XXI Despedida con carencias

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Se despertó en cuanto notó la vibración de su móvil sobre su mesita de noche. Con un ojo abierto, miró hacia el para enseguida cogerlo. Carente de gana, respondió.

-¿Sí?

Carraspeó antes de hacerlo.

-¿Vas a venir al entierro?

La voz la reconoció, esta vez sí. Era Liam.

-¿El entierro?

El entierro de su ex mejor amigo. Ese que había muerto a causa del incendio lleno de falsa honestidad hacia sí mismo que había provocado hacía unos meses. Estaba muerto y lo iban a enterrar. Una cruda realidad que parecía no haber aceptado aún.

-Me doy por vencido, haz lo que quieras.

Lo oyó como si lo tuviese detrás de la oreja, le molestó.

-¿Qué coño quieres decir?

Se incorporó un poco en la cama.

Aún seguía vestido como la pasada noche, con sangre seca en sus manos y en la ropa.

-Toda tu vida ha consistido en acabar controlándolo todo, ¿Verdad? Teniendo la razón de todo. No sé si quieres devolverle el golpe o que quieres hacer. Pero Evan está muerto, y parece que no te importa. No te importaba. Tampoco la verdad. Nada te importa.

-Noto cierto tono de acusación.

-No puedo más con esto, el entierro es a las doce de hoy, aparece si quieres. Saldré de casa a las once.

-Estupendo.

Ni siquiera se molestó en colgar, solo lanzó el móvil hacia un lado de la cama y se giró en ella para quedarse mirando hacia arriba. Al techo.

Reaccionó a los pocos segundos, frotándose los ojos y tomando conciencia de lo que había hecho la pasada noche. No le invadió el remordimiento, sólo la repudia hacia sangre que no era suya. Sino de un homosexual posiblemente infectado de alguna venérea. Se puso de pie, estaba aún con los zapatos puestos así que se los quitó. Fue hasta el salón donde se encontró que había dejado el cuchillo manchado de sangre en el fregadero. Lo lavó y lo volvió a guardar en el cajón de los cubiertos. Luego, se quitó la camisa de franela, la camiseta que llevaba debajo y también los pantalones. Todo lo metió en la lavadora, la cual programó para que empezara a lavar. Después fue hasta el baño, se miró al espejo y allí vio que tenía salpicaduras de sangre en la cara, debajo de la barbilla y en el cuello. Quiso recordar que hizo la pasada noche una vez que mató a aquel desconocido, pero no lo recordaba con claridad.

-Scott, Scott, Scott...

Se dijo con un tono de reproche mirándose fijamente al espejo, luego rio.

Movió el bastidor de vidrio de la ducha y se topó con Steve, el joven homosexual afanoso de sexo que asesinó en el sofá la pasada noche. Abrió el grifo del agua caliente, que salió con fuerza después de dos soplos de aire, y empezó a empapar al cuerpo que yacía allí sentado. Scott se quitó los calzoncillos, se introdujo en la ducha y se posó debajo del agua caliente. Encerrado con el cuerpo que parecía ignorar como algún elemento de atrezo, sentía como la sangre ajena se iba despegando de su piel y se iba deslizando por el resto de su cuerpo. Se frotaba con fuerza el rostro, deshaciéndose de todo resto de sangre.

Mientras el agua recorría todo su cuerpo, sentía que se purificaba, Scott fue haciendo un balance de ciertos momentos de su vida. Uno de ellos, aunque insistía en no querer volver a tener contacto con sus anteriores etapas, emergió sin poder evitarlo. El agua, que había encendido de vapor todo el baño, actuó como un vehículo hacia el pasado. El recuerdo trataba de Evan, su viejo mejor amigo, en esos días en los que acabó perdiéndolo.

Autopsia de un AbandonoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora