(☔). deset.

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No hay que desanimarse, por sobre las nubes el universo sonríe

וווו×

Era como ver a un chihuahua y a un San Bernardo jugar.

Cualquiera pensaría que uno rompería al otro en cuestión de segundos por alguna riña, pero no veían detrás del peligro; detrás del peligro hay una causa, detrás de una causa una conexión, detrás de una conexión, existe una ayuda y existen muchas cosas más detrás de un juego. A Kuhle le gustaba pensar que Yuma era su amigo, pero de una u otra forma volvía a la realidad que era un vampiro, que la mayoría de lo que había leído era cierto.

Kuhle estuvo a nada de contarle a Yuma todo, pero nunca lo hizo.

Cuando estaba a punto de comenzar por el dónde venía, se callaba de golpe y por su mente hacían eco escenas que vio estando en el castillo de Karl Heinz: solía ver mujeres diferentes cuando volvía de su pesada rutina (escuela católica cristiana para solo señoritas, clase extracurricular durante tres horas y entrenamiento para su cuerpo, porque para su mente ya era suficiente el hecho de pensar en llegar a hacer los deberes de apariencia interminable) entrar y salir del despacho de aquel hombre albino el cual solía relacionar con un conejo por sus ojos rojos. Cuando quería hacer su tarea escuchaba sonidos poco agradables y grotescos en el despacho de Karl, algunas veces más escuchaba los sollozos de aquellas féminas.

Después de que Kuhle presenciaba que salían por té negro a la cocina durante la noche del viernes, el sábado, cuando esa niña que poco a poco crecía para ser una jovencita, oía a Karl gritando órdenes a los sirvientes para que desaparecieran un cuerpo y no fuera a parar en uno de los jardines.

Cuando Kuhle salía a tomar la limusina que la llevaría a una clase extracurricular matutina, veía mechones del cabello que la misma mujer que había servido el té la noche anterior poseía... o poseyó.

Al menos una vez se topaba con alguna. La mayoría solo se sonreían y preguntaban si estaba perdida o era hija de Karl. Con mucho orgullo respondía no a cualquiera de las posibles preguntas. La minoría de las veces solían mirarla como alguien inferior y se iban cantoneando sus caderas, mientras se abrían más el escote. Solo en esas ocasiones se miraba el pecho plano que poseía, preguntándose si las mujeres debían hacer eso: servir el té, follar y llorar.

No le sorprendía que follar ya formara parte de su vocabulario en aquel entonces.

Desde aquel día en que Yuma había descubierto el castigo que Ruki le había proporcionado a Kuhle y había estado en la huerta, Kuhle había pensado aún más qué decir y qué callar.

Yuma había escuchado la risa de Kuhle aquel atardecer, había visto un lado juguetón de la pequeña joven y había visto su sonrisa. Describía la risa de Kuhle como la de un niño, una risa que podía cambiar de algo suave como el terciopelo a algo ruidoso como carcajadas de un borracho. Su sonrisa parecía ser tomada de los rayos del sol, porque podía iluminar, pero también cegar para que no se viese que ardía en su sentimiento momentáneo. Su lado juguetón recordaba a un gato que se entretenía con un punto de luz roja.

El vampiro se preguntaba qué le había pasado a Kuhle para poder guardarse todo en un silencio que se generaba apenas hacía presencia; eso lo había comprobado una noche, durante la cena con sus hermanos: peleaba con Kou por un trozo de carne que Azusa no deseaba comer, mientras Ruki ordenaba que dejaran de discutir por algo tan simple pero complicado como la comida era. Cuando Kuhle había cruzado las puertas que llevaban del pasillo a la sala, Kou había observaba a la puerta sonriendo pero de inmediato formó un puchero y dejó de pelear con Yuma, dejando el T-bone en el plato de Azusa. Este mismo le había ofrecido el filete, pero ella había negado con la cabeza y esa había sido una respuesta suficiente también para cuando Ruki había ofrecido del pan de la pequeña cesta sobre la mesa; Ruki también la había reprendido por rechazar ambos alimentos, pero Kuhle se lo había pasado por el arco del triunfo.

Pequeña, sí, pero poderosa con solo una mirada y una presencia.

Cuando se supuso que Kuhle dormía, Yuma bajó a la sala para buscar su recipiente de vidrio con terrones de azúcar. Ninguna cosa tenía nada que ver con la otra, pero daba igual, lo hizo así. No le extrañó ver a Ruki y Kou sentados en la sala, aparentemente hablando, pues el rubio reía mientras el otro no despegaba la vista del libro de su difunto padre. Lo que fue extraño fue ver que Azusa hacía presencia poco después que él. Yuma había abierto el frasco y se había tirado en el sofá vacío a comerlos de manera ruidosa y desalmada. Ruki le había preguntado qué había hecho con Kuhle en la huerta (refiriéndose a la joven como "ganado", algo que nunca habían escuchado desde que Yui había pasado a mejor vida). Él había respondido con un "qué te importa", y fue como una bomba apestosa, pues Ruki había sido más tosco al preguntarle y la respuesta de Yuma ya había tirado a ser grosera, desatando así que Kou se entrometiera y Azusa pidiera (casi implorara) calma.

Yuma había acabado confundido. Era raro que discutieran. Pero nunca había sido por una novia de sacrificio o cualquier otra chica. Recordando un poco las palabras dichas por Ruki durante el bullicio rescató algo:

Ella me ayuda, pero no debe recibir atención. No tiene valor ni palabra dentro de esta mansión.

Eso le había decepcionado de Ruki, pero la pregunta verdadera para Yuma era: ¿por qué se esmeraba en degradarla?

Al momento que Yuma prestó atención a Kuhle, que se sentaba a su lado durante la clase de filosofía, se dio cuenta que tenía los brazos sobre la paleta del pupitre y la cabeza en el hueco que formaban. Los hombros le temblaban y el cabello caía a los lados. Kuhle estaba llorando.

Kuhle tenía un nudo atascado en la garganta desde que había tomado un baño en su propia sangre y agua. Había sido extraño y se había sentido como una psicópata, que preferiría serlo a sufrir por un chico enfermo de control y poder por sobre ella y sus hermanos. No pudo más durante la clase de filosofía. Pensó que sería invisible un momento.

Si no los veo, no me ven— se había dicho susurrando al obligarse a no entablar contacto visual con nadie en los siguientes cuarenta y cinco minutos.

No resultó.

El profesor Kobayashi había solicitado a Kuhle que saliera y se calmara, para después salir a hablarle sobre qué sucedía para que llorara en medio de su clase. A ojos hinchados y labios temblando la pequeña joven había negado. El docente había indicado que sacara una cita con el psicólogo. Kuhle no hizo caso y fue a los baños una vez que el maestro había entrado de vuelta al salón.

Kuhle nunca permitiría que volvieran a canalizarla en psicología. No desde aquella vez que fue a presentar el examen para obtener la beca en la Academia Ryoutei como reto de su tutor legal.

Un familiar se encontraba muerto en el lavabo para cuando la chica rubia llegó a los sanitarios. Ruki apenas pudo observar el cabello de Kuhle desaparecer tras la puerta, esperaba que entendiera lo que el murciélago muerto significaba.

No había matado a aquel animal por nada.

No había visto a Yui en Kuhle por nada.

Ruki había sentido empatía por Kuhle por nada.

»  D R I Z Z L E. [ mukami ruki ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora