❝ A veces tienes que aprender a bailar bajo la lluvia en vez de esperar a que pase ❞
וווו×
Supo que era un sueño cuando la humedad y el olor a viejo le inundaron las fosas nasales. La leña dentro de la chimenea ardía, habían muebles victorianos y apestaba a un vino que hasta la fecha describía como veneno.
Vio un par de hombres de espaldas, hablando sobre negocios, tal vez. Seguía sin darle la importancia debida a lo que era una tasa o los impuestos. Mientras estuviera bien, no importaba lo demás.
Cuando dio un paso al frente, ya no estaba en la sala.
Ahora de encontraba en medio de las ruinas.
¿Después? Algo le nubló la vista.
Ahora estaba en el suelo, boca abajo, suplicando y llorando porque alejaran la vara de acero que ardía en uno de sus extremos y amenazaba con hundirse en una de sus lumbares.
Y solo con ese horrible recuerdo Ruki pudo despertar y sentir su "inexistente" corazón latiendo con fuerza, golpeando en su pecho.
Escuchó sus jadeos, sintiendo sus mejillas húmedas como prueba de su llanto.
Tentó con sus manos a su lado pero ya no había nada... y eso bastó para que su llanto silencioso volviera a inundar de una fina capa de tristeza la habitación.
( ... )
Pensó una y otra vez en cómo sería haber estado en aquella guerra que había terminado con su pueblo. Había buscado ya mucho en los libro de historia pero no había nada... nada que pudiera rescatar mas que los fragmentos de sus recuerdos rotos, en los que se hundía cada vez que dejaba caer la cabeza sobre la almohada.
Kuhle cerró su cuaderno de bocetos con fuerza, como si cerrara un grifo que llevara abierto durante horas.
Se acordó del Día de San Nicolás, cuando por primera vez sus manos regordetas y pequeñas habían sentido el papel y el lápiz trabajar juntos y se había convertido en su pasión; sin saber que probablemente las matemáticas lo destronarían por una breve racha de tiempo. Unos brazos imaginarios la rodearon un momento, cuando cerró los ojos y volvió a aquel diciembre.
Su padre tenía cara pintarrajeada con carbón y se reía, pero después la diversión abandonaba su rostro. La había abrazado y cargado como cuando tenía dos años (a pesar de que tenía ocho aquel día). Trataba de que los sollozos de su pequeña cesaran. Trataba de que el regalo más preciado que su amada le había dado se calmara. Kuhle recordó los gritos de la monja que solía cuidarla cuando su padre daba clases y no tenía el tiempo de hacerse cargo quejándose y preguntándole a Dios por qué Norio había hecho una tontería semejante.
No era una tontería, o tal vez sí, pero todo llevaba al cuaderno que Kuhle guardaba once años después y del que presumía con orgullo ser dueña.
La sensación de esos brazos volvieron a irse y sintió un nudo en su garganta el cual tuvo que tragarse cuando sintió una suave superficie golpear su cabeza. Tan hundida estaba en sus pensamientos que no tuvo el tiempo de sorprenderse.
Cuando volteó la cabeza se encontró con Yuma (el grandulón que parecía tener mayor interés en molestarla a base de apodos) mirándola con el ceño fruncido.
— ¿Qué?— soltó ella molesta por el simple hecho de sacarla de algo importante para ella.
—Llevo llamándote muchas veces, ¡y tú solo estás mirando al horizonte!
—No te importa lo que hago.
Volvió a golpearla con la almohada.
— ¡Deja de pegarme con mi almohada, maldita sea!
—Te voy a pegar cuantas veces quiera, cerda anoréxica— el alto castaño miró las piernas de Kuhle que no estaban enfundadas por nada más que por un short de tela delgada que podía servir perfectamente como pijama—. ¿Qué te pasó allí?— Yuma bajó la almohada cambiando de inmediato su semblante molesto a uno completamente serio.
La pequeña chica de cabello rubio entró en un breve pánico. Cubrió sus piernas con el cobertor de la cama.
—Nada— contestó de inmediato.
—Yo no pregunto dos veces las mismas cosas, enana— dijo él y quitó el cobertor por completo, dejando desnuda la cama y las piernas de Kuhle—. ¿Qué te paso en los muslos?
—Me caí— dijo ella pero era prácticamente absurda una caída que dejara moretones y marcas rojas de forma cuadrada, incompleta y alargada.
— ¿Fue Ruki?— cuestionó Yuma y Kuhle sintió que se le caía el alma a los pies, tanto fue que le causó una punzada de dolor en los muslos.
—Te he dicho que me caí— reafirmó su mentira.
—Fue Ruki— Yuma gruñó ante su afirmación y recogió unos pantalones de mezclilla que estaban por el suelo—. Póntelos y te vas a la huerta— se los lanzó a la chica sobre la cama.
—No quiero ir a la huerta.
—No te pregunté, cerda anoréxica.
Tan pronto como había aparecido, Yuma se esfumó, dejando a Kuhle con la única sensación de que, al menos él, notara su presencia en la mansión a comparación de Ruki, que parecía solo notarla cuando cometía errores absurdos.
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» D R I Z Z L E. [ mukami ruki ]
Fanfiction❝ Ahora habla, sólo susurra débilmente antes marcharte, el sonido de la lluvia cayendo lo acompañará todo. Sé que me podré zafar de pensar en ti ahora; así que susúrrame un poco más y dame un final feliz, mi dulce Eva ❞. De esencia silenciosa y espí...