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House despertó con un molesto dolor en la pierna.

No era nada fuera de lo normal, así que se giró en la cama para tomarse una pastilla de vicodina y, tras tragarla sin necesidad de agua, se puso en pie.

El dolor lo sacudió entonces de abajo a arriba, extendiéndose por sus nervios.

Masculló y se frotó la pierna mientras cojeaba hasta el baño, y se miró en el espejo sin darle mayor importancia.

Si montara un mundo cada vez que le doliera de aquella manera se le habrían acabado los espectáculos que celebrar.

Le devolvió la mirada a su reflejo dormido y abrió el grifo bruscamente, haciendo que el agua fluyera salpicando hacia todas partes.

Metió ambas manos bajo él y acumuló el agua, para después lanzársela hacia la cara.

Sacudió la cabeza de un lado a otro con un escalofrío, sin importar que las gotas cayeran por su rostro hasta dejar un reguero por el suelo.

Con una nueva sacudida de cabeza dió por finalizado su "peinado" y volvió al dormitorio.

Vió sobre la silla la ropa del día anterior y se encogió de hombros. Total, no es que la gente lo conociera por ser muy pulcro.

Se embutió en ella y agarró su bastón. Ni siquiera se molestó en pillar algo de desayunar ; Ya habría alguien a quien mangarle el desayuno.

Salió de casa y miró hacia afuera. Sonrió.

Se acercó a ella y la acarició suavemente, pasando los dedos por su costado.

Ah, a veces aquella pequeña era la única que le hacía sonreír de verdad por las mañanas.

Aún con esa leve sonrisa, House se montó en ella y arrancó motores tras colocar el bastón en su sitio.

Giró varias veces el puño, haciendo rugir la motocicleta antes de ponerse en marcha de camino al hospital.

Cuando llegó al Pricetown Placesboro* su sonrisa ya se había extinguido.

La gente caminaba atareada de un lado a otro, algunos tenían tiempo para detenerse e intercambiar un par de palabras y otros solo asentían y sonreían en forma de saludos precipitados.

House no se molestó en resoplar o mostrar su desdeño, sino que adoptó una expresión aburrida y caminó hacia el elevador.

Con el rabillo del ojo comprobó como Cuddy se dirigía hacia él, seguramente para imponerle sus habituales "castigos de consulta", de modo que aceleró el paso y se apresuró en darle al botón del ascensor. Las puertas se cerraron, dejando a la doctora con las palabras en la boca, y sonrió.

Las puertas volvieron a abrirse con un casi imperceptible chirrido - si no fuera porque a House todo le molestaba - y éste salió del elevador.

En la sala de diagnóstico paralela a su despacho se encontraban impacientes sus doctores ; Trece, Taud, Zorra implacable y Kutner, además de Foreman.

Éste último lanzó una de las habituales carpetas azules sobre la mesa y anunció el caso :

- Mason Griffin, treinta años, dolor insoportable desde hace tres años, cinco médicos vistos y ningún resultado favorable.

House se dejó caer sobre la silla y lo miró con aburrimiento.

- ¿ Y qué tiene esto de interesante ?

- ¿ No te parece importante que un hombre haya estado sufriendo durante tres años y que nadie haya podido hacer nada para ayudarle ? - preguntó de vuelta, alzando una ceja.

Foreman observó cómo se ponía a pensar la respuesta fingidamente y esperó su cínica respuesta.

- Pues no- llegó al fin- la gente sufre constantemente, es un hecho - todos le miraron con reproche, y entonces el suspiró- ¿ Y bien, dónde le duele al enfermito ?

- Dolor general - contestó Taud, ignorando el tono sarcástico de su jefe - Le duele todo el cuerpo, básicamente.

- Básicamente no es siempre básicamente. Hacedle un cuestionario - Indicó con un gesto de cabeza, mientras se acercaba hasta la puerta - Si queremos saber cómo curar a alguien, habrá que empezar por saber qué quiere que le curemos.

Dicho aquello salió de la sala de diagnóstico y bajó a la cafetería.

Miró a su alrededor esperando encontrar a alguien a quien cargarle su comida y lo encontró.

Cogió un paquete de patatas y lo puso en la bandeja de su amigo, sin que éste hubiera notado aún su presencia.

- Paga él - le dijo a la dependienta, con una falsa sonrisa.

Wilson no pudo evitar sobresaltarse, pero con ver las patatas encima de su bandeja y escuchar su voz supo inmediatamente quien era.

Aún así lo miró de reojo, mientras sacaba la cartera del bolsillo de su pantalón.

- House - saludó resignado mientras pagaba el desayuno.

- ¿ Es que hay otro que te hace pagar su comida ? - preguntó fingiendo estar desconcertado.

Wilson tomó asiento y esperó a que él lo hiciera en la silla de enfrente.

- No House, no hay otro- respondió.

El susodicho se llevó la mano al pecho en un gesto de emoción.

- Qué cosas más bonitas me dices Wilson. Tú también eres el único.

El castaño no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa ante la situación.

- E inigualable - añadió.

- Bueno, bueno, tampoco te pases - comtestó House, imitando la fugaz sonrisa de su amigo.

Wilson dió un bocado a su tostada y cerró los ojos con el crujido del pan ante el delicioso sabor a jamón y aceite. Cuando volvió a abrirlos, descubrió a House bebiendo tranquilamente de su café. Ni siquiera se molestó en alterarse y protestar.

- Nunca dejarás de robarme comida, ¿ verdad ?

- Nunca dejarás de pedirte este café tan asqueroso, ¿ verdad ? - lo imitó con una mueca.

Wilson alzó la cabeza de su bandeja y frunció el ceño en un gesto fingido.

- Se me ocurre una idea... No me robes la comida - terminó endureciendo su tono de voz.

House no respondió, sino que se levantó dispuesto a regresar a su despacho, y por ende, a su caso.

Le tendió el vaso con lo que quedaba de café a Wilson, que alargó la mano para cogerlo.
En el último momento House dejó caer el recipiente, provocando que el vaso chocara contra la mesa y el líquido salpicara hacia la ropa de Wilson.

- Nop, eso no pasará - contestó, para después escabullirse fuera del comedor.

Wilson observó como se alejaba y, sin más remedio, suspiró.

Solo un pasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora