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Una semana después...

Wilson despertó sobresaltado en la mitad de la noche con el molesto sonido del móvil resonando en la habitación.

Para él, que nunca le despertaban las alarmas, ser despertado de aquella forma tan brusca le resultó muy molesto.

- ¿ House ? - preguntó confundido al ver su nombre en la pantalla.

- Wilson, necesito tu ayuda - se escuchó desesperadamente al otro lado de la línea.

El castaño se incorporó de la cama al oír su voz.

- ¿ Estás bien ?

- No, se me ha acabado la vicodina - bufó.

- ¿ Y tus reservas ? - inquirió Wilson.

- Agotadas.

- Tenías botes y botes hacía solo un mes, House - le dijo preocupado, en forma de reproche.

- Wilson, no hagamos esto ahora- le suplicó- Traeme uno de tus botes de emergencia y ya lo hablaremos.

Wilson se mordió el labio.

- No tengo.

- ¡ Mierda Wilson, te di dos por si pasaba esto !

- ¡ Lo sé ! Los tengo en el trabajo, no pensé que te quedarías sin nada en tu casa- se excusó - Escucha, voy para allá. Dame diez minutos.

- No vengas si no es con pastillas - masculló House, frotándose la pierna.

- Voy a ir. No hagas ninguna tontería.

Wilson finalizó la llamada y, con lo que llevaba puesto, agarró las llaves del coche y se fue apresurado piso abajo.

El camino fue tenso.
No solo tenía la preocupación entendible de un amigo, sino que además se preocupaba doblemente. Sabía que House no estaba del todo en sus cabales, y sabía el poco aguante que tenía con el dolor de su pierna. Le preocupaba que pudiera llegar a lastimarse para olvidarse del otro dolor, como había veces que había hecho.

De modo que cuando entró con sus propias llaves a su casa, se llevó un alivio al verlo sin un rasguño sentado en el borde de la cama.

- ¿ Me has traído las pastillas ? - preguntó esperanzado, frotándose la pierna.

- Ya sabes la respuesta - contestó dejando las llaves en la mesilla.

- ¿ Y para qué coño has venido ? - espetó bruscamente.

Wilson se sintió dolido, y House pudo notarlo a través de su propia agonía.

- Lo siento - se disculpó casi enseguida - Me duele, Wilson.

El castaño observó cómo retenía las lágrimas de dolor y se arrodilló ante él.

- Lo sé, Greg - dijo suavemente - Pero solo es un momento más. El dolor se pasará, lo sabes, solo tienes que aguantarlo un poco.

- Es muy facil decirlo cuando no es a ti a quien le duele - sonrió amargamente.
Wilson le devolvió la sonrisa.

- Solo intenta concentrarte en otra cosa, distraerte.

House asintió, lo miró un instante, y lo atrajo hacia si con agresividad.

Devoró sus labios sin piedad, recorrió su cuerpo con sus manos ansiosas.

Wilson entendió que él era su forma de distraerse, y le detuvo con una mano sobre su pecho.

- House, no creo que...

- Por favor - le rogó él, casi llorando - te lo compensaré, por favor...

Wilson suspiró y se rindió.

House volvió a besarle y esta vez él respondió con ganas. Le costaba seguirle el ritmo, ya que era desenfrenado y sin control.

Pronto ambos estuvieron desnudos y colmando de caricias al otro.

House besó su cuello mientras acariciaba los músculos de los brazos del castaño, que parecían temblar allá donde él pasara sus manos.

- Te necesito ya- susurró House en su oído, Wilson estremeciéndose.

El castaño se incorporó y se colocó a cuatro patas sobre la cama, mordiéndose el labio.

House se pegó a él, agarrandolo con las dos manos por la cintura y se restregó contra su entrada de arriba a abajo, alargando el placer unos instantes.

Después se introdujo en él, y Wilson abrió la boca en un gemido que se quedó atorado en su garganta y no llegó a salir.

Aquella vez House no le dió tiempo a acostumbrarse, no fue suave ni paciente. Lo penetró una y otra vez, con embestidas bruscas y fuertes, sin importarle que Wilson le pidiera que parara e ignorando sus gemidos de dolor.

- Greg... - gimió con lágrimas en los ojos mientras su cuerpo era sacudido de alante a atrás, de alante a atrás - Greg por favor...

House hizo oídos sordos, metido en sí mismo, y siguió embistiendo hasta que llegó a su punto más alto y el placer lo sacudió.

Solo entonces salió de él, cayendose exhausto sobre la cama y dando la bienvenida al sueño, mientras que a apenas a medio metro de él, un Wilson destrozado por fuera y por dentro dejaba sobre las sábanas lágrimas saladas.

Solo un pasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora