Parte 19

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El escritorio empezó a vibrar, en el celular apareció la imagen de _________ sonriendo.

- Hola... - contestó él. No había hablado con ella en todo el día, y aún se encontraba trabajando, dejando todo listo para su renuncia debido a la mudanza que haría con _________. Y no, no quería arreglar las cosas por una simple llamada telefónica. Prefería invitarla a cenar, los dos solos, y así poder hablar mejor y después tal vez...

- Hola. – contestó ella. .- ¿estás ocupado? – le preguntó _________. No quería decirlo, pero escuchar su voz era la mejor satisfacción que podía tener.

- No para ti, bonita...

- Bonita... - susurró _________. En un tono negativo.

- ¿No puedo decirte así?

- Aún no hemos hablado...

- Vale, tienes razón, bonita. – recalcó de nuevo. _________ no pudo evitar sonreír. - ¿me esperarías unos minutos? Termino con esto y...

- Quería decirte algo. – le interrumpió _________. - ¿sabes? Tanya me ha invitado a una despedida de soltera, de una de sus amigas y...

- ¿Quieres ir?

- Iré.

- ¿Qué es una despedida de soltera?

- Gerardo, no finjas, lo sabes.

- De veras, no lo sé.

- Lo sabes...

- Sí, sí, es cierto. Solo quería seguir hablando contigo.

- Eres tonto...

- Tú más.

- No, a ti nadie te gana.

- ¿Enserio?

- Sí.

- Bueno tú eres preciosa. – Gerardo apretó el celular entre sus manos. Todo esto lo hacía sentir en el cielo. Atado a él. Y sentía que nadie podría bajarlo. Era increíble todo lo que sentía por ella. Increíble. Único. Tan especial. _________ soltó una risa. – y en eso nadie te gana.

- Bueno, ya, ya... iré... Kenan pasará por nosotras después...

- ¿Habrán hombres?

- Que se yo.

- Vale... - dijo él, frustrado. "¿Hombres?" genial, y después de lo pésimo que se había portado anoche con _________ ella iría a una despedida de soltera con hombres. Hombre que bailarían con ella y que sin duda alguna coquetearían con ella.

- ¿Estás ahí?

- Sí, perdón... - tragó saliva.

- Te veo después... entonces...

- Te esperaré igual.

_________ sonrió al otro lado de la línea. Se le hacía imposible enfadarse con él. Lo tenía todo. Su voz, sus palabras, la manera en la que la hacía hacer especial. No podía odiarlo. No podía cabrearse con él. Lo amaba muchísimo. Era el hombre de toda su pu.tísima existencia.

- Vale, adiós...

- Oye. – le interrumpió él.

- Dime...

- Te amo, gatita.

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La puerta de la oficina resonó entre el silencio.

- Pase. – dijo, concentrado con algunos folios. Jo.der, odiaba ese trabajo como ningún otro.

- Hola... - Gerardo reconoció la voz de Marine de inmediato. Levantó la mirada y dejó los papeles a un lado. - ¿podríamos hablar?

Gerardo se quedó sin palabras al verla. Estaba muy bonita. La verdad siempre lo estaba.

- Sí. – le contestó él. Marine cerró la puerta detrás de ella.
Quedándose a solas con Gerardo.

- Tu jefe me dejó entrar, gran tío, eh.

- Sí, lo es...

Marine paseó por la oficina de él, de un lado para otro.

- Pero también me dijo que te ibas.

Gerardo tomó aire. Vale, Marine era solo su amiga. O al menos eso pensaba él. Pero de alguna manera, un regocijo le acobijó el estómago al escucharla decir eso.

- ¿Por qué? – le cuestionó ella. - ¿es por mí? ¿Te irás por mí?

- No, no...jo.der...esto no es por ti, simplemente quiero empezar en otra parte.

- ¿_________ te ha pedido que te alejes de mí?

- ¿Por qué siempre piensas que es ella quién me pide esas cosas? Ella es increíble, solo te hace falta conocerla.

- Lo siento, pero no quiero. – admitió Marine. – solo me faltaría eso... conocer a la hija de un im.bécil que se ca.ga en dinero. Me imagino que clase de chica será...

- No es como tú piensas.

- Vale, me da igual. ¿Pero es por ella, verdad? Seguro no quiere seguir ni un segundo más viviendo en el mismo lugar que tus amigos. Seguro le apesta.

- ¡Basta! – gritó Gerardo. - ¿has venido hasta aquí para esto? No te hace falta, yo sé muy bien quién es ella.

Aquellas palabras solo hicieron que el rencor en Marine creciera. Desde hace días venía pensándoselo bien y deseando con todo su ser decirle a Gerardo qué pensaba de su novia. Y aunque moría por decírselo... sabría que eso no cambiaría las cosas.

- Perdona. – murmuró ella. – pero no te vayas, por favor... - la voz se le quebró de un momento a otro. Perdiendo fuerzas en toda parte de su cuerpo, cubriéndose el rostro.

- No llores, Marine... esto no vale la pena. – se acercó a ella, siempre había tenido un aire protector cada vez que intentaba hacerle un cariño. La abrazó. – tú... tú sabes perfectamente lo importante que eres para mí... - la abrazó aún más fuerte. De pronto, alguien abrió rápidamente la puerta de la oficina de Gerardo. Era Robert, el de la oficina de al costado.

- El señor Sproud te está llamando. – dijo mirando, dubitativo, toda esa escena. Por lo que sabía, esa no era la novia de Ortiz.

- Vale, gracias por avisarme. – le dijo a Robert. Este desapareció de nuevo. - ... regreso rápido... - le dijo a Marine, saliendo de inmediato. La puerta se cerró, y Marine se quedó completamente sola en aquella oficina.


SEDUCEME   (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora