Sonó el timbre, hora de salida. Hora que más me gustaba. Otro peor de mis días en el Instituto terminaba. Me sentía mal, asustada como nunca antes me había sentido. Llegué a casa y enseguida subí a mi habitación, me di un baño y me tiré en la cama. Me quedé quieta mirando por mi ventana.
Empecé a sentirme peor, me dolía el cuerpo, el estómago y me sentía mareada. Bajé por unos analgésicos y me los tomé. Volví a la cama, me era imposible dormir, duré varias horas con ese fuerte dolor hasta caer en un profundo sueño.
Desperté de repente, sentí un fuerte golpe en la cabeza. Solté un grito. En cuestión de segundos mamá apareció en mi cuarto.
—Hija, ¿Qué pasó? —preguntó asustada.
Estaba ardiendo, repleta de sudor, mi cabeza parecía querer explotar. Las palabras no salían de mi boca. Estaba asustada, miré a mamá. No podía hablar, estaba inmóvil, las lágrimas comenzaron a salir. Mamá entró en pánico, empezó a correr por toda la habitación, luego salió y regresó con el teléfono. Yo sólo podía mirarla, no podía moverme, comencé a respirar forzoso. Mamá empezó a llorar.
—Señor Simpson, necesito su ayuda —dijo mamá sollozando. Esperó unos segundos y siguió — es mi hija, está en una crisis. Gracias — dijo por último y colgó. —Nena, no te preocupes, todo estará bien —no pude responder, sólo mirarla. Ni siquiera sentía mi cuerpo. Besó mi frente y se sentó a mi lado. En varios minutos llegó ese hombre. Elegante, abrí bastante los ojos para verlo, tenía unos ojos azules impresionantes y un cabello lacio perfecto, era un poco mayor pero aún así, estaba bien conservado.
—Ella es Nathalia — dijo él observándome.
—Si —afirmó mamá. Se acercaron a mi.
—Me habías hablado de ella. ¿Por qué no hizo caso a lo que le dije?
—Ella no me hizo caso a mi, señor —respondió mamá.
—Sólo se hace daño ella misma —contestó. No entendía que hablaban. Buscó en su pequeño maletero una sustancia y una jeringa. Me la suministró por el brazo. No sentí nada —en unos minutos estará mejor. Mañana temprano debe de ir a mi consultorio. No soporte su mal comportamiento señora —sentí rabia, ¿Qué se creía?
—Mañana sin falta, estaremos allá —respondió. Se marchó y el sueño me venció.
***
Desperté un poco mejor, mamá estaba a mi lado. La tranquilidad de su respiración me daba señales de que aún estaba dormida, no la molesté. En minutos se movió y despertó. Me miró.—¿Cómo te sientes, cielo?—preguntó quitándome un molesto mechón de cabello que se encontraba en mi cara.
—Me siento mejor— respondí con una suave sonrisa.
—Me alegro, cariño— respondió parándose de la cama —prepárate, vamos a salir, no te tardes —asentí y salió de mi cuarto.
Con cuidado me paré de la cama y fui al baño, me di una ducha y cepillé mis dientes. Bajé a la cocina, mamá ya había hecho el desayuno. Me senté en la isla de la cocina, mamá buscó un plato en la alacena y me dio unas tostadas, luego un vaso de jugo de naranja y esperó a que lo comiera todo.
—¿Estás lista? —preguntó.
—Supongo —contesté. No haría preguntas. No tenía ánimos.
—Vamos —nos dirigimos hacia el auto. El camino no era largo. Llegamos en segundos, literal. Incluso podíamos ir caminando. Bajamos del auto y estábamos frente un hermoso lugar. Miré el gran letrero y me enojé un poco. Era una Institución u hospital psicológico, ¿Por qué? Sabía que no quería venir a estas cosas. No dije nada, sólo la seguí. Subimos las escaleras y entramos a una habitación. Sophia estaba sentada en uno de los muebles.
—¿Qué haces aquí? —pregunté confundida.
—Soy tu mejor amiga, ¿Recuerdas? —dijo alzando una ceja.
—Lo sé, ¿Cómo sabes?
—Éste fue el lugar del que te hablé —contestó. Luego entró el hombre que estuvo la noche anterior en casa. Ahora entendía todo.
—recuéstate aquí —dijo el señor, refiriéndose a mi. Mamá sé sentó al lado se Sophia. Obedecí a su orden.
Una vez recostada sobre la pequeña camilla, me colocó unos cables al rededor de la cabeza, el pecho y las muñecas. Luego los conectó a una máquina, no entendía lo que decía la pantalla, eran largos códigos. Empezó a hablar.
—¡Dios mío! y esto ¿Por qué? —dijo. Me asusté e intenté pararme. Me detuvo —¡hey tranquila! Niña.
—¿Qué pasa, señor? —preguntaron Sophia y mamá al unísono.
—Su cerebro está fuera de control. Al parecer se ha sobresaltado demasiado en los últimos días, ¿por qué? ¿Tienes alguna fobia? —preguntó. Miré a Sophia, sabía que pensábamos lo mismo.
—No—respondí .
—Hay que ponerte en tratamiento. Puede pasar algo peor que ayer. Será peor.
—¿Por qué estuvo así? —preguntó mamá.
—Su hija no puede estar en ninguna situación en la que se sienta atrapada, asustada o con presión alguna. Tiene que hacerle frente a sus miedos y superarlos. De una forma u otra debe salir de ellos. Si no se pone en tratamiento lo más pronto posible puede que caiga en una crisis donde incluso pierda el conocimiento o pueda hacer daño a cualquier persona. Lo sucedido anoche, sólo fue una pequeñez comparado con lo que puede pasar. Una pequeña fibra de su cerebro se desconectó por unos instantes, esto provocó que no funcionara su cuerpo por ese tiempo impidiéndole hablar, esto lo causa la fatiga, cuando siente miedo o siente que algo malo pasará. Mayormente ella se ha sentido amenazada, con mucho temor a algo, al parecer es algo muy grande, supongo. —Me quedé helada, no sabía que decir.
—Oh por Dios... —Dijo Sophia asombrada.
—¿Cuándo puede empezar? —preguntó mamá.
—No empezaré nada —respondí.
—¡Nathalia! —dijo Sophia.
—¡No quiero! ¡Ya hablamos de eso! ¿¡NO ENTIENDEN!? —Grité.
—Nathalia, esto es por tu bien. Te estás haciendo daño a ti misma, entiéndelo. Por favor —contestó mamá.
—¡NO LO HARÉ! —Grité aún más fuerte y comencé a quitarme los cables a los que estaba conectada. El hombre quiso detenerme y lo empujé. Salí de allí. Sentía rabia la cual se ligó con dolor y empecé a llorar, corrí a casa, ahogada en un mar de lágrimas. Cuando llegué, subí a mi cuarto y azoté la puerta. No quería ver a nadie, me sentía inútil, cansada y débil. No entiendo porqué querían hacer eso. Me sentía harta de lo mismo, no entendían que ya había tomado una decisión y aún así insistían.
Me quedé en la cama llorando varias horas, al parecer mamá y Sophia quedaron más tiempo en el lugar. Esperaba que no fuera planeando como llevarme a la fuerza y hacerme ese tratamiento estúpido, así era, nadie podía cambiarme. Aunque quisiera ayuda sería inútil, no cambiaría nada, era ridículo.
ESTÁS LEYENDO
Desasociego. [PAUSADA]
Teen FictionNathalia James es una chica de 17 años. Vive con miedos y trastornos que no la dejan avanzar, trata de pasar desapercibido por parecer la rara del Instituto. Aunque no quiere recibir ayuda, la insistencia de su mejor amiga logra cambiarla de parecer...