Malibú.

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Entraron a la habitación casi entre tropiezos. Yo sentía sus piernas como gelatina, ya que Pha no lo había besado jamás así, con esa devoción entre los labios y una lujuria en la punta de la lengua que hacía que todo su cuerpo sufriera espasmos a causa de toda la excitación.

Probablemente lo llamen loco, él esperaba eso, no era muy normal que sintieras una sed impresionante por alguien luego de verlo en unas condiciones que podrían aterrorizar a cualquiera, pero de verdad estaba necesitado. Hace muchos días su cuerpo había empezado a exigir las manos del otro y cada lugar de esté escocía de tan solo pensar en esos besos que compartieron en el pasado. 

Gimió sin vergüenza al sentir su espalda chocar contra la cama. Los ojos de Phana destellaron, tan relucientes como siempre y el más joven solo pudo dedicarle un suspiro. Las palabras no eran necesarias, así que tan solo jaló el borde de la camisa del alto y esté cayó sobre él de manera automática. Sus piernas rodearon la estrecha cadera del otro para atraerlo un poco más y pronto los dos se volvieron una pelea de lenguas. 

Sintió las manos del mayor tocar sus pezones duros por encima del suéter que traía y su mundo se detuvo. Estaba a punto de hacerlo, joder. Estaba a punto de acostarse con Pha y no sintió temor. Era como si la inseguridad que sentía hace días se hubiera esfumado y ahora las respuestas estuvieran claras. Pha se alejó y permaneció entre sus piernas observándolo, su respiración era acelerada, pero en su mirada había inseguridad, casi como si le pidiera permiso para poder dar ese enorme paso. 

-Vamos. Sígueme tocando -Tomó la enorme mano izquierda del más alto y la puso dentro de su suéter -Quiero hacerlo. Quiero que hagamos el amor. 

Los ojos del más alto se ensancharon. A esas alturas era imposible regular su respiración, sobretodo cuando su Yo actuaba tan atrevido como lo estaba haciendo. Sin más preámbulos volvió a acostarse sobre el chico y acercó su boca salvaje a esos labios carmesí que casi rezaban porque él los follara. Un hormigueo lo recorrió cuando el pezón del chico se puso duro entre sus dedos y empezó a moverlos mientras su boca se encargaba de emitir muy bien los gemidos que su chico soltaba sin alguna vergüenza

Yo cambió de posición, subiendo sobre el regazo del mayor. Empezó a desnudarse sin ningún pudor, empezando por su suéter, el cual terminó en algún lugar de la habitación. Se sonrojó violentamente al notar que Pha lo observaba con una pasión indescriptible en el rostro, cuando sus manos llegaron al botón de su pantalón, unas manos interrumpieron el proceso. Levantó la cabeza.

-Déjame, yo lo haré -Murmuró Phana con una voz gruesa. 

Yo asintió. Pha lo tomó del brazo e hizo que se levantara. Se pusieron de pie en frente de la cama y esos dedos que se había pasado demasiado tiempo anhelando acariciaron su ombligo, metiendo su dedo medio allí y moviendolo de manera circular, besando su cabello y abrazándolo con su mano libre. Todo era tan lento, tan despacio y eso no le molestaba a ninguno de los dos, de hecho se sentían bastante excitados con aquellos preliminares.

Pha estaba al punto de la muerte, por muy ilógico e irónico que eso sonase. Morir por tener a ese chico desnudo en su cama, por tocarlo hasta llegar al orgasmo, por sentir esos pálidos muslos rozar sus mejillas, porque sentía que había sido creado para estar entre ese lugar. Después de acariciar el dulce ombligo de Yo, bajo con una lentitud maliciosa hasta el botón de su pantalón y con un simple movimiento de dedos, esté ya estaba desabrochado. Tomó la barbilla pequeña y volvió a azotar los labios frondosos de su chico mientras lo ayudaba a acostarse de buena sobre la cama, pero está vez, no yendo con él. Se quedó de pie en frente a él. 

Yo lo miraba sonrojado desde abajo. Cerró los ojos cuando sintió una lengua caliente sobre sus entradas a medio desnudar. Juntó su gran valentía para el momento y abrió los ojos para bajarlos y ver la tupida cabeza de Phana moverse con lentitud sobre su tronco. Su ropa fue retirada por fin, todo su cuerpo estaba cubierto por una capa de saliva y era increíble, porque luego de aquel juego de lenguas sobre su piel, él ya podía sentirse en el cielo, casi en el orgasmo y aún no había tenido a el más alto dentro de sí. 

Diaboliquement.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora