Forth

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Eran hermosos los recuerdos en ese valle.

Me encontraba viendo las fotos familiares que había apreciado tantas veces y no me cansaba de apreciar. Veía la foto de mi hermano de cuando tenía 7 años y yo me había raspado la rodilla.

Sonreí ante el recuerdo, mi hermano y yo habíamos sido tan unidos toda la vida que cuando él tomó la decisión de irse lloré por al menos dos días.

—¡Ey! ¿Qué haces? Tu mamá te está llamando para que vayas a comer.

Doy un brinco en mi lugar. Estaba algo distraída.

—Uh... Sí, ya bajo.

Emma asiente con su cabeza y baja las escaleras. Yo, por mi parte le doy un último vistazo a las fotos que tenemos en familia y emprendo mi camino hacia la cocina donde me espera un plato de huevos revueltos con salchichas, junto con el delicioso chocolate que cada noche hace mamá. No sé cómo le hace, pero le queda delicioso.

Emma y mamá esperan impacientes en la cocina por mi presencia. Es una costumbre de mi familia no comer si no hay uno en la mesa. Aunque papá la mayoría de veces no estaba y esta no era la excepción.

—¿Y papá?

—Lo ascendieron, ahora va a viajar más seguido.

—Uh... –me siento en la silla frente a mi plato y comienzo a degustar la deliciosa comida que mamá preparaba para mí hace tiempo.

Si hay algo bueno de haber vivido en el campo durante mi vida es que la comida es mucho mejor y más natural. Además, la casa que tienen mis padres está en un terreno perfecto, tenemos un pequeño lugar donde mamá hace mucho sembraba cosas, pero no para venderlas, sino para nosotros. Sin embargo, se cansó de ello y sólo se quedó con dos gallinas y los caballos del establo, caballos que son para motivos turísticos ya que en ocasiones mamá da cabalgatas mientras papá trabaja en una empresa bastante grande y en donde está hace ya doce años, si bien su salario no es poco, éste trabajo hace que él tenga que viajar constantemente a diferentes lugares dentro del país y alguna que otra vez fuera del país.

—¿No extrañaste tu casa? –mamá me habló.

—Claro que lo hice, al igual que tus deliciosas comidas y éste hermoso chocolate caliente. –tomé de mi chocolate– Y a ti. Y a papá. –dejé mi taza nuevamente en el comedor.

—Es una lástima que tu universidad esté tan lejos.

—Pues sí, lo es. Pero no hay muchas universidades en la ciudad que estén en medio de la carretera.

Mamá asintió —Cambiando de tema, mañana tengo una cabalgata hasta Forth ¿Quieren ir? Sobran dos caballos.

Emma asiente y le sigo yo. Mamá aplaude y salta en su asiento como una niña. A ella le encanta pasar tiempo conmigo.

—Pero, ¿qué es Forth? –pregunta Emma.

—Forth es un pueblo muy pequeño cercano aquí. En ese pueblo mi madre vivió hasta cumplir los quince años, luego se mudó con su familia a una casa cerca del pueblo en medio de la carretera y cerca de un bar que no tenía mucho éxito y estaba por cerrar.

Emma asiente nuevamente comprendiendo lo que le digo.

Terminamos de cenar y mamá camina hasta el televisor de la sala acción seguida de encenderlo para ver las noticias que como todas las noches ve.

—Yo lavo los platos –dije en voz alta para que mamá y Emma me escucharan.

—Yo quiero secarlos. –Emma me dice y asiento. Tampoco pensaba dejarla libre de hacer algo.

Tomé todos los platos del comedor junto con los vasos y cubiertos llevándolos hasta el lava platos.

Doy un bostezo grande —Me voy a dormir.

Mamá se levanta del sillón y me da un beso en la frente —duerme bien, cariño. Si necesitan algo me dicen.

Mi amiga también con sueño se despide de mamá con un abrazo mientras subimos las escaleras.

Llegamos a mi habitación donde mi cama inventada estaba lista. Yo dormiría en el suelo.

Me acosté en la cama improvisada que entre mamá y yo hicimos y Emma se acostó en mi cómoda cama y se giró viendo hacia donde yo estaba.

—Adoro a tu mamá. Ojalá a mí me hubieran criado de la manera en que a ti te criaron.

—Tú viviste en una enorme casa, con lujos, con muchísima ropa y con personas que trabajaban para ti, ¿no te gusta esa vida?

—Mi madre nunca estaba en casa, papá solía permanecer en su trabajo y mis hermanos sólo los he visto en fotos. Viven en el extranjero. Era lindo al principio, como sentirse en un palacio de una niña. Pero, con los años la casa perdió su calidez luego de que mamá estuviera más ausente de lo usual y mi niñera cambiara de empleo.

—Guau. Toda mi vida pensé que los ricos la pasaban de lo mejor en sus enormes casas llenas de todo tipo de lujos. Creo que no había pensado en lo solos que se llagaban a sentir sus hijos con una casa tan enorme pero tan solitaria.

Recuerdo que antes de vivir en ésta casa yo vivía en la casa de mis abuelos junto con los siete hermanos de mamá y obviamente papá. Por estar viviendo en esa casa, muchos niños de mi "escuelita" –donde estudiaban niños de no muchos recursos– se burlaban de mí por vivir en tales condiciones.

—¡Mamá! –grité dentro de la diminuta casa con lágrimas en mis ojos llamando la atención de mis tías y mis dos únicos tíos.

—¿Qué pasa, Alice? –mamá me miraba con preocupación en su rostro. Ella siempre quiso lo mejor para mí y hasta ahora se ha esforzado demasiado por conseguir ello.

—Los niños de mi salón me están molestando. Me dijeron que soy una pobretona que no tiene nada, que mi ropa es asquerosamente única y que la "casucha" donde vivo es horrible.

Mamá me miró con pesar, como si durante mis cortos cuatro años hubiera sido suficiente para entender la crueldad del mundo.

—Oh, cariño –mamá me tomó en sus brazos y me sentó en su regazo como solía hacer cuando se enteraba que en mi clase me molestaban– no te preocupes cariño. No les hagas caso. Ellos pueden tener más dinero que tú. Pero tú tienes algo que ellos no.

—¿Qué cosa?

—Vitalidad. Además, en cuanto a la "casucha" piensa que tu casa es mucho mejor que la de ellos. Podemos tener una casa más pequeña, con menos habitaciones y hasta en ocasiones vivir incómodos por nuestra estrechez, pero nuestra casa es mucho más cálida que la de ellos. Una casa puede ser muy grande, pero sus dueños son los que dan el ánimo de querer vivir allí.

Mamá solía darme millones de lecciones en las que aprendía muchísimas cosas. Fue ella quien incitó a mi amor por los libros.

—Si hubiera sido mi decisión, yo habría elegido ser como tú. Eres alguien muy humilde, amiga, no conozco casi personas que sean así. Mi mundo no me permite conocer muchas personas así. Por eso estoy en esa universidad.

Sonreí. También había pensado que todas las personas ricas no valoraban a las personas como yo. Creo que me equivoqué nuevamente.

Enamorando a CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora