Inalcanzable.

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El rugido de una motocicleta lo alertó. Asomó su cabeza por la ventana de la cocina de la cafetería y vio esa Harley Davidson en el aparcamiento. "666" se leía en la placa del por poco toro negro que rugía, pero la motocicleta desapareció de su campo de atención y se fijó en la persona que se había bajado de allí. Conocía ya de antemano esa chaqueta de cuero que escondía unos hombros anchos y fuertes. 

-Tómale una foto, haber si te dura un poco -Escuchó la risa de Yo. 

-Aunque no lo creas, ganas no me faltan -Le respondió embelesado viendo al sujeto hablar por celular. 

-Estás tan colado por el "Inalcanzable" -Rodó los ojos ante ese sobrenombre con el que sus amigos habían albergado a ese misterioso hombre, le causaba escozor y molestia, nada era inalcanzable, pero en ese sujeto hasta lucía bien. 

Se retiró de la ventana y empezó a limpiar la isla. Escuchó el esperado tintineo de la puerta al ser abierta y una ráfaga de frío se unió al ambiente cuando el hombre entró sin mucha preocupación tomando la mesa de siempre. Nadie lo notaba, pero él sí y era que la atmósfera se helaba considerablemente cuando esa belleza andante aparecía o tal vez eran pensamientos locos debido a su obsesión por él. 

-Beam, mesa seis. Toda tuya - Su colega, Prink le guiñó el ojo. 

La miró acusadoramente y solo tomó la libreta para salir de ahí, podía escuchar las risas de sus compañeros, obviamente aquello fue intencional, ya que no era mucha coincidencia de que él siempre fuese el mesero de ese hombro. A medida que se iba acercando no podía ignorar el barullo que se había formado y todo por la presencia de ese misterioso hombre, siempre era así, las mujeres parecían lujuriosas y atolondradas de un momento a otro cuando lo veían, e incluso los hombres no se salvaban de la tentación, una prueba viviente, él. 

-Buenas tardes, ¿Desea ordenar algo? -Utilizó su tono más formal. 

El tipo levantó la cabeza y lo miró mientras se quitaba esos guantes de cuero que iban a la perfección con su chaqueta, sus manos estaban llenas de tatuajes y muchos de ellos eran números romanos. Tenía un enorme anillo que se notaba ser bañado en oro con un enorme rubí como piedra preciosa. Beam quiso morir, todo su cuerpo se revolucionó y los vellos de su nuca se erizaron. 

-Buenas tardes -Lo miró directo a los ojos, casi como si pudiese saber que se moría por él, como si excavara en su cuerpo -Lo de siempre, ya sabes -Susurró mirando el menú desinteresado. 

El pelinegro intentó omitir un gran suspiro y bajó la mirada a su libreta para anotar el pedido, el cual solo trataba de una copa de Diable Rouge, una taza de café negro sin azúcar y una porción de pastel de trufas. Ese era su pedido de siempre, Beam siempre sintió mucha curiosidad sobre eso, ya que al parecer todo lo que iba relacionado con él debía ser negro o rojo. 

-¿Desea que el pastel sea con frutos rojos del bosque o arándanos secos? 

-Las dos, por favor -Sentenció aquel hombre con su aire siempre frío. 

-Enseguida vuelvo -Hizo una pequeña reverencia y se fue intentando no tambalearse. 

Caminó entre las mesas y aún sentía esos orbes color noche en su espalda, era difícil ignorar una mirada tan penetrante como la de ese hombre. Entró a la cocina de nuevo perdiendo de vista al sujeto, más sin embargo se seguía sintiendo observado, aunque no es como si ese hombre pudiese ver a través de las paredes, ¿O sí? 

Abrió el vino bajó el cuchicheo de sus compañeros. Lo sirvió llenando casi toda la copa y preparó el café mientras partía un pedazo de tarta y la ponía en un plato. Algunos dirán que él era muy cuidadoso, pero se equivocaban. Estaba siendo cuidadoso solo porque ese hombre (Casi belleza andante) Le encantaba, pero como decían sus amigos, el "Inalcanzable" Beam pensaba que no pasaba de los treinta, tenía el cabello negro azabache y liso, este siempre le caía por la frente de manera peinada. Era considerablemente alto, podía dar miedo y sus ojos eran grandes y expresivos. 

Puso todo en la bandeja y se movió con agilidad hacía esa mesa, la cual estaba a un extremo, junto a la ventana y era la más alejada. Aquel siempre ocupaba esa mesa, curiosamente nunca nadie se sentaba allí, solo él, como si la gente indirectamente supiera que era de su propiedad. 

El hombre estaba sentado en una pose bastante galante, casi digna de él. Su brazo estaba apoyado en el espaldar de la silla, mientras su chaqueta se abría un poco y dejaba ver la pegaba camiseta blanca con solo dos botones. Beam dejó la bandeja sobre la mesa mientras era observado, porque sí. Siempre era observado por esos majestuosos ojos, desde que entraban hasta que salían, sus amigos lo abucheaban por eso, pero él no quería ilusionarse demasiado con ello. 

-¿Desea algo más? -Preguntó poniendo la bandeja contra su pecho. 

-Así está perfecto, gracias -Dijo lentamente mirándolo a los ojos. 

Hizo la típica reverencia y se dio la vuelta para caminar hacía la cocina de nuevo, de pronto un sonido muy fuerte hizo que cerrara los ojos y un enorme pitido resonara en su cabeza, mientras una voz resurgía de los más profundo en su cabeza, siendo gruesa y concreta, diciéndole una palabra que constaba de tres silabas. "Tenerte" Se llevó las manos a los oídos cuando el pitido se hizo más fuerte y perdió el equilibrio. Unas manos lo tomaron de la cadera y el rostro de Ming apareció ante sus ojos. 

-Beam, ¿Estás bien? -Le preguntó su amigo alarmado. 

-¿Ah? S- sí. -Sacudió la cabeza y miró a su alrededor. 

Se agachó y tomó la bandeja mirando de nuevo hacía la mesa, en donde el hombre lo miraba, casi sin parpadear y muy firmemente. Tragó duro e ignoró sus pensamientos, ¿Que había sido eso? ¿Qué acababa de ocurrir? ¿Porque sentía como si ese hombre hubiese causado eso? Fue tan extraño, esa voz se metió en su cabeza de un momento a otro. 

Dio la vuelta para seguir su camino mientras escuchaba a Ming. Dejó la bandeja sobre la isla sin levantar la cabeza y fue a sentarse en la cocina. 

-¿Que fue lo que te pasó allá afuera? -Le preguntó Yo. 

-Nada... Solo me dolió la cabeza, ya sabes -Contarle que había escuchado una voz en su cabeza no era una opción. 

Su amigo le ofreció un vaso de agua y él lo tomó. Escuchó el típico tintineo y asomó su cabeza por la ventana siendo cuidadoso, el hombre apareció en su campo visual, mientras se ponía los guantes de cuero y hablaba por teléfono, podía escuchar su voz y lo que decía, más no le entendía, ¿Acaso estaba hablando italiano? Sip, era italiano. Vio como colgó su celular y se subió a su moto acomodando su pulcra chaqueta y para cuando estaba sobre su moto listo para partir, ladeó un poco su cabeza y conectó sus miradas haciendo que Beam se helara sobre su lugar. 

Pasaron segundos como mucho y su contacto visual se mantenía fuerte. Luego el hombre tomó su casco y se lo puso para emprender su camino quien sabe a que lugar. 

-Él es tan... Raro -Volteó y vio a Yo mirando hacía el camino por donde ese sujeto había desaparecido. 

-Lo es -Afirmó. 

No era una opción contarle a todo el mundo que ese hombre le parecía sumamente aterrador, porque Beam sabía que aún no había llegado a ese extremo de locura. Sus instintos lo guiaban por el camino de la curiosidad y el miedo, porque si antes sentía pánico, ahora era terror, ya que hasta el detalle más pequeño indicaba que ese hombre, tan pulcro y perfecto, no era alguien normal y el pelinegro quería aventurarse a saber la respuesta, más no sabía si era buena idea llevarla a cabo, ya que su cerebro no paraba de encender esa alerta roja de peligro. 



Diaboliquement.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora