XXII La fiesta de la verdad

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-No está mal este sitio.

Tadeo se lanzó al sofá nada más entrar por la puerta, sin saludar a su amigo ni nada. La educación no era su fuerte. La chica, Regina, entró detrás de él, y besó la mejilla de Scott. Tenía la ropa algo mojada, en una mano sujetaba el paraguas y en la otra unas bolsas con comida india que había encargado de camino a casa. Tenía un ojo morado que había camuflado bien con maquillaje y usando el pelo hacia un lado de la mejilla. El labio lo tenía dañado, del mismo golpe.

-Tadeo dice que estamos de celebración, ¿Qué celebras?

Preguntó Regina cuando su amigo cerró la puerta y le cogió el abrigo mojado para dejarlo sobre el respaldo del sofá, en la salita. Scott se percató de la lesión, pero no quiso preguntar.

-¡Eso, eso! ¿Cuál es el motivo? ¡Quiero ponerme cerdo!

Exclamaba Tadeo llevando sus pies encima de la mesa baja que tenía frente al sofá.

-Mi ex mejor amigo Evan ha muerto, eso celebramos-Fue hasta Tadeo para quitarle los pies de encima de la mesa-Ahora es más ex que nunca.

Regina le lanzó una mirada espantada y sorpresiva, a diferencia de su amigo Tadeo que conservó la misma expresión de entusiasmo con la que había entrado.

-¿Por qué vas a celebrarlo? ¿Acaso te alegras?

Regina le rodeó para sentarse en el sofá individual, el que estaba al otro lado de la mesa y junto al triplaza donde su amigo Tadeo se había relajado. Dejó las bolsas de comida india sobre la mesa y apoyó el paraguas al lado del sofá.

-En México celebramos la muerte.

Farfulló Tadeo lanzándose a las bolsas de comida.

-Ahí lo tienes-Chasqueó Scott, que aún seguía de pie-Hoy todos somos mexicanos.

-Pero fue tu mejor amigo, yo no me alegraría. ¿No te afecta?

Regina insistió.

-¿Ahora eres mi psicóloga? Te recuerdo que trabajas en un centro de belleza pintando uñas a viejas coquetas por tres dólares, no tienes derecho a profundizar en los temas. Ni el derecho ni la inteligencia.

Fue grosero, intencionadamente, pero evitó la mirada directa a su amiga porque fue hasta el frigorífico para sacar de allí las botellas de alcohol que tenía preparadas. Luego, abrió uno de los muebles de la cocina para coger las bolsas de patatas y unos vasos de vidrio.

-Eres un hijo de puta. Y es macabro lo que haces.

-A ver-Dijo acercándose a la mesa para dejar todo lo que llevaba-Me alegro como él se alegró de alejarme de su vida. Solo equilibrio la balanza, no se me dio demasiada oportunidad en vida.

-Compartiste mucho tiempo de tu vida con él, es un insulto.

-¡Tadeo!-Scott se dirigió a él con disimulada euforia-¿Qué es lo que hacéis en México para celebrar la muerte?

Tadeo se había lanzado a la comida y masticaba con ansias.

-Hacemos altares, cantamos, bailamos, hacemos dulces...-Masticaba hablando y apenas se le entendía-Cuando mi tía Carmencita murió, mi madre la maquilló para sentarla en una silla, le adornó flores en el pelo y un cigarrillo entre los dedos. Se acabó quemando el vestido y los dedos.

Scott se giró con una sonrisa amplia, macabra, con los ojos abiertos, hacia Regina. Asintiendo. Ella seguía espantada.

-Pues vamos a cantar, a encender velas y a bailar ¡Empecemos con un brindis!

Autopsia de un AbandonoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora