No le estaban sentando nada mal las caricias que recorrían su brazo. El cosquilleo se hacía cada vez más presente. Entonces cayó en la cuenta que aún tenía cosas que hacer. ¡No podía perder más su tiempo tirado en la cama entre empalagosas caricias y besos esporádicos! Se estaba sintiendo un cachorro. Dio un salto de la cama, colando la pierna derecha en sus pantalones casi de inmediato. Luego se puso la camiseta. Asegurándose que todo estuviese en su lugar. Cartera, dinero, móvil, llaves y deseos para joder. Estaba todo. En buen orden.
-No me importaría que te quedases a cenar.
Sanders se revolvía en las sábanas.
-A mí tampoco me importaría sacarte más provecho pero tengo una cena muy importante esta noche. ¡Negocios!
-Suena bien eso.
-Claro, y tengo que pasarme a por un regalo antes de que me lo quiten. Quiero dar buena imagen.
-Bonito detalle por tu parte.
Sonrió.
-¿Verdad? Espero que sepan apreciarlo.
Una sonrisa se le marcó en la cara que se acentuó al mismo tiempo que sus cejas se alzaban.
-Me gustas, Scott.
Se acarició su pelo rizado y lanzó una de esas miradas que podrían derretir el metal.
-¡Oh! Y ahora me entregas tu hermoso corazón purpura-Scott se estrujó el pecho dramáticamente sobreactuando como si algo le hubiese atravesado-Que mono.
-¿Podríamos vernos otro día? Eso sería un bonito regalo para mí.
Scott se le acercó y rozó sus labios una vez. La última, se prometió.
-En ocasiones el mejor regalo es la gratificación de no volver a ver a esa persona. Au revoir.
El resultado de aquel beso fue una cara de absoluto desconcierto. Scott salió de aquella casa lo antes posible antes de que aquel emocionado chaval lo siguiese para encontrar alguna explicación a sus palabras.
La noche se le echaba encima, se apresuró en llevar a cabo sus tareas. Se acercó hasta un barrio, donde las prostitutas y la cocaína por gramo en cada balda de asfalto eran los reyes. Una puta de ciento veinte kilos que se ahogaba en su propia grasa corporal se le acercó a pasos de jabalí.
-¿Hay algo que te pueda hacer yo hoy, machote?
El carmín de sus labios no estaba en sus labios y la pintura de ojo abarcaba casi las mejillas. Su pelo era negro y brillante. Su barriga se salía por la blusa gris que mal abrochada llevaba.
-¿Conoce a Martina?
Scott parecía un auténtico proxeneta. Su naturalidad tratando con aquella puta delataba que no era la primera vez que lo había hecho.
-Martina trabaja de 6 a 12 de la noche en la cafetería de la esquina de la calle LaSalle-La puta se acarició la comisura de su boca como si hubiese algo que le sobrase y le guiñó-¿Puedo hacer yo lo mismo que una zorra de piernas largas y con nuez puede hacerte?
-En realidad, la prefiero a ella. Me van delgaditas.
-Tú te lo pierdes.
Ahora tenía que volver a coger otro autobús para llegar hasta donde se encontraba Martina. Estaba sudando, ni siquiera le iba a dar tiempo de llegar a casa y poder ducharse.
El tiempo corría, la impresión que quería causar era primordial y estaba afectado. Sin duda, no era al único que le afectaba. La boina de fieltro marrón le estaba empezando a incordiar al señor, y su camisa de marinero había sido salpicada por el café que acababa de terminar. Cogió una servilleta, que estaba bajo la taza, y se limpió. Sus ojos eran marrones avellana, tenía una nariz grande y una barba de un par de días. Un chico entró y se sentó junto a él. Era Liam.
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Autopsia de un Abandono
Teen Fiction¿Es un psicopata una víctima de su pasado? ¿Qué lleva a un asesino a matar? ¿Cuál es el concepto de maldad? Vladik es un joven que decide iniciar una historia durante la primavera. La inspiración brilla por su ausencia y la historia que pretende c...