Confesión #4

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Confieso que el segundo mejor día de mi vida fue ese en que lo volví a ver.

No habían pasado ni veinticuatro horas, pero ya necesitaba saber más de él. Ya quería que me diera su opinión sobre Abbey Road, que me diga que quiere escuchar más de The Beatles y quizá que le recomiende discos de otras bandas.

Así que decidí ir nuevamente, a la misma hora, a la tienda de música en que lo conocí. Sabía que corría el riesgo de sufrir una decepción, de que nunca se presente, de que me haya tomado por loca cuando le compré el álbum... tantas cosas pasaron por mi cabeza, pero me atreví y valió la pena.

No fue puntual. Fueron quince minutos de desesperanza y autorreproches, pero cuando lo atisbé entrando en el establecimiento, el corazón me volvió a latir tras un rato de desconcierto.

Tratando de hacerme la desentendida, cogí el primer álbum que hallé y empecé a revisarlo.

— Hola.

Cuando escuché su voz, mi sonrisa fue inevitable.

— Hola, no esperaba verte.

— Habíamos quedado, ¿no?

— Sí, en eso tienes razón...

Nos quedamos mirando por unos segundos, pero al instante rompí el hielo.

— ¿Y? ¿Te gustó Abbey Road?

— Gustarme es poco. Me fascinó.

Empecé a sonreír con muchas más ganas. El gusto musical siempre ha sido para mí un gran atractivo y no podía negar que me encontraba medianamente emocionada.

— ¿Cuál fue tu canción favorita?

Here comes the sun, sin lugar a dudas.

— ¡Es genial! La mía es The End. Bueno, el medley entero con Golden Slumbers y Carry that weight.

Y así, seguimos comentando cosas sobre el álbum, hasta que cogió la mochila que llevaba a sus espaldas y de ella sacó un disco. Era Confesiones de invierno de Sui Generis.

— Toma —me dijo—. Esto es para ti. No podía quedarme en deuda contigo. ¿Lo has escuchado antes?

La verdad era que sí, lo había escuchado un montón de veces dado que mi madre, cuando yo era más pequeña, solía poner las canciones de esa banda argentina por las mañanas antes de enviarme a la escuela.

— No, nunca lo he escuchado. Muchas gracias —le respondí, mirándolo a los ojos.

Confesiones de AbrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora