Confesión #10

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Confieso que una vez creí estar enamorada y hoy me avergüenzo de ello. Tenía quince años y aún iba a la escuela. Fue ahí que, en una actividad de la institución, lo conocí.

Era el capitán del equipo de básquet.

Tras finalizar uno de los tantos partidos que se disputaron ese domingo, se acercó a mí de la nada, que me encontraba escuchando música con los auriculares puestos.

— ¿Qué escuchas? —me preguntó.

— ¿Disculpa? —le respondí yo, quitándome los aparados de los oídos—. No te entendí.

— Nada, quería saber qué estabas escuchando.

Cielito de abril.

— Abril escuchando Cielito de abril. ¿No es eso un poco egocéntrico?

He de aceptar que me reí. Y es que razón no le faltaba. Una de las grandes razones por las que me gustaba tanto esa canción era el hecho de que mi nombre se mencionaba en repetidas ocasiones.

— ¿La has escuchado?

— ¿La pasan en la radio?

— No.

— Entonces no.

Es ahí donde yo debería haberme marchado con cualquier excusa. Pero no lo hice y dejé que siguiera llenándome la cabeza de estupideces para incluso acabar en una retahíla de tontas parafernalias.

Ese día no hubo nada más. Fue un monólogo suyo contra mi silencio y creo que ese partido sí lo ganó.

Lo raro fue que los días pasaron y él empezó a asediarme de manera desproporcionada. Lo que ahora no comprendo fue por qué no lo mandé a la mierda antes de que fuera demasiado tarde. Supongo que el cerebro de una niña de quince años no me daba para más.

Fue así que poco a poco me dejé envolver por sus estúpidas actitudes y creí estar enamorada. Ahora me arrepiento con el alma de todo ello. Y es que, cuando todos en la escuela empezaron a comentar cosas sobre los supuestos problemas que tengo, él fue uno de los principales abanderados de la información, inventado tonterías e historias ficticias que nunca ocurrieron entre ambos.

Él lo sabe. Se lo conté avergonzada una noche y en todo momento me tranquilizó diciéndome que no me preocupara, que él también tenía historias absurdas que pronto me contaría.

Historias que, ahora que lo pienso, nunca me ha contado.

Confesiones de AbrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora