Había soñado con este día por muchísimo tiempo...fantasías baratas que de nada ayudaban para el impacto que provocaban en él ese metro con setenta y cinco y esas piernas largas que él mismo recorrió con sus manos tanto tiempo atrás. Se preguntó inmediatamente a si mismo si ella estaba comprometida, casada o si mantenía una relación con algún empresario riquillo de esos a los que su circulo social frecuentaba tanto. Deseó saber si su corbata estaba en su lugar, o su traje estaba perfectamente acomodado, trataba de esconder su nerviosismo torpemente detrás de esa copa de Chadonnay, pero el líquido tocando ligeramente las paredes del cristal lo delataban. Sintió sus latidos chocar contra su pecho al igual que las vibraciones de una orquesta, la observó moverse de aquí para allá a lo lejos con un vestido negro, dejaba ver sus hombros desnudos , y el collar que llevaba finamente luciendo bajo su cuello era opacado por las exquisitas líneas de sus clavículas, imploró a Dios, o al Diablo...aquél que lo escuchase primero, que le dieran la fortaleza de tomar la ventaja. ________ Pemberton era demasiada mujer para cualquier hombre, incluso para él. Hizo una lista mental de las mujeres que habían desfilado bajo sus sábanas...pero ninguna le alcanzaba apenas los talones, quizás había sido la única mujer que había logrado llevarlo al séptimo cielo, y también la que más había amado en toda su vida.
Vida hija de la gran puta, había millones de lugares que pudo haber pisado esa noche, pero para su mala suerte, o bendición, estaba en esa gala de Artes...en Chicago, bajo el mismo techo del amor de su vida a la cual no había visto desde quién sabe cuántos años. Detrás de toda la multitud, pudo observarla reír junto a un grupo de personas, y toda esa élite que se había reunido ahí, y después...en algún lento movimiento y casi adivinando las súplicas de su desesperado corazón, ella lo miró. Entreabrió su boca tratando de disimular la sorpresa, al parecer...ambos esperaban ver caer un meteorito, mucho antes de imaginar encontrarse dentro del mismo lugar.
_______ titubeó un poco, pero logró deslindarse de donde estaba, caminó hacia Nicholas con la intención de saludarlo, aunque sentía que sus piernas no respondían del todo bien, el pulso aceleró a más de dos latidos por segundo, ella juraba que el suelo bajo sus pies de pronto había desaparecido, estaba feliz, confundida y atormentada de verlo ahí, en menos de lo que ella había esperado, ya se encontraban a menos de cincuenta centímetros de distancia...
- Hola, _______- saludo él, con el semblante firme como siempre acostumbraba tenerlo y tanto la volvía loca.
Ella en contraste se vió obligada a morderse la lengua, para no dejar escapar el gemido sordo de su voz al fracasar la articulación de un saludo...para simplemente decir:
-Nicholas...qué sorpresa verte después de...tanto...tiempo.
-El tiempo te ha conservado muy bien, ______. Luces verdaderamente espectacular. Pareciera que el tiempo no pasa por ti.
-Gracias, Nicholas...tú te ves igual de bien que siempre...y... Cuéntame, ¿qué haces aquí...viniste con tu novia, esposa...alguna amiga? -_____ descifró algo de orgullo en su expresión, él la tenía justamente donde la quería.
-En realidad...he venido solo. Me gusta apreciar el arte y además, estoy interesado en comprar el famoso cuadro de Julio Gorné.
-¿La faramalla de España? Pero si es mi favorita...
-Claro que es tu favorita. Lo sé porque justamente estabas parada frente a ese cuadro hace años cuando te conocí. ¿no lo recuerdas? - Nicholas dió un sorbo a su Chadonnay y lo sintió apoderarse de su garganta, ya no se sentía nervioso...ahora estaba emocionado, la curiosidad sobre cómo iba a acabar esa noche se apoderó de él. Por alguna razón los juegos mentales de _______ Pemberton le parecen bastante excitantes, ella era de esas mujeres con la inteligencia superior a la de cualquiera. De esas que representan un reto... Para él, su preferida.
-No, Nicholas...claro que no. Jamás podría olvidar la manera en la que te conocí. -_____ echó una mirada arrogante a su anatomía, pues su orgullo era quizás el arma más letal que poseía esa noche, porque conocía definitivamente la jugada de Nick. Sabía que intentaba enrredarla...maldijo para sí.
Nicholas vió unas manos pequeñas rodearle a ________ su cintura, un metro cincuenta y seis. Cabello rizado y mirada color otoño. Era quizás la niña más preciosa que sus ojos habían observado, mirada suspicaz, y vibra fuerte...parecía una muñeca.
-Madre...por fin te encuetro. -Nicholas juró que padecía, esas palabras quizás fueron la estocada más grande que alguien le hubiera dado. Era imposible que una mujer tan preparada como ella y sobre todo joven fuera madre, se preguntaba cuanto tiempo habría estado él ausente en su vida ...aunque estaba lo suficientemente seguro que no tanto para haberse perdido eso. _______ la miró, sonriendo y plantando un sonoro beso en su nariz. Fué ahí que esa niña miró a Nick, sonriendole y estrechando los ojos que le parecían tan familiares ... Sin titubeo alguno. -Hola...madre -miró a _____- yo conozco a este hombre. Es el de la foto de nuestro álbum...¿Verdad? Él es mamá. Por fin, él es mi papá.
La sangre de Nicholas se esfumó de su cuerpo, no podía sostenerse por si mismo y tuvo qué culpar al ginebra por haberle afectado la cabeza tan rápidamente. Su mente iba a estallar, cuando comenzó a realizar cuentas mentales sobre la última vez que había visto a _______. Y no había respuesta alguna en su cabeza, pero estaba segura de que esa niña estaba totalmente confundida.
-Miranda...será mejor que vayas con Clementine. Necesito charlar con éste hombre. -Miranda desapareció entre la multitud, para tomar de mano a lo que pareciera ser su nodriza. _______ tomó aire, sin pensar las complicaciones que estaría a punto de explicarle a Nick.
-..._______...¿Por qué esa niña dijo eso?. -La firmeza de su rostro tan característica la intimidó. Como de costumbre, ese hombre podría derribarla en menos de dos segundos.
-Nick...Miranda...Miranda es tu hija.
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La maldicion de sus penitencias (Nick Jonas )
RomanceNicholas Jonas se juró a si mismo jamás volver a recordar aquel verde acua que acorralaban las pupilas de sus ojos, ni tampoco reencarnar los besos de sus pecas bajo ninguna fotografía vieja suya, o volver a tocar el maldito cajón que _______ Pember...