( ☔). šest.

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Cuando tú estabas aquí antes no pude mirarte a los ojos, porque eres como un ángel, y tu piel me hace llorar. Desearía ser especial, no me importa si duele, yo quiero tener el control .

וווו×

Había muchos rumores sobre la Academia Ryoutei que Kuhle había escuchado cuando vivía sola, por una zona más poblada y menos segura.

Escuchaba que quienes estudiaban allí tenían las entrevistas en importantes empresas aseguradas para un trabajo temprano, pero claro, la palanca era por sus padres, también había el rumor que la biblioteca era enorme, y las mejillas de la pequeña Kuhle se ponían rosas de solo pensar en devorar libro tras libro, al mismo tiempo, se confiaba de que las instalaciones y el ambiente serían menos pesados que en sus antiguas escuelas. Cuando menos pensó, se estaba estremeciendo ante el mínimo recuerdo de las monjas gritándole que volviera a su asiento, que dejara de rayar sus libretas con los rostros de profesores y compañeras y, sobretodo, que dejara de decir que la iglesia les llena el cerebro a los humanos de blasfemias. Primaria y secundaria habían sido colegios católicos por el trabajo de su difunto padre, incluyendo las clases particulares a aquel noble e hijo de Karl Heinz que recordaba como un vago eco.

Apretujó la pasta dura de su libro de Química suspirando. Miró a los lados y una oleada de alivio la recorrió al darse cuenta que ni Yuma ni Ruki estaban en su clase, al menos no en la primera. Sonrió y en cuanto vio al profesor entrar al aula se levantó, y esperó un descanso de la presión que sufría por descubrir la muerte de Yui Komori.

Kuhle se había dejado llevar por los rumores, pero no veía más allá, no veía las desventajas de ser de nuevo ingreso que iba a ser una numerosa lista hasta pertenecer a un grupo de amigas. O amigos.

Su lista iniciaba por su mayor problema desde que tenía memoria: estaba sola, seguido de que estaba asustada por el simple hecho de encontrarse con cualquiera de los cuatro hermanos Mukami en los pasillos, no sabía dónde estaba el comedor ni el laboratorio; de los baños se había enterado cuando no tuvo más opción que irse a comer el empaque de galletas que traía encima como cena.

Les había preguntado a más de cinco personas sobre dónde se encontraba el aula 67, donde sería su clase de Cálculo Avanzado (apenas recordó el nombre de la clase, sonrió por su tremenda pasión a la matemáticas), pero todos le habían dicho una dirección diferente, mirándola con burla en el caso de las chicas altas, morenas y delgadas a las que había consultado, pero la mirada de los chicos a los que se había dirigido no estaba en sus ojos o si quiera en su cara.

Una vez estuvo con los pies en el suelo liso del primer piso de la Academia Ryoutei caminó por aquel pasillo vacío ya, debido a que todos sabían dónde ir, menos ella. Kuhle se asomaba por las ventanas de los diversos salones a lo largo del pasillo, a veces enrojecía por la pena de que le dijeran que no era la clase que buscaba y algunas risas sonaban en el aula.

Con las esperanzas por el suelo, la última aula que estaba al fondo del pasillo era su última opción. La chica rubia dio un suspiro rendido y caminó de manera lenta a la puerta curiosamente más grande a comparación de las demás.

No pudo abrir la ventana, tenía el seguro por dentro, así que tuvo que abrir la puerta, encontrándose con algo muy inusual.

Había un chico dándole la espalda. Hombros anchos, caderas estrechas y probablemente una musculatura ideal, aunque no tan desarrollada como se desearía oculta bajo el uniforme masculino de la Academia. ¿Por qué no llevaba la bata que se solicitaba en el laboratorio? Venía en las reglas, pero una vocecilla le gritaba desde un feo rincón de su cabeza que sería el menor de sus problemas reclamarle algo que no le incumbía.

¿Y a ti? ¿Se te perdió algo...?

Cuando la voz de terciopelo de aquel individuo le llegó al oído, mientras que el otro solo escuchaba a su conciencia gritarle que corriera antes de abrir esos labios carnosos en forma de corazón.

N-no...— titubeó ignorando el eco de esa voz que ya no gritaba, solo daba suspiros y refunfuñaba por su necedad de no hacerle caso—, y-yo buscaba el s-salón...— el papelito que tenía en el número de aula escrito de le resbaló de las manos. Rápidamente lo recogió de manera torpe y siguió— sesenta y siete.

Estás pérdida, pero no puedo esperar más de una humana que con solo mirarme, tiembla— dijo el chico.

Eso no es cierto— susurró Kuhle. Apretujó la tela de su falda con cierta impotencia al ver que sus temblores de solo escucharlo y observarlo eran más que verdaderos.

Vete por dónde viniste— Reiji la echó del laboratorio de la Academia con solo unas palabras y una mirada penetrante bajo sus gafas de marco delgado y platinado.

Mientras que la falta de ayuda por parte del de hebras oscuras producía muchas preguntas en su cabeza, Reiji no quería perder la compostura educada, aunque aceptaba sin ningún pelo en la boca que eso último había sido descortés, pero, ¿qué más le diría? ¿Que era una resucitada? ¿Que el alma de Kuhle ya no existía y ahora albergaba en ese menudo cuerpo el alma de Yui? ¿Qué pasaría si con solo abrir la boca, Kuhle se daría cuenta que nada de lo que había vivido era cierto?

La culpa que venía cargando Reiji desde hacía un par de años estaba ligada a cualquiera de sus principios científicos, pero sobre todo, estaba involucrado el hecho de que no era solo una muerte en la que había interferido, si no que en tres.

Él mismo pesaba que era absurdo ese sentimiento, pero mientras más lo reflexionaba y mientras más consciente estaba que tenía a sus espaldas a la misma chica que estaba condenada por su culpa, se volvía más real para Reiji.

»  D R I Z Z L E. [ mukami ruki ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora