capitulo 3

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Melina se veía muy delgada, demasiado, parecía sostenerse del pequeño Lucas, sus piernas no podrían sostener su cuerpo, y se le veía realmente muy cansada.

-es la última foto que tengo con ella- volvió a decir. Comprendió, al mirarme que no entendía muy bien nada, no sabía quién era Melina ni que le había pasado, pero también podía darse cuenta de que no necesitaba que me lo diga si no quería.  Los ojos de Lucas estaban mucho más brillosos que siempre, no quería contarme, no podía hacerlo; estaba al borde del llanto, sin embargo, sabía que me contaría, con esfuerzo o no, lo haría; y antes de que pueda decir algo o arrepentirme me respondió.

-era mi hermana, media hermana en realidad.

-¿qué le paso?- dije con miedo, al instante me arrepentí, tendría que haberlo dejado así.

-era anoréxica, y bueno, ya sabes el final de la historia-se cortaba a cada frase lo que me hacía poner nerviosa- estuvo dos años y medio en  recuperación pero se dieron cuenta de que la enfermedad no pensaba dar marcha atrás, asique después de medio año más la dejaron volver a casa. Se fue poniendo cada vez más débil, más triste, más frágil, hasta que alcanzo su final.

-nunca me contaste- le dije.

-nunca pude, y siempre que lo intentaba vos estabas en otro lado, nunca te importo demasiado lo que a mí me pasaba, pero no te sientas mal, yo voy a estar y no tenés la culpa ya que nunca te dije nada al respecto- mi cara cambio por completo de pena a sentirme mal; había sido una pésima amiga y ni siquiera me merecía estar en su cuarto ni en su casa, no merecía que me ayude en todo ni que me aconseje, ni siquiera merecía que me hable o que me mire; ni lo mas mínimo. Parece que se dio cuenta porque rápido agrego- de verdad, es mi culpa- además descubrí que siempre que se echaba la culpa era por algo que yo había hecho, no por algo que se le haya si quiera ocurrido a él; la mente macabra era yo.

-no, no es tu culpa- dije firme y sin vacilar por primera vez en mi… en mi vida, en mi maldita vida- te conozco desde hace años y en realidad no te conozco en nada; yo me tendría que haber dado cuenta; perdóname, por todo; me siento horrible.

-no, no te sientas horrible, vení- me senté arriba suyo, mirándolo a los ojos, que brillaban como las estrellas que empezaban a aparecer en el cielo que oscurecía.

Entonces amaneció y me di cuenta de que tendría que hablar con mama. Ese mismo día; en cualquier momento. Tenía que llegar al colegio en menos de media hora; por suerte tenía el uniforme puesto cuando llegue a su casa, de otra forma tendría que haber corrido a casa para cambiarme y no tenía tiempo. Me faltaba solo el libro de química pero seguro que Jaz lo llevaba.

­-hola ¿se sienten bien?- dijo Jaz irónica- ¿se olvidaron de que o también vengo a la escuela?- nos riño en cuanto entramos- me dejaron re sola “AMIGOS”- resalto.

Puse los ojos en blanco- perdón Jaz- dije como hacia siempre que ella se enojaba- ayer no me sentía bien como para venir- le explique

-podías avisar- volvió a quejarse; miro a Lucas esperando una disculpa.

-no te voy a pedir perdón- le respondió el- vas a seguir enojada de todas formas; un montón de veces nos dejaste solos a nosotros y no nos podíamos enojar. Ya me canse de hacer siempre lo mismo. Cuando me necesites vas a desenojarte; quédate tranquila que no vas a necesitar un perdón de mi parte.

-bueno. Hablo el que nunca se enoja- se quejó Jaz de nuevo. ¿Por qué siempre se estaban peleando?

-es que siempre haces lo mismo, te enojas por cualquier cosa entonces te pedimos perdón y vos seguís enojada por años hasta que nos necesitas; después terminas haciéndonos lo mismo a nosotros.

-¡listo! No peleen mas ¿somos amigos o qué? Siempre estamos peleándonos; perdón Jaz pero casi siempre empezás.

-¿vos también? Así cualquiera ¿saben qué? Mátense- quise agarrarla y sacudirla.

-déjala Lu; no vale la pena.

-pero me revienta que haga eso. Quiero agarrar su cara si aplastarla hasta que reviente- me queje. Lucas soltó una pequeña risa pero lo fulmine con la mirada.

-a mi también me enoja. ¿No te diste cuenta?

-es cierto. Siempre anda enojada con alguien y con cara de entierro.

-nos olvidamos de esto por ahora ¿sí?

  Se hizo la hora de salir. Algo me decía que no salga. Que me vaya corriendo para otro lado pero le había prometido a Lucas que iba a hablar con ella; y ahora tenía que hacerlo. Vi a mama un par de cuadras lejos de la escuela. Camine hacia ella no demasiado decidida; la idea de irme parecía muy atractiva.

-perdón- dijo con la cabeza gacha.

-yo también estuve mal- le respondí todavía sin saludarla.

-podes volver a casa; y saludarme- susurro.

-voy a volver- le dije dejando escapar una risita. La abrace fuerte.

-que amigo que te conseguiste- dijo mama a mi oído.

-para que le digo que no voy a su casa- dije alejándome de mama.

Corrí hasta Lucas y lo abrace como hacia siempre-  vuelvo a casa; no tenés que aguantarme en la tuya.

-está bien; ya me acostumbre igual. Aunque podes seguir viniendo de todas formas.

-¿esa es tu forma de quejarte de que nunca voy? Caíste bajo Lucas; vos tampoco venís nunca a casa asique no tenés de que quejarte. Acodarte de que los sábados estoy solita.

-ahora voy a ser una plaga en tu casa. Mira que nunca me olvido de algo; todos los sábados voy a caer en tu casa, sabelo.

-voy a estar esperándote. Mira que este sábado te quiero ver ahí; si no te pego- lo amenace.

-Y voy a tocarte el timbre- nos saludamos y me fui hasta mama.

Camino a casa; del brazo de MAMA, si de mama que me dijo- ¿Lucas sabe la verdad?

-sip; siempre le cuento todo.

-¿qué clase de todo?- volvió a preguntar.

-un poco de todo. No tan todo- le dije al ver la cara de mama. Cruce los dedos detrás de la espalda y dije- solo lo más superficial de mi todo.

  De repente llego el sábado. Mama había ido a trabajar e iba a llegar tarde a casa. Lucas me había dicho que vendría a las doce asique a las once yo ya estaba cambiada peinada y desayunada; que ya había desayunado. También ordene mi cuarto que era un completo desorden y había estado todo el tiempo pensando en porque me preocupaba tanto si el que venía era Lucas y me conocía hasta en mis más deplorables estados; de todas formas quería estar bien para él, al menos arreglada ya que no podía lograr el bonita.

  Once y media tocaron el timbre; no creía que se haya adelantado tanto; corrí a la puerta para ver quién era. Mire por una pequeña rendija pero no logre ver nada asique decidí abrir un poco más la puerta; no logre ver quien era en un principio; sentí como golpeaba el piso de lleno con mi espalda. Abrí los ojos para ver la puerta cerrada y los volví a cerrar. Un dolor se extendió por mi cuerpo, junto con un escalofrío.

Al borde de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora