Parte 24

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¿Cómo una persona podía convertirse en lo más importante en tu vida? Una sola persona. Una, que no tiene nada de especial y diferente con las otras, a excepción de lo que piensas tú de ella. Una, que tiene muchísimo defectos. ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cómo lo había hecho cambiar tanto? ¿Cómo una chica de veintitrés años, diferente a él, lo había enamorado de esa manera? Y es en ese momento donde te das cuenta que las cosas más bonitas no tienen explicación. Que solo pasan. Pasan porque sí. Porque deben pasar. Y que lo único que te queda hacer a ti... es defenderlas hasta el último segundo...

- ¿Estás seguro que quieres hacer esto?

Noche del Miércoles. _________ está dormida desde hace mucho.

- Sí. – respondió Gerardo.

- Bien. – afirmó Kenan.

El Ford Mustang arrancó. Kenan no estaba seguro si había hecho lo correcto. Pero se lo había contado todo a Gerardo. Desde el principio hasta el final, sin perderse ni un solo detalle. Cada paso. El nombre del Pub donde había sido la despedida de soltera. Los tipos que tenían a _________. El tiempo. La gente. Cada cosa, por más insignificante y sin importancia que parezca, se la había dicho.

El auto se detuvo. El Pub estaba justo en frente de los cinco.

- "Prométeme que no harás nada" -

Las palabras de _________ sobresalieron en su mente. Lo conocía tanto que hasta se había atrevido a decírselo de esa forma. Era la única persona en el mundo que lo conocía tan bien. ¿Prométemelo? Él no podía prometérselo. Y no lo había hecho. Por lo mismo, esa noche estaba ahí para arreglar algunas cuentas.

El pub estaba abierto, por lo que lo dos no tuvieron problema al entrar. Adentro era más de lo mismo. Música. Alcohol. Mujeres. Hombres. Más música. Bailes. Besos. Los dos se abrieron paso entre las personas, mientras Kenan, buscaba con la mirada a los mismos tipos que había visto hace dos noches divirtiéndose con _________. Vio a uno de ellos, ¿Cómo iba a olvidarlo? Tenía su jo.dido rostro grabado en la memoria. Codeó a Gerardo, este volteó la mirada, divisándolo también.

- Es el que está en el bar. – le indicó Kenan. Gerardo apretó los pómulos. Lo vio. Era alto. Corpulento. Tenía pinta de matón. Mi.erda, mi.erda, mi.erda. ¡Y mil veces más de lo mismo! De solo pensar que _________ había estado en manos de uno de esos... el estómago le daba vueltas. Apretó los dientes. Hace muchísimo que había aprendido a manejar su ira, en realidad _________ lo había ayudado en eso, de otra manera, ese hombre ya estaría muerto.

- Déjame hacer esto a mí solo. – le pidió Gerardo. Kenan asintió. Conocía a Gerardo, sabía que al final de la noche desearía hacer esto con sus propias manos, así que lo dejó. Cogió un cigarrillo de entre los bolsillos traseros de sus vaqueros, y tuvo que salir de aquel pub para que lo dejaran fumar con tranquilidad.

Gerardo endureció la mandíbula. Para entonces era él frente a uno de los imbéciles que se había burlado de _________. Hace muchísimo que no se sentía el antiguo Gerardo. El temido Gerardo. El Gerardo inescrupuloso y sin sentimientos. Esa misma noche quería ser ese Gerardo de nuevo, solo por ella...

- Un Vodka simple. – ordenó. Max asintió con la cabeza. Cogió la botella y la removió completamente. Sirvió un poco en un vaso pequeño y lo hizo resbalar hasta las manos de Gerardo, este lo cogió con agiles.

- Listo. – le dijo Max. Gerardo tomó el trago de un solo sorbo. Hizo lo mismo que Max, haciendo resbalar el pequeño vaso hasta las manos de este. Max levantó la mirada, el tiro le había dolido en la yema de los dedos. Miró a Gerardo con actitud desmejorada, chocándose con los ojos marrones de este, llenos de ira, de odio puro... solo eso lo hizo ca.gar de miedo.

- ¿Qué? – Gerardo levantó los hombros. - ¿me tienes miedo? – sonrió. Una sonrisa maliciosa. De esas que él solía poner para conseguir lo que quería.

Max soltó una risa ahogada.

- ¿Por qué debería?

- No, sé... - le respondió Gerardo, completamente inocente. - ¿acaso haz hecho algo malo que tienes la conciencia tan asquerosa?

- No creo que haya hecho algo malo.

- ¿No?

- No. – contestó Max, esta vez a la defensiva.

- Vale, vale... - Gerardo colocó sus manos al aire, inofensivo. - ¿te has molestado?

- ¿Qué co.ño quieres? – gritó Max. Un par de parejas que bailaban cercanamente se voltearon a mirar. Gerardo sonrió. Esto empezaba a gustarle. – se quién eres. – murmuró Max, esta vez más cauteloso. – todo Kingston te conoce, Ortiz. Todos te temen. ¿A qué has venido? ¿A armar un lío conmigo?

- ¿Crees que me paso todo el tiempo peleando? Jo.der, se ve que no me conoces.

- Todos saben que no sirves más que para eso.

El pulso de Gerardo se aceleró. Al igual que las ganas enormes que traía por derribarlo. Sus manos empezaron a sudar, el corazón le latía a mil, tenía la sangre en la cabeza. Pero recordó las palabras de _________...

- ¿Quieres saber para que he venido? - le preguntó susurrándole. Max asintió. Temía de él como de nadie en el mundo. – he venido a romperte los huevos, im.bécil. – Max tragó saliva. Levantó la mirada hacia Gerardo. – a hacerte saber que nadie... - lo cogió de los bordes de la camisa, acercándolo más. Max se quedó sin respiración por unos segundos. – nadie, ni mucho menos tú hijo de pu.ta... se mete con mi novia.
- Que... ¿Qué?

- ¿No me has escuchado? – apretó la tela fina de la camisa de Max, con fuerza, muchísima fuerza. Este sintió que pronto se asfixiaría en ese mismo lugar. Tragó saliva con dificultad. - _________, ¿se te hace conocida?
Max abrió los ojos. Atónito. Completamente sorprendido. Desearía con todas las fuerzas de su alma salir de ahí en ese momento, pero Gerardo lo tenía sujetado de la camisa evitando que se escapara.

- Sí, ya veo que sí. – sonrió Gerardo. – Que bien que estés en este Pub de porquería justo ahora, pero te juro... escúchame bien, te juro que cuando salgas de aquí... no llegarás a tu casa sin antes a verte revolcado de dolor... - le amenazó. – me conoces ¿eh? ¿Es cierto? – apretó su camisa.

- ¡Sí! – gritó Max.

- Entonces sabes muy bien de lo que soy capaz de hacer si te metes con ella. – le soltó la camisa. Para ese entonces, varias personas se habían alejado de ellos, pasando a ser el centro de atención. – disfruta de tus últimas horas aquí, im.bécil, que haya afuera... te voy a estar esperando.

Se dio media vuelta. Sabía que tenía mil miradas sobre él en ese momento. Y no le importaba. ¿Cuándo le había importado lo que la gente pensara de él? nunca, menos ahora.

- ¡Ortiz! – gritó Max.

Este se volteó a mirarla, antes de irse.

- A mí... a mí me contrataron esa noche



SEDUCEME   (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora