Capítulo 11

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Día seis.
       Tras todo el pleito con Bill. Tras el desastre que se estaba dando con Mason. Ya no nos dejaríamos. De nadie. Era suficiente. Se estaban metiendo con Sara, con Mason, ¿para qué esperar que se metieran con alguien más? ¡No! Era estúpido esperar que lastimaran a otra persona. Mejor, que nos lastimaran a nosotros, pero esta vez, nosotros regresando el golpe. El acoso. Todo el dolor, todas las lágrimas que derramamos por coraje, ira... se fueron a la mierda.
Era sábado. Ni los sábados estábamos tranquilos. Toda la jodida semana nos molestaban. Era un fastidio. Sin embargo, durante los fines de semana, solo nos insultaban, nos amenazaban o demás. Este fue un fin de semana distinto. Muy distinto.
      No era extraño con nos llamaran, que nos escribiesen o algo por el estilo. Era extraño que llegasen a nuestra casa y nos estuviesen buscando. ¿No sería extraño para ustedes? Pues, ese sábado fue así. Primero, llegaron a mi casa; eran las cinco de la tarde, ya se hacía de noche y como solía ser, estaba solo en casa cuando llamaron a la puerta. No esperaba a nadie, no esperaba comida por lo que decidí no bajar a abrir la puerta. Sin embargo, estuvieron insistiendo mucho tiempo, tocaron entre quince y veinte veces y la última, fui a ver. No abrí la puerta, observe por el agujero que estaba en ella. Creo que me puse pálido al ver quien era. Me quedé inmóvil, como en "shock". Subí a mi cuarto, no le abrí a Bill. Se encontraba tocando mi puerta y no sabía porqué. Cuando me encontraba subiendo, muchas piedras traspasaron la ventana. Rompiéndola toda. El maricón entró y me logró observar, mas no me logró perseguir. ¿Cuál era mi ventaja? Que yo conocía mi casa. Tenía mis planes de escape por si sucedía algo así. Mas nunca pensé que pudiese suceder.
Subí a mi cuarto, abrí la ventana y, hace unos meses, había puesto un tipo "canopy"; una cuerda que resistía mi peso y me lancé por ella. Pronto llegué al punto de escape o como gusten llamarlo, corté la cuerda y me fui corriendo a casa de Richard. Lo más rápido posible.
      Llegué a su casa, toqué a la puerta y Sara me abrió la puerta. Entré a la casa, muy insolente, por cierto. No estaba centrando en nada más que en huir de ese vecindario.

     - ¡Richard! - gritaba.
     - ¿Qué pasa? - repetía Sara muy asustada.

Tomé de la mano a Sara y subí a la segunda planta. En busca de su hermano.

      - Oye, me estás lastimando - dijo enfadada - suéltame - agregó.
      - ¿Dónde está tu hermano? - pregunté.

Tras escuchar a su hermana, mis gritos y demás, Richard salió de su habitación. Algo nervioso, de hecho, muy nervioso. Me preguntaba que sucedía. Porqué me encontraba tan alterado. También, me trataba de calmar, pero era imposible. Era inevitable que con dicha situación que había pasado, me calmara.
     En las películas de terror, la mayoría de veces, el malo entra pateando o derribando la puerta, ¿no es así? Bueno, pues aunque ustedes no crean nada, así ocurrió. Puede que sea solamente un libro y no les haga sentir nada, sin embargo, en ese momento, entramos en shock. Parecía una película de terror. Sara y Richard, no se podían mover. Aun así, los tomé del brazo y los jalé. No obstante, lo peor estaba por venir. Bill era un idiota, un hijo de mami y papi que lo tiene todo, incluso hasta armas. Y sí, armas de fuego. No armas indefensas. Y mientras huíamos del sitio, el perro de Richard quiso defenderlo, fue hacía Bill y le dio unas mordidas. ¿Qué creen que sucedió? Sí... Bill tomó a Werf, el perro, y frente a Richard, le disparó. ¿Qué carajo? Era un pinche enfermo. Werf estuvo quince años con Richard, de hecho, toda su vida. Era como un hijo. Siempre estaba ahí y un pinche enfermo lo había matado. ¿Qué harías? ¿Vengarlo? Eso quedaría corto, debía de ser mucho más fuerte que vengarse. Tras ver como lo mataba, salimos corriendo. Teníamos desventaja. No estábamos armados; estábamos más indefensos y vulnerables que nunca. Y aunque a Richard y Sara les quitaron una gran parte de su vida, tuvieron que tragar ese odio si querían seguir con la de ellos. Si querían seguir viviendo.
Mientras corríamos, logramos ver unas bicicletas y patinetas en un garaje. Debíamos de hurtarlas para poder huir de una mejor manera. De una manera mucho más rápida. Sin embargo, Bill tenía auto. Nos podía alcanzar en cualquier momento. ¿Qué debíamos hacer? Ser más ágiles. Sencillo, ¿no? A pesar de ser ágiles, Bill era mucho más veloz y nos alcanzaría en cualquier momento. No teníamos ni una duda de eso. Por lo que nos tuvimos que dirigir a una "cueva" que Richard y yo habíamos construido para distraernos y planear ataques. Era un refugio para estar alejado de esos estúpidos. No obstante, algo ocurrió en el trayecto, algo difícil de asimilar y aún más... cuando eres hermano. 

Richard VendettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora