entró al aula y comenzó su clase.

—Como todos saben, en tres días tendremos un examen —se detiene y mira hacia la puerta. —Todos deben de estar preparados. Nadie puede reprobar en estas circunstancias —hizo otra pausa y miró nuevamente hacia la puerta. Algunos estudiantes miraron a ver de que trataba. Al parecer, nada importante —por tal razón, pedí ayuda a dos estudiantes de último año para darles tutorías. Es obligatorio asistir. —Matemáticas, una de las materias que estaban en mi lista de horrores. ¿Cómo ser buena en algo que odias? En verdad no lo sé —Esos estudiantes son; Javier y Alex —Mi corazón se aceleró con sólo escuchar su nombre. Más cuando logré ver que entraba a nuestro salón. Dios mío, no sabía que hacer en ese momento y volteé asustada. Unos de los chicos de la clase me miró con el ceño fruncido. Tiré los libros al suelo e hice escena de estar recogiéndolos. No podía dejar que me viera. ¿Y si me odia por lo que hice? Desde el piso, sólo podía ver sus pies, vi como se movió hasta el centro del pizarrón.

—Son de los más sobresalientes de su salón —resalta el profesor —por tal razón estarás ayudándolos. Estarán divididos, cada uno estará con cinco estudiantes —solté el aire de mis pulmones. Por un momento me imaginé como sería. —Los chicos que estarán con Alex lo mencionaremos en otra ocasión, no asistió hoy.

Subí de nuevo a mi asiento y vi como Javier miraba al rededor del aula. Bajé mi cabeza y coloqué los libros delante de la misma. Me limité a escuchar. No miraría.

—Las personas que necesitan tutorías están seleccionadas, Javier dirá sus nombres.

—Según el desenvolvimiento de estos cinco estudiantes, que mencionaré en breve. Están en el deber de asistir a las tutorías —Cuando escuché su voz, comencé a temblar. Traté de contenerme pero su voz era algo sobrenatural. Una voz tan varonil y hermosa. Me quedé quieta mirando por la ventana, mientras el continuó hablando —Éstas cinco personas son: Verónica, David, Jessica, Nathalia y Jay. —inmediatamente mencionó mi nombre, mi corazón se paralizó. ¡No! ¡No! El aire comenzó a pasar por mis pulmones con dificultad y mi visión se tornó borrosa. Un fuerte dolor de cabeza me invadió. Cerré los ojos para menguar un poco el dolor. Me desconecté de lo que en mi mundo pasaba y me sentía atrapada en medio de lobos hambrientos. ¿Qué haría ahora? ¿Cómo podía salvarme de ello? Por más que intento apartarme de él, algo vuelve y sucede. ¿Acaso esto es castigo? ¿Por qué todo me sale al revés?

Javier se retiró y continué con la cabeza pegada en la mesa. No sabía que hacer, como esquivar. Se volvía algo inevitable. El profesor continuó con la clase. No presté atención, yo sólo estaba pensando en todo lo mencionado hace minutos.

Una vez terminada la clase, salimos a almorzar. Nos sentamos en nuestra típica mesa.

—¿Cómo te sientes luego del primer día de tratamiento? —preguntó dándole un sorbo a su bebida

—A decir verdad. Me siento un poco diferente —Era cierto. Luego de tomar las pastillas que me había entregado el Psicológico me sentía mejor. Podía dormir, más tranquilamente.

—Te dije que resultaría —dijo sonriendo.

—Estamos avanzando —por el rabillo del ojo, vi que alguien colocó sus manos sobre nuestra mesa. Volteé rápidamente. Austin. Mierda.

—Hola, ¿Cómo están? —dijo una vez notamos su presencia.

—Bien —Sophia respondió. Yo sonreí, bajé la mirada.

—Hola —dirigió su atención en mí. Me sentí desesperada, no quería que estuviera cerca de mi, Javier podía aparecer en cualquier instante.

—Hola —dije tímida.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó intrigado. Lo miré a los ojos. Él esperaba mi respuesta. No respondí y miré a Sophia. Ella hizo un ademán en conjunto con una sonrisa. Lo miré nuevamente y respondí.

—Na-thalia —dije nerviosa.

—Lindo nombre —contestó.

—Gracias —ésto último lo dije sin titubear. No mostré tanto miedo. Lo sentí.

—Luego te tomará más confianza — dijo Sophia.

—No hay problema —Asentí.

Le dijo algo en el oido a sophia y luego se marchó. Nos quedamos conversando nuestro tiempo restante a solas. Debo destacar que no me sentía igual que en días anteriores.

***

Sonó el timbre y enseguida una oleada de miedo me invadió. Debía is a las tutorías, eso implicaba ver a Javier. Estar cerca de él. Recordé que no había visto su mensaje y enseguida lo abrí.

Javier a número desconocido, 9.05 AM:

"¿Quién eres?"

Javier, 2.01 PM:

"Sólo discúlpame"

Guardé mi celular y avancé hacia el salón donde se harían las tutorías. Una vez frente a la puerta sentí escalofríos de sólo pensar que estaría quizá a sólo un metro de él. Giré la cerradura y respiré profundo. Cuando abrí la puerta, ahí estaba, sentado en el escritorio. Cuando sintió la puerta abrirse, me miró de inmediato. Quería desaparecer. Los nervios me estaban matando. Mi corazón latía a mil por segundo. Por desgracia sólo había una persona, Jay. Joder. Caminé y tomé asiento en una de las sillas del fondo. Ojalá y no me haya reconocido, pensé. Él, al ver esto, me llamó la atención.

—Nathalia —cuando escuché mi nombre, di un respingo y lo miré. —Quiero que te sientes aquí —señaló el asiento más cercano a su escritorio. No me moví, las palabras no salían de mi boca, parecía estar pegada al piso —por favor —dijo y con todo mi esfuerzo, con movimientos torpes, me paré de mi asiento con miedo a caer al suelo. Me senté donde me indicó. Su mirada penetrante me ponía aún más nerviosa. Giré la cabeza para no mirarlo a los ojos. Volví a mirarlo. Tomó su celular y parecía hablar por mensajes con alguien. Mi celular sonó. Nuestras miradas chocaron. Me miró confuso y volvió su atención al teléfono. Nuevamente sonó mi móvil. ¡Mierda! traté de poner mi móvil en silencio rápidamente y el lo notó. Ya me había descubierto. ¿Qué iba a hacer? Centró su mirada en mí, comencé a temblar.

—¿No piensas contestar? —¡Joder!

Desasociego. [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora