Era hermosa cada palabra que había leído. Su madre había expresado en palabras lo mucho que la amaba, y ahora no podía creer que en algún momento de su vida creyó que le había arruinado la vida con su nacimiento por culpa de las palabras de su abuela. Luego de hojear, se encontró un hermoso escrito...
Te extraño, Nick. Te extraño de todas las maneras posibles, se lo grito a la nada porque ya no soporto el dolor y arde en la piel como fuego. Fuego que extingue, que sofoca y asesina...pero sé que no hubiera logrado quedarme porque no te imagino, no quiero hacerlo, no quiero imaginarte en sus brazos amándola de la misma manera en la que me amabas a mí. No quiero imaginar sus brazos al rededor de tu cuello, ni sus dedos jugueteando por tu pecho, porque moriría. No hay vida después de tí, ha sido más difícil de lo que creí que sería y lloro cada noche porque no es como yo lo hubiera querido. Me di cuenta que vivo de escuchar tu respiración, de darte besos cada mañana y escabullirnos a ningún lugar y le ruego a Dios todos los días que vengas por mi. Que regreses al único lugar en donde te han amado más que a cualquier cosa...odio que todo haya sucedido así. Porque si las cosas hubieran sido de otro modo estarías aquí, junto a mi arrullando a la bebé, diciendo que te devolvimos la vida cuando nos viste juntas el día que nació. Te hubiera gustado tanto estar ahí, porque por un minuto en mitad de mi trance yo deseaba que la mano que sostenía fuera la tuya, sentir tus besos en mi rostro ''Lo hiciste colibrí, tenemos una hermosa niña" es ridículo que ni siquiera puedo dormir porque no paro de pensar en tí, no puedo expresarlo de otra forma porque no existe, eres el límite, mi alma te pertenece tanto que ya no sé qué hacer con ella..."
No era algo de una persona que no amara a otra. Algo extraño había pasado, estaba noventa y cinco porciento segura que su madre no había engañado a su padre.
Al día siguiente tenía clase de biología a primera hora, era una verdadera tortura. Odiaba al maestro Grant, actuaba raro y no dejaba de verla. A pesar de que le rogó a su padre que no la cambiara de escuela, el la mantenía dubitativa de su decisión. La vió entrar y la miró, tomó asiento en el segundo banco y espero a que la flagelación terminara y justo cuando creía que su mayor pesadilla matutina había llegado a su fin; el Señor Grant la llamó.
-Miranda, me gustaría tener una pequeña charla contigo. -El se acercó a ella haciéndola retroceder.
-Tengo otra clase, lo lamento. -Ella tomó sus cosas y se apresuró a la puerta, sin embargo él la volvió a detener.
-Enviaré justificante.- su sonrisa retorcida y la presión que su tacto aplicaba sobre su brazo derecho la ponían nerviosa. -Escucha, Miranda... oí rumores que las cosas en tu casa no van del todo bien. ¿Tu mami se fué, qué no?
-¿Usted qué sabe de mi mamá? No me pregunte esas cosas que no le incumben. -Miranda lo miró con algo de amargura, aunque sabía que el tipejo este algo tenía entre manos con tantas preguntas.
-Miranda eres una niña muy linda...si necesitas desahogarte. ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?
-En nada, Señor Grant. No se preocupe, ahora por favor déjeme ir. -Ella avanzo pero el intentó detenerla y forcejearon sobre el escritorio haciendo caer el bolso del profesor. -¡Por favor déjeme ir o grito!
-Miranda tranquila. Ya, ya, ya no digas nada que te dejo libre. Solo... disculpa, yo intentaba ayudar.
Brandon Grant salió del salón a paso apresurado mientras Miranda se intentaba tranquilizar. Una extraña casualidad le guió los ojos bajo el escritorio. Un brazalete. No era cualquier brazalete. Era el brazalete de oro de su madre, con manchas de sangre. Miranda lo reconocería en cualquier lado porque ella misma acompañó a Nick a comprarlo.
Chicago norte
-Luther. Mi hermana está desaparecida. Todo a pintado como si le hubiera sido infiel a Nick. Pero esto ya pasó a peores. Necesito que me ayudes...cielo, te necesito.
-Haré cualquier cosa por ti, amor. Tengo a tres de mis mejores hombres merodeando el perímetro de la agencias aduanal de tu hermana, aunque al parecer no ha habido nada... absolutamente nada de movimiento relevante en al menos seis meses y dos días.
-Bueno, es el tiempo que lleva mi hermana fuera, Miranda necesita a su madre y Nick está cayendo en el vicio de nuevo. Me toca a mí tratar de hacerlo en razón.
-Encargate de Nick. Sé qué solución darle a este embrollo. Si tengo noticias pronto, Sara. Te las daré en el instante...pero yo necesito que si tú sabes algo, cualquier cosa. No dudes en decírmelo. Necesito saberlo ¿De acuerdo?
-De acuerdo. Y por favor, Luther, no digas una sola palabra a mi padre de esto. No por ahora, yo intentaré hablar con él más tarde.
Ahora que Sara tenía ya un ejército de hombres buscando a su hermana, y Miranda con una pista. Una pista tan clave, que cambiaría el rumbo de la familia Pemberton entera, inclusive de Miranda misma. Mientras tanto Nick, tan cobarde...extrañando al amor de su vida que salió sin más como la luz de su ventana. Creyendo que la había engañado con otro, lo tenía de acá para allá en la perdición del alcohol como vil alma en pena... desgraciado destino, vil hijo de puta. Y es que se lo dijeron cuando se enamoró de ella. Alguna vez hacia tantos años...
"-Sobre tu propio riesgo cae enamorarte de Pemberton, Nicholas ...tarde o temprano pagas la maldición de querer dar la vida por una mujer como ella.
-Es ridículo. ¿Qué maldición, Kevin?...es solo terca.-La maldición del pecado, hermano, de tus penitencias... allá tú."
Y había llegado el momento. Las estaba pagando.
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La maldicion de sus penitencias (Nick Jonas )
RomanceNicholas Jonas se juró a si mismo jamás volver a recordar aquel verde acua que acorralaban las pupilas de sus ojos, ni tampoco reencarnar los besos de sus pecas bajo ninguna fotografía vieja suya, o volver a tocar el maldito cajón que _______ Pember...