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Caminando por el pasillo principal hacia la entrada, Cassandra se había adelantado y se marchó con rapidez. Shannon me acompaña un tanto silenciosa y logra inquietarme, generalmente pasa hablando de lo que sea, sus temas siempre son infinitos y podría comentar hasta de lo más irrelevante. El hecho de que se mantenga tan callada me preocupa pero prefiero no preguntar, en éste momento estoy enfocada en otro tema peor de lo que pueda estar pasándole a ella.

Al llegar a la puerta ni siquiera me pregunta si quiero acompañarla, continúa su marcha sin mí a pasos lentos y con la cabeza gacha. Sumamente extraño en ella, suele ser una persona que abarca el espacio con su persona, brilla entre todos y resalta sobre cualquiera.

—¿Shannon? ¿ya te vas?—le digo.

—Sí, te hablo luego—me respondió de espaldas sin detener su paso.

Alzo mi ceja realmente confundida pero mis pensamientos se sumen en lo que tengo en mente. Recuerdo lo hablado con Alex y tomo aire.

A pesar de que el camino sea distinto recuerdo haber pasado por allí antes, incluso semanas antes de que comenzaran las clases había recorrido los alrededores. Otros estudiantes se dirigían hacia el mismo sitio que yo, eso me tranquilizaba pero poco a poco comenzaron a desaparecer, cada uno llegaba a su casa y yo continuaba caminando. Pasados unos veinte minutos encontré la calle y la casa, con nerviosismo me paré frente a ella, el sitio se encontraba en un perfecto estado, la casa era color blanco y unos arbustos decoraban el pequeño jardín que rodeaba el camino hacia la puerta.

Caminé con inseguridad hacia la entrada y cuando la tuve a unos centímetros tomé el llamador de puerta entre mis dedos, éste tenía forma de mano humana y el frío material hizo que un escalofrío me recorriera de pies a cabeza. Golpeé el objeto contra la puerta tres veces y cerré los ojos, el arrepentimiento me inundó pero ya no podía volver atrás, quizás si tenía suerte de que no abriera la puerta podría irme. Pero ésta se abrió.

Una mujer de mi estatura se presentó, cabello castaño y corto por los hombros. Sus ojos eran de color verde claro y su vestimenta era informal. La confusión golpeó su rostro al verme allí parada.

—¿Quién eres?—preguntó mirando hacia la calle y luego volvió su mirada hacia mi.

—Mi nombre es Venus, soy compañera de clase de Kaden, ¿es usted Janette?—respondí y como si se tratara de un desastre me miró con impresión y tragó saliva.

—No sé quien es...—dijo cerrando la puerta pero yo la detuve con mi mano y ella me miró asustada.

—Lo siento—me disculpé pero no quité la mano—, pero no debe mentirme de esa forma, sé que es su madre.

—Te has equivocado de persona...—su tono se fue haciendo más suave hasta que cesó sus palabras y me miró neutralmente, sabía que era en vano mentir—. ¿Quién te ha mandado aquí?

—He venido yo sola, me ayudaron a encontrar su casa pero...

—¿Quién te ayudó?—dijo con firmeza, desconfiando completamente de mí.

—Un amigo de Kaden, Alex...—desvelé y su rostro se relajó.

—Ese chico...—negó con la cabeza y sus ojos se clavaron en los míos—, ¿qué buscas aquí?

Realmente no sabía con exactitud que buscaba pero de algo estaba segura, necesitaba encontrar a Kaden.

—Necesito ayuda, ¿Kaden está dentro?—pregunté y ella negó con su cabeza.

—Él no viene hace semanas, no está aquí... Vuelve a casa—respondió y yo comencé a sentirme angustiada.

—No me entiende, la última vez que lo vi fue ayer y ésta mañana no fue a la universidad. No hay otro lugar donde pueda estar.

POSESIÓN LETALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora