(☔). tři.

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El cielo se compadecía de mi dolor, y cuando yo no podía darme el tiempo de llorar, él sin duda lo hacía por mí .

וווו×

Ruki le permitió a Kuhle estar sola con la habitación que le había asignado. Ella había criticado la decoración en voz baja una vez sola. Le parecía raro y decepcionaba la ausencia en las paredes del cuarto; el departamento que había dejado atrás estaba adornado con montón de obras, pinturas y dibujos. El objeto que más llamaba atención era la réplica de aquellas alas de ángel suspendidas en la pared contra su cama, dónde la cabecera se recargaba, extrañaba ya no ver el hermoso dibujo a carboncillo de la hermosa criatura mitad humana y mitad ciervo. Se había esforzado para que fuera la réplica alternativa de Christa, una de las esposas de Tougo. Christa había sido su inspiración y su "musa" durante sus años de aprendizaje en el dibujo y la declamación. Uno de los recuerdos que le venían a la mente si pensaba en ella, era aquel desagradable momento en le había mostrado las alas que estaban suspendidas en aquella pared, sus palabras la habían dejado abrumada:

— ¡Deja eso, Kuhle! ¡Mi niña, no soporto verte así! Como un ángel, un serafín. ¡La mayor abominación!— .

Cuando la escuchó decir eso, Kuhle apenas tenía catorce años, tanto había sido su influencia que tuvo pesadillas con los serafines por tres días.

Tocaron la puerta de la habitación, haciendo que el recuerdo de desvaneciera pedazo a pedazo. Observó a su alrededor, sus manos estaban entre la ropa aún dentro de la maleta y de rodillas en la cama. Suspiró profundamente, sacando el aire por la boca.

¿Quién toca?— preguntó.

Antes de que escuchase una respuesta, sintió cómo una presencia se materializaba detrás de ella.

— Así que tú eras el olor tan. . .— Yuma la escaneó de arriba a abajo—. Raro— detuvo su mirada en los ojos rojos de Kuhle. Ella hizo una breve mueca de disgusto en respuesta de la forma que la había observado, de aquella manera tan indiferente y simplona.

Tú tienes que ser Yuma. Vaya que eres alto— opinó ella.

¿Es un cumplido?— preguntó.

Eso creo, en el mundo femenino sí lo es.

No lo entendería— se inclinó un poco hacia ella con los ojos entrecerrados—. ¿Cómo te llamas, cerda?

¿Cerda?— frunció el ceño.

Cer-da— aclaró, articulándolo exageradamente.

No soy una cerda— reclamó ella—. Me llamo Kuhle.

Lo eres, eres una cerda anoréxica— Yuma se fijó en los brazos delgados de Kuhle, sus manos pequeñas a comparación de él y -en especial- su cuello esbelto—. Muy delgada.

Kuhle no tuvo tiempo de reclamarle nada cuando él ya había atenazado su brazo para levantarla de la cama en un movimiento brusco. Una de vez de pie y sin mareos, Kuhle calculó mentalmente por cuántos centímetros (o cabezas) había de diferencia entre ambos.

« Veinte. . . no. . . ¡treinta!. . . veinti. . . ¿siete? ».

Después de que Yuma la criticara en silencio con la mirada, su semblante cambió notoriamente al ver un objeto deslumbrar entre la ropa desordenada de Kuhle dentro de la maleta. El vampiro la soltó de manera menos brusca que cuando la había levantado, Yuma adentró la mano entre las ropas y cuando la sacó traía consigo la cruz de plata e incrustaciones de color rosa, la misma con la que Yui había llegado a la mansión, la cruz que siempre llevaba al cuello, la que tenía entre las manos en aquellos momentos en que su fe se caía y la misma cruz que le pertenecía aun muerta.

¿Tú por qué tienes esto?— Yuma apretó el objeto entre su mano y miró a Kuhle con el rostro impasible, la pobre tenía la piel del color del papel; titubeó.

Eso es mío— susurró—. Dámelo, por favor— trató de tomarlo de entre la mano de Yuma pero él la sacó de su alcance.

Mentirosa, la cruz es de Yui, no tuya— replicó.

¿Yui?— Kuhle se confundió. En realidad ya había escuchado ese nombre, pero no obstante era acompañado con otro: Eva.

Era la prometida de Ruki— explicó Yuma cortante, Kuhle sintió como si hubiera hecho algo completamente mal —. Estuvo aquí antes que tú. Murió. Se la daré, él ya sabrá que hace contigo, cerda anoréxica.

¿Qué? ¿Por qué? Es mía, tienes que devolvérmela— ahora ella frunció el ceño y trató de abalanzarse sobre él, pero Yuma ya se había apartado de ella e iba camino a la puerta. Jugueteó con la cruz en su mano un momento, asegurándose que Kuhle la viera en todo momento. Ya iba caminando hacia él cuando le cerró la puerta en las narices.

¡La cena ya está lista!— le exclamó Yuma desde el otro lado de la puerta.

»  D R I Z Z L E. [ mukami ruki ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora