Forth había intentado por todos los medios deshacer ese hilo rojo que se extendía entre él y Beam, pero todo era en vano. Su último intento fue cuando el chico tenía apenas quince años, luego de eso se rindió y se dedicó a observarlo más de cerca, presenciando su florecimiento y al verlo convertido en un adolescente bastante deseable, no quiso dañar más la unión.
Y su curiosidad por ese joven se hizo cada vez más grande cuando conoció a su abuelo. Era un anciano de tan solo sesenta años y pertenecía al Clan Del Dragón. El viejo tenía al Dragón Rojo en su poder, era bastante malo y pertenecía a esa mafia, por lo que decidieron que era necesario un juicio final para saber en donde iba a parar, sí en los cielos o en el infierno. Luego de eso, se dedujo que iba a ir al Inframundo con Forth.
Al hacer tal descubrimiento, supo al ipso facto que Beam heredaría esos poderes. Por eso cuando el joven cumplió la mayoría de edad fue a verlo después de medía noche y lo vio. El ojo del Dragón dorado estaba en su corazón. Eso hizo que dudara todavía más del maldito destino, ¿Qué pensaba al unirlo con un Draco? Era insólito, pero así era. Ahora solo debía esperar al despertar el dragón dorado que Beam llevaba adentro.
Por ello, decidió que su acercamiento debía ser más notorio, más concreto. Empezó a ir al Hight Bleu desde el año pasado y simplemente para observarlo, aún no había planeado como llegar a él, como entrar en su vida. Jugó con varias personas de ahí para que todo saliera a su favor, por ello, Beam siempre era su mesero, así que tenía la pequeña oportunidad de verlo más de cerca, poder sentirlo, saber que esos ojos lo estaban mirando y que causaba algo en el joven y eso que no había actuado con sus poderes en eso.
Ahora Beam tenía veintidós años y él lo estaba llevando prácticamente a rastras para su coche.
-Suéltame imbécil, puedo caminar -Masculló enojado forcejeando.
No prestó atención y abrió la puerta del acompañante e hizo que el menor entrara allí. La cerró con seguro y se movió con la agilidad de un halcón hacía el otro lado del coche para entrar en él.
-Agradece que estoy siendo delicado -Dijo riendo.
-Es usted un buen samaritano, señor demonio -Respondió sarcásticamente -¿E-en serio debo casarme con...?
-Solo bromeaba -Beam lo fulminó con la mirada y suspiró tranquilo. Hijo de puta.
-Me mentiste, idiota. ¿Qué no solo podías decirme eso? -Golpeó su brazo.
-No hubiera sido tan divertido, hubieras visto tu cara. Además, ¿Crees que yo podré pisar una iglesia? ¡Ni muerto! Tu tampoco lo harías -Rechistó Forth.
-¿Cómo estás seguro de eso? ¿Y si soy un devoto de Dios? -Dijo entre dientes.
Forth volteó a mirarlo y soltó una gran carcajada que sonó hasta terrorífica.
-Sé todo sobre ti. No crees en las iglesias, Dios ni nada de esas mierdas. Te he estado analizando desde que tenías seis años -El pelinegro lo miró asustado.
-¿De que hablas?
-No sabría como explicarte esa parte -Obvio si sabía, solo le diría que estaban asignados como almas gemelas del otro y por ello el hijo del amor los unía.
-No te creo, idiota. Deja de jugar conmigo -Susurró asustado.
-¿Ah no? Tu abuelo murió cuando solo tenías dieciocho -Beam lo miró sin poder creer.
-Eso podría saberlo cualquiera -Se cruzó de brazos.
-Cuando tenías ocho años, siempre tenías pesadillas extrañas que se relacionaban con un dragón y siempre, a las dos de la mañana ibas a dormir a la habitación de tus padres. Aún tienes esas pesadillas y los cuadros que pintas hablan de ella. Odias el helado de pistacho y la última vez que te masturbaste fue hace dos meses mientras estabas en la ducha -Escuchar todo eso lo descolocó.
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Diaboliquement.
FanfictionBeam es tan solo un empleado de una cafetería en el centro de la ciudad, ejerce el cargo de mesero debido a que su familia vive con lo justo y él debe trabajar para pagar sus estudios. Entre tanta gente que conoce, hay un hombre en especial que llam...