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Me desperté con dolor de cabeza y en una cama demasiado dura para ser la mía. Mis ojos poco a poco fueron acostumbrándose a la oscuridad, pero no podía distinguir gran cosa. Fui a incorporarme, cuando mil agujas se clavaron en mi abdomen, en un acto reflejo mi brazo se estiró y fue cuando me di cuenta de que estaba cubierto de cables y tubos. "¿Un hospital?" A mi lado derecho había una pantalla con mis constantes vitales. "Probablemente". Miré el techo y conseguí distinguir una cámara, con su característica luz roja parpadeando que indicaba que estaba en funcionamiento. Fruncí el ceño, y la puerta de mi habitación se abrió. Junto con la luz. Una mujer con bata blanca se acercó cuidadosamente.

-¿Cómo te encuentras? -Preguntó.

-¿Dónde estoy? -Respondí con voz pastosa, tenía muchas preguntas.

-Lo sé, tienes preguntas y yo te las responderé todas, pero primero deja que me presente -Dijo con una voz que daba a entender que había hecho eso miles de veces.- Soy la doctora Sparks y la que se encargará de ti las próximas semanas. Esto es una especie de hospital. Es una organización, la llamamos Congelación.org. Macalib, has sufrido un accidente. Bueno, lo sufriste hace mucho tiempo. -Parecía como si hiciera años que no hubiera oído mi nombre.

Antes de que pudiera replicar siguió:

-Ahora necesitas descansar y mejorarte, ya habrá tiempo para hablar. - Acto seguido abandonó la sala dejándome con una débil espera.

Con la luz encendida pude inspeccionar más la habitación. Las paredes eran de un gris nube. Había un armario, enfrente de mí, de madera. Me giré despacio y pude observar que la pantalla de mis constantes vitales era muy delgada, de vidrio mezclado con blanco, y parecía estar flotando. Al igual que la cámara del techo. "No sabía que los hospitales estuvieran tan modernizados" pensé antes de volverme a sumir en un profundo sueño.

Pasaron los días y poco a poco fui mejorando, venía la doctora Sparks personalmente cada día a darme la comida, pero se negaba a responder mis preguntas. Al principio la comida que me servían me llamó la atención. Solían ser raciones pequeñas de alimentos con nombres extraños que no había probado nunca. "Quizá estoy en otro país" -pensé al leer el nombre del primer plato que trajeron. Pero lo más extraño es que no me dejaban ver a mi familia. Ni a nadie. Yo estaba aterrado de que hubieran muerto en el mismo accidente que sufrí, del cual seguía sin saber nada, pero según me dijo, ese no era el caso.

Quería desconfiar de Sparks, pero su cara amable surcada de arrugas me lo hacía imposible. Cuando conseguí levantarme por mi propio pie miré por la ventana. Estaba en un sitio que conocía, pero a la vez totalmente desconocido. Lockcity había cambiado. Pasaba muchas horas delante de esa ventana, intentando descubrir que era lo que estaba tan diferente. Instalaron una máquina de correr en mi habitación, que era bastante espaciosa, para que hiciera algo de ejercicio. También tenía un baño grande, con una ducha de la que me costó captar su funcionamiento. El baño tenía un espejo enorme que parecía del mismo material que la cámara y las pantallas. Me miré en él y vi a una versión de mí exactamente igual que siempre, pero a la vez diferente. Los ojos que me miraban desde el otro lado eran mis ojos verdes, pero parecían muy cansados. Mi pelo negro estaba encrespado y, en conjunto, mi aspecto era horrible. Por suerte, la relajante ducha ayudó a mejorar mi físico.

Y así pasaron los días. Y siguieron pasando. De alguna manera no quería escapar de ese cautiverio por miedo a lo que me esperara fuera, pero necesitaba hablar con alguien. Ver a mi familia, a mis amigos... a ella.

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