XIII La apuesta

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Intentaba acomodar su trasero en aquella fría silla de metal. Le habían hecho pasar directamente a la sala de interrogatorio, aún no sabía si aquello significaba una acusación o era sólo, como le había dicho el detective, algunas preguntas. Su madre, que ahora esperaba fuera, había insistido en entrar para hacerle compañía pero el detective se había negado en rotundo. Scott era mayor de edad, y al igual que había sido responsable a la hora de afrontar una denuncia por robo debía serlo para enfrentarse a un frío interrogatorio.

El lugar no acompañaba a su fría mirada gris, las paredes eran de hormigón y el espejo que tenía en frente le inquietaba. Imaginaba que alguien podría estar observando tras de él. Pero se decía que debía permanecer firme, tragar con la historia que había creado para que todo fluyese con normalidad. La versión que había montado desde un principio. Al igual que esas máscaras que había aprendido a usar a lo largo de sus años para esconder sus verdaderas emociones. El camuflaje militar del mentiroso, el manipulador. Estiró el cuello, relajó los hombros y colocó las manos, que cruzó, sobre la mesa de acero. Fue entonces, cuando obligó a relajarse con la máscara de su verdad, cuando comenzó a sentir una oculta excitación por el momento, y la curiosidad hacía mella, ahora quería saber cuál podría ser su destino.

Iba a ser una pena si tenía que finiquitar su novela en este punto.

El detective hizo presencia al instante de él retomar su papel, había llegado con un refresco en lata, y con una intención de simpatía y agrado que Scott caló enseguida. El detective no le quitaba ojo de encima, antes de sentarse, y Scott buscó su mirada para regalarle una sonrisa. Ya puestos, fue bajando y se topó con su entrepierna. Menudo paquete se gastaba el detective, pensó, debía medir más de veinte centímetros. Lo tenía muy abultado. Tal vez también estuviese excitado. Ahora iba a ser un problema, Scott estaba teniendo una erección.

-¿Tienes sed?-Le preguntó el detective dejando la lata de refresco debajo de la barbilla.

-La verdad es que no, pero gracias.

Antes de responder se tomó un segundo para respirar y despresurizar la imagen real. Luego, apartó la lata a un lado. El detective dejó una carpeta sobre la mesa y tomó asiento, justo en frente de él. Respiró profundamente percatándose de la mirada fija que mantenía Scott.

-¿Estás nervioso?

Preguntó el detective.

-¿Nervioso? En absoluto-Scott encogió la barbilla para negarlo-¿Debería estarlo?

-Imagino que no.

-Entonces vamos al tajo. ¿De qué trata esto?

Con un dedo, el índice, tocó la carpeta para arrastrarla unos centímetros hacia él.

El detective rio suavemente por lo bajo y abrió la carpeta que tenía delante. Al desplegarla, se topó con una foto que Scott enseguida reconoció.

-¿Conoces a este hombre?

Preguntó.

-¿Vamos a tutearnos, detective?-Con dos dedos se acercó la foto un poco más pero sin cogerla y, entonces, sonrió. El detective le preguntó qué era lo que le hacía gracia y él dijo-Se parece a mi tío Philips, el de Oregón.

-¿Y eso te hace gracia? Este hombre es el que apareció muerto junto a tu vehículo, abrasado.

-¿Incendiaron mi coche con este tipo dentro?

-Identificado como James Salemski, con varios antecedentes penales. Estuvo en prisión la última década por robo y extorsión, también por falsificar tarjetas de crédito.

Autopsia de un AbandonoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora