XX Autostop en esos deseos sexuales homicidas

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Creía sentir terror, creía sentir furia, creía sentir inestabilidad emocional pero lo que realmente sentía era un vacío que le estaba matando lentamente como si se tratase de un veneno letal. Su mente centrifugaba como una lavadora vieja, oxidada y desgastada, intentando entender cómo se sentía. Había matado a Evan, su mejor amigo desde que llegó a los EEUU. Era un hecho. ¿Por qué congelarse en la vida, esa nueva etapa que había iniciado con insistencia de dejar su pasado atrás? Algo había, algo había detrás. La culpabilidad intentaba emerger de alguna forma, si era lo mínimo que podía manifestar, y se sentía confuso.

Confusión, eso sí era evidente. Debía desbloquearse, así que se dejó llevar por su instinto. Parecía lo únicamente funcional en ese momento. Solo habían transcurrido quince minutos desde que había sido informado de la terrible noticia, quince minutos que había invitado a salir de su casa de forma muy hosca a su amigo Luke. Ese chico que le había removido algo dentro de su ser.

Recogió el móvil, que lo había lanzado al sofá, y buscó en la agenda un número.

-Tadeo, ¿Dónde estás?

Preguntó en cuanto le respondió su amigo mexicano.

-Tirado en la cama, me encuentro algo mal.

Su voz era pesada y débil.

-¿No te apetece salir un rato esta noche? Había pensado en ir a uno de esos sitios de ambiente gay que tanto te confunden.

-Esta vez voy a pasar, Scott.

-¿Tampoco te apetece venirte a mi apartamento?-Insistió apretando los dientes-Tengo cerveza.

-No, tío, déjalo para otro momento.

-Como quieras, te enviaré una foto de mi rabo dentro del primer culo que me encuentre.

-Gracias, eso me hará sentirme mejor. Seguro.

Una breve carcajada fue lo que terminó la llamada. Scott le había colgado.

Recogió sus llaves que estaban encima de una mesa, junto a la entrada, y salió a la calle. Caminó durante largos minutos en busca de un lugar que le hiciese detenerse, llevado por su instinto.

Second story bar. Un lugar de ambiente gay que estaba atestado de homosexuales sediento de sexo ocasional, allí donde las ets se rifaban a la más guarra y el tocamiento directo era el saludo de moda. No había ido nunca pero había pasado por delante de la puerta un par de veces, sentía perfectamente cómo le miraban. Esas miradas que se le pegaban en la nuca y le acompañaban hasta que giraba en la esquina. Era un buen lugar para hablar.

-¿Vienes sólo?

Le preguntó el portero del bar antes de dejarle pasar.

-Vengo sólo y espero irme acompañado.

Respondió Scott con una sonrisa mecánica.

Al entrar se topó con un señor blanco, nariz arqueada y una boca fina. Vestía con camisa de sisas y unos pantalones vaqueros ajustados que amenazaban con soltar a la vestía nada más que le tocasen.

-Uhm, que rico.

Le susurró el tipo con atrevimiento.

El aliento a alcohol le acarició el rostro a Scott, cabreándolo y disfrutando de esa sensación de odio espontáneo salvaje. Continuó caminando, apartando a un lado a los que le molestaba para llegar a la barra.

-¡Me pones una ginebra!

El tono de voz que tuvo que usar era más alto del que estaba acostumbrado, en ese sitio era difícil mantener una conversación. Posiblemente esa fuese la razón por las que muchas bocas se acercaban a oídos ajenos.

Autopsia de un AbandonoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora