Hace al menos una hora llegamos a nuestra casa, mamá ya ha preparado el almuerzo y me encuentro sobre mi cama sin saber qué hacer.
—¡Hey! Tú, la floja. –mi amiga hace presencia en la habitación al entrar en susodicha por sorpresa. Sus cabellos castaños están revueltos y pareciera que hubiera corrido un largo tiempo, aunque seguro solo ha corrido un poco desde los corrales y subido corriendo las escaleras. Y yo soy la floja.
—¿Quién yo? –me señalo a mí misma incrédula por las palabras de mi amiga– Cariño, no sé si te has dado cuenta, pero yo soy la menos floja de las dos.
—Pero eres tú la que no tiene nada qué hacer, tu mamá te anda buscando por ahí en los corrales, parece que tú papá va a venir mañana, o algo así. No entendí la llamada.
¿Mi padre? ¿No estaba de viaje? Doy un suspiro pesado antes de levantarme de la cama. —Intentaré llegar con vida –bromeo haciendo que mi amiga ruede sus ojos.
Bajo las escalera y me encamino al corral. No sin antes tomar una manzana de la cocina.
—¡Mamá! –grito mientras me acerco a paso apresurado hacia la ya mencionada.
—Hija –habla en forma de saludo hacia mí– acabo de hablar con tu padre.
—¿Y? ¿Qué dijo?
—Dijo que quizá tarde un poco más su viaje. No podrá venir mañana.
—Uh... ¿Sólo eso?
Mamá sabía perfectamente que mi padre casi nunca nos hemos llevado bien. Quizá cuando era una niña me llagó a consentir. Pero su actitud cambió en cuanto cumplí alrededor de cinco años. Mamá y él comenzaron a tener problemas en casa, y haciendo que mi hermano mayor se mudara de hogar, dejándome a mí al cargo de una pareja problemática y un padre que al parecer no quería a sus hijos. Quedando así en medio de cada problema.
Comienzo a irme del lugar a paso decidido, nunca adoré hablar sobre mi padre con mamá, pero creo que era algo inevitable a veces. Entonces, la voz de mi madre hace que frene momentáneamente.
—Deberías darle más importancia a tu padre, cariño, sabes que él te quiere... A su manera.
Sí, claro.
POV Amanda.
Yo era la culpable que mi hija no quisiese a su padre, era la que diariamente cargaba con la culpa de no haberle dado la infancia que se merecía y el padre que quería. Yo había arrebatado sin quererlo el cariño de padre que ella tanto deseaba. Y cada noche me culpaba por ello porque siempre fui yo la que se equivocó.
Aún recordaba el rostro consternado de mi marido al decirle la noticia. Él sabía que algo raro había pasado allí. Sabía que él nunca sería capaz de tener hijos y me lo había dicho desde un principio. Yo sabía a qué era lo que me enfrentaba, y también sabía que en algún momento yo querría tener mis hijos con él.
No pasó mucho tiempo de haber cumplido los 7 años de casados cuando le pedí mi primer hijo... Hijo que nunca pudo nacer. Y no fue mi culpa, pero no considero que sea culpa de alguien, porque mi esposo no tiene la culpa de ser incapaz de tener hijos. Nadie la tiene.
Antes de que se marche Alice, hablo deteniéndola momentáneamente, cosa que no dura mucho.
—Deberías darle más importancia a tu padre, cariño, sabes que él te quiere... A su manera.
Alice me mira una última vez antes de marcharse. Y yo soy la culpable de todo. Porque si de algo hay que lamentarse es de no haber discutido mis acciones antes de llevarlas a cabo.
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Enamorando a Cupido
ChickLitAlice ha comenzado a hacer las maletas para mudarse de casa y comenzar la universidad, pues ésta queda lo suficientemente alejada como para poder ir todos los días de su vida de allí para acá. Ella ha comenzará a estudiar criminalística forense en u...