(☔). jeden.

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Le hablé de ti al día más feliz que existió, y comenzó a llover.

וווו×

Los vidrios de la limosina estaban completamente empañados, la fuerte lluvia que golpeteaba desde hacía ya horas no parecía ceder pronto. Kuhle acarició con sus yemas el vidrio más cercano a ella, delineando la figura de un sol inanimado en una de las esquinas superiores. Imaginó, tal como en películas, que el sol saldría de repente junto a un famoso arcoíris que pintaría el cielo y llenaría de luz todo aquello que las nubes grises habían oscurecido.

Menuda mentira, pensó ella.

No hagas eso— le advirtió Karl Heinz, quien no había dejado de observarla fijo desde que su trayecto había comenzado—. Dejará una marca.

Kuhle obedeció, retirando su mano de la ventana sin mirar al hombre que le había llamado la atención. Le sobraban las razones para no querer mirarlo ni por respeto.

Anda, deja esa careta— volvió a hablarle con suavidad—. Mírame antes de irte. Puede que por culpa de otro humano cobre tu cabeza— Tougo sonrió de lado.

Si escapa es mi culpa— comenzó a contestar ella—, si muere es mi culpa, si no está cómoda es mi culpa— Kuhle alzó la mirada sin ninguna expresión—, lo que me has explicado es suficiente, así que preferiría que te callaras ya.

No estás en posición de hablarme así, Kuhle— si Karl Heinz hubiera​ estado cerca de ella, le hubiera tomado el mentón de forma brusca para que lo mirara como era debido—. En el tiempo que no haya una novia de sacrificio, tú tienes que serla entonces— agregó—. Procuraré que eso no suceda. También soy considerado contigo, deberías agradecérmelo.

Kuhle estaba segura de que no tenía que agradecerle nada a Karl Heinz. No había hecho nada bueno por ella: a su mente llegaron los recuerdos de las clases que recibía con el fin de que supiera qué decir en cada trabajo, qué decir a cada persona y qué preguntas evitar, llegó el recuerdo de la vez que le había enseñado sobre la "magia" que Tougo poseía al ser Rey en el Mundo de los Vampiros, la cual se cobraba del dolor por los esclavos, llegó el recuerdo de verlo borracho y diciendo la que realmente esperaba de sus hijos y de ella, llegó el recuerdo de cuando la atiborraban de esas galletas tan deliciosas de avena y arándanos, con el fin de que ganara algo de peso. Nunca había funcionado.

Graciassoltó de mala gana mientras volvía a mirar a la ventana empañada. Escuchó cómo Karl Heinz la maldecía entre susurros para él, pero lo ignoró.

Al llegar a aquella mansión tan necesitada de vida y apagada desde afuera, Tougo le tendió a Kuhle un paraguas práctico junto con un envoltorio de galletas, las mismas que había recordado y aspirado en su imaginación hacía kilómetros atrás. Hizo un gesto de agradecimiento con la cabeza, sin decirle una palabra más ligada a aquello. Observó cómo el lujoso auto del hombre se iba y la dejaba sobre la acera mojada. Menos mal que tenía el paraguas. Se dio la vuelta hacia la mansión junto con su maleta y pequeño bolso cruzado comenzando a caminar en silencio y cabizbaja.

Tomó la manija de la gran puerta con una mano, giró y la abrió con discreción. No quería molestar a cualquiera que estuviera cerca. Se estremeció y su corazón dio un vuelco al sentir el cambio de temperatura a una más fría ya dentro. La puerta se cerró de golpe, como si alguien la hubiera empujado con disgusto.

Así que sólo eres tú. La chica de la que esa persona hablaba tanto— escuchó.

La voz le pareció familiar, como si la hubiera escuchado en toda circunstancia, hacía un montón de tiempo. No había explicación del por qué lo sentía así. Buscó la mirada de aquel chico girándose hacia el mismo con la seguridad que siempre portaba. Sentía como aquella imagen se le caía poco a poco.

¿Qué te ocurre? ¿Sólo te quedarás allí sin hablar?— Ruki tensó la mandíbula—. Cielos. . . tan simple como cualquiera.

»  D R I Z Z L E. [ mukami ruki ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora