Así fue que morí

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Llegue a casa de Fabiola, estaba dudando si entrar, tal vez lo mejor hubiera sido darme la vuelta y volver a mi casa, pero no lo hice, en lugar de eso me deje guiar por mi esperanza de volver a estar bien con Fabiola y estire el brazo para tocar el timbre, espere a que abrieran pero no se escuchaba nada, en lugar de tocar de nuevo me decidí a irme pero antes de voltear la puerta empezó a abrirse, y la vi, sonriéndome y como si nada hubiera pasado me saludo.

- Julia que bueno que sí viniste.

- Sí, es que, pues, no quería fallarte.

- adelante, sube a mi habitación.

Fui subiendo las escaleras, mientras observe todo, había olvidado lo grande que era la casa de Fabiola, pero a la vez tan silenciosa y solitaria, todas las paredes eran blancas y los muebles de colores que iban del hueso al beige, en las paredes se veían fotos de familiares, como su abuela, tíos, primos, se veían felices aunque hace tiempo Fabiola me había contado que sus familiares eran muy distantes y no los veía desde que ella era niña, entonces recordé que antes ella estaba siempre en mi casa pues sus padres siempre salían de la ciudad dejándola sola por días.

- ¿Oye y tus papás?

- Ah, fuera de la ciudad, así es mejor, no nos molestaran.

y vi que su vida seguía siendo igual; Paso a su habitación, hasta esa había cambiado, de tener una decoración simple que podía verse hasta infantil llego a parecer una de esas habitaciones adolescentes que salen en revistas de moda, pensé que esto es parte de madurar, que tal vez debería también arreglar la mía, ya llevaba años viéndose igual, como yo; me senté en la cama y volteé a ver a Fabiola.

- ¿Y ahora que hago?

- Quédate ahí.

Ella metió las manos al armario, sacando un extraño montón de peluche guinda de el, el cual me paso, al momento de extenderlo note que es una bata bastante rara, parecía que tomo uno de sus viejos peluches y lo destripo, sentí dudas de todo.

- ¿Qué debo hacer con esto?

- Póntelo, ¿Qué más?

- ¿Y para que?

- Voy a maquillarte y si lo hago con lo que traes te mancharas al quitártelo, y si lo hago con lo que te prestare mancharas la ropa.

- esta bien, creo.

Me di la vuelta y tal como siempre me pude desvestir enfrente de ella, al ponerme la bata me pidió que me sentara frente al tocador y por pasos empezó a hacer lo que quería, me peino con el cabello hacia atrás para que no nos estorbara, con una crema y pinzas me saco las cejas, me puso todo lo que ella sentía necesario, como base, polvo, rubor, corrector, sombra, no sabía que se necesitaban tantas cosas para maquillarse, iba viendo en el espejo mi cambio, ni yo me reconocía, me dio a escoger entre varios colores de sombra y luego entre los labiales que combinaba con ellos, nunca me di cuenta que a ella le gustaba todo eso, al terminar el maquillaje saco una pinza para hacerme unos ligeros rizos en la punta de mi cabello y me puso fijador diciéndome que era para que no se me deshicieran en la noche.

- ¿Qué tal? ¿Te gustas?

- Wow, no creí que pudiera verme así.

- Solo necesitabas ayuda, mi ayuda.

- Gracias.

- Deja que veas lo que te tengo para vestir.

Entonces volvió a ir al armario, saco de el un sexy y corto vestido rojo, con un ligero escote y unos delgados tirantes, luego se agacho y saco una caja de zapatos que al abrirla habían unos zapatos también rojos, no muy altos pero lo suficiente para tener miedo de caminarlos.

La brújula de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora