(☔). osm.

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La lluvia es eso que pone más juntos a los que están juntos, más lejos a los que están lejos y más solos a los que están solos

וווו×

Apenas podía caminar. Dolía a mares, ardía cuando caminaba y la falda no podía cubrir las líneas de sangre seca que bajaban por sus piernas, las líneas que una simple regla de madera había provocado en su cuerpo.

Hacía mucho no sufría de castigos así. A pesar de que el material utilizado fuera simple en aquella ocasión le recordaba a todas luces al cuero de un fuete, a una nalgada, a la cuerda de un látigo, a una vara. No supo cómo pudo terminar su primera jornada estudiantil. Cuando pensaba en la Academia Ryoutei ya no era su gran biblioteca o la cafetería que olía a humedad, ahora tenía la imagen del salón vacío, sus chillidos porque parara de golpearla y su llanto una vez que el vampiro convertido terminó su cometido.

Kuhle no encontró la manera en que llegó a su habitación, solo escuchó el sonido sordo del colchón hundirse bajo su peso y su respiración lenta que hacía su pecho subir y bajar. No había hecho nada para merecer ese castigo. ¿Cruzar palabras con un desconocido? Qué absurdo... Tal vez Ruki solo quería tenerla como animal adiestrado.

Que cuando él tendiera la mano ella fuese con la cabeza gacha.

Tal vez vivir en el castillo de Karl Heinz no le había enseñado lo suficiente sobre cómo sobrevivir al dolor emocional y físico.

¿Dónde quedaba su meta de comprobarle a su padre muerto que no era solo una rubia que se dejaba manipular? ¿En qué punto se había convertido en un chiste para los demás? Estaba harta de las personas que querían hacerla volar en pedazos, dispararle o golpearla.

Tenía que aceptarlo, apestaba como humana y como persona.

Se tocó el rostro, limpiándose las lágrimas, sorprendiéndose de que de sus labios no había salido ningún sollozo.

Se levantó de la cama con un jadeo de dolor. Se quitó la ropa, dejándola tras su paso hacia el baño de su habitación. Cuando quedó desnuda en medio del cuarto de baño creyó escuchar sus latidos. Tocó por encima de su seno izquierdo y allí estaba... algo que le decía que todavía estaba viva. No quería designarse a que su papel fuera ser un perro faldero que al escuchar su nombre con tono alegre y premiador menea la cola de lado a lado y ladra de felicidad, y cuando lo escuchaba en un tono demandante y molesto bajara las orejas y se hiciera bolita.

Volteó al espejo tras de ella y se abrazó temblando, bajó la mirada a sus muslos que seguían teniendo rojeces y una que otra herida se estaba rodeando de sombras en volúmenes violetas.

Solo pudo escuchar sus sollozos.

»  D R I Z Z L E. [ mukami ruki ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora