Capítulo 7

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Como me encontraba mencionando veces anteriores, no sabíamos que ocurriría, si era un ataque hacía nosotros o hacía Sara. Lo que sabíamos, es que un ataque a Sara, no lo soportaríamos. Ni él, ni yo.
Minutos luego, quizá unos cinco minutos luego, comenzaron a molestarme. Por una parte me alegraba que no se metieran con Sara pero por la otra parte, me dio rabia. Tenía unas ganas de pegarle a esos idiotas y hacerles saber que no deben de meterse con los demás. Era estúpido que nos molestaran. ¿Qué ganan a cambio? ¡Ni mierda! Nada. Absolutamente nada. Era ilógico, estúpido.

- Oye, marica. ¿Sabes qué te toca? - me dijo Bill.

No hice caso alguno a sus palabras. Sabía que me iba a molestar y mejor no ampliaba el problema. Lo dejé tal y como estaba. No mencioné nada, solo dejé que me molestaran. Eso hacía Richard, no teníamos que dejar que nos sacaran de quicio. Que nos molestaran a nosotros, pero no a otras personas. Sencillo, ¿no?
       Lo que me hicieron ese día, pues... no fue muy grato. Para nada grato. Fue vergonzoso. Para mi suerte, los encontré en el tocador. Ya se imaginaran que me hicieron hacer. Prefiero no comentarlo. Sin embargo, no me molestaron solo a mí, también a Richard, y a un tipo llamado Mason.
       Por si no lo había mencionando, Mason era un tipo sumamente solitario. Nadie se juntaba con él. Él no se juntaba con nadie. La sociedad lo denominaría como un tipo "raro", sin embargo, no es raro. Es normal, como cualquier persona. Pero no tiene la misma capacidad de interactuar con otros, como algunas personas si la tienen. Es estúpido como piensa la sociedad ahora, se denomina "raro", por no socializar de una buena manera. Que estúpido.
       Realizando ese paréntesis, cabe destacar, que nos molestaron a los tres. Y a los tres, nos dejaron diversas notas. Era raro, sin embargo, Richard descubrió fácilmente la frase, o el mensaje que querían darnos. De hecho, no era compleja, solo era de unir las notas. Yo hacía todo realmente complicado. Jamás pensaba fácil, o menos complejo.

       - Vamos - eso decía mi nota.

Tiempo después, me tope con Richard. Iba empapado, con un poco de sangre en la nariz. No sabía que le había sucedido. Pero no le importó contarme, solo llegó y me mostró una nota.

       - Por - decía.

Claramente, también le mostré mi nota. La cual ya les hice mención de lo que decía. Sin embargo, hacía falta una pieza, una sola pieza para completar ese mensaje. ¿Quién la tenía? Pues Mason. Era de los nuestros, se podría decir, de los acosados, pero no sabíamos dónde encontrarlo. Yo solo lo había visto luego de que me acosaran nuevamente. Iba con su mochila en la parte de enfrente de su cuerpo; con sangre rodeando su boca. Era evidente la golpiza que le habían dado. Debíamos de encontrarlo; no solo por la nota; aunque no sabíamos si la tenía, solo supusimos ello. Además de encontrarlo por ello, debíamos de encontrarlo para ayudarlo, para ayudarnos. Era seguro que odiaba el acoso. ¿A quién le gustaría? A nadie. Es horrible. Que te peguen; que te escupan, que te avergüencen... y aún así, nosotros nos aguantábamos. Pero no por mucho tiempo más.

- ¿Dónde podemos encontrar a Mason? ¿Ideas? - dijo Richard.
- No tengo ni idea, amigo. Nunca nos hemos hablado. No lo conozco ni un poco. ¿Nos separamos para buscarlo? - respondí.
- Buena idea, mas debemos ser cautelosos. Cuídate - respondió.

Richard lo buscaría en la primera planta, y en el gimnasio. Yo lo buscaría en la segunda planta. En cada maldito salón. En cada rincón. Lo buscaríamos hasta encontrarlo. Lo necesitábamos.
       Pasé por el salón de primer, segundo y tercero de secundaria. No había nadie. Totalmente vacíos los salones. Solo me faltaban dos salones, y las oficinas y cuartos de maestros. Eso sin contar las bodegas. Aunque la bodegas es el lugar más típico para esconderse, es dónde primero se buscaría, aunque quizá Mason pensó al contrario de los demás. Las bodegas no estaban descartadas del todo. Buscaría ahí luego.
Veinte, o veinte y cinco minutos luego, sonó mi celular. Era un mensaje de Richard.

        - Nada de este lado, hermano - decía.

Tenía que estar en la segunda planta. Ya había ido a los cinco salones respectivos. Y no estaba en ninguno. Me quedaban las bodegas y las oficinas. En algún sitio debía de estar, pero debía ser en la secundaria, sino era así, estábamos perdidos. Terminé las oficinas y dos bodegas; quedaba una bodega... tenía que estar en ella. Si, o si.
Al abrir la última puerta de dicha bodega... se cayeron todos los utensilios de limpieza y al fondo de la bodega... se encontraba Mason. Ensangrentado, de hecho, estaba hasta llorando. No sé si por coraje, o por miedo a más acosos.

- Mason, ¿estás bien? Te he estado buscando por todas partes. Sígueme - dije.
- ¿Buscándome? ¿Tú a mí? Que irrealista. Nadie me busca. Soy un chico solitario, ¿no lo sabes? - dijo.
- ¿Eso quiere decir qué nadie te buscará en tu vida? Vamos, Mason. Te buscaba, y por algo importante, sígueme - respondí.
- ¿Importante? Vamos; amigo. Sabes que no soy importante para nadie ni nada - dijo.
- No lo sabrás hasta que me acompañes, ¿vendrás o no? - comenté.

Sin más discusión, accedió a venir conmigo. Le escribí a Richard que lo había hallado, que ya estaba conmigo. Y con ningún preámbulo, Richard subió por nosotros. No dio tanto giro al asunto y le pidió la nota que Bill le había dejado. Mason creo que no sabía que ocurría, por lo que no quiso cooperar. Coopero, hasta que Richard le explicó todo. Lograremos resolver el "acertijo", mejor dicho, la frase. Aunque, lo que averiguamos, no fue para nada satisfactorio...

Richard VendettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora